Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 30 de abril de 2014

Séptimo, Ricardo Darín y otro thriller.



Ricardo Darín vuelve con otro thriller e interpreta a un padre que, como cada día, juega con sus hijos a ver quién baja más rápido desde el séptimo piso del edificio: si él por el ascensor o los niños por las escaleras. Pero, esta vez, el padre llega antes y ellos no aparecen. ¿Dónde están? ¿Qué les pasó? Lo que empezó como un juego deviene en un misterio de siete pisos. Dudar de todo, esa es la clave de esta historia.

Por Sebastián Tabany / Fotos Fox.



“Me estoy especializando en abogacía”, se ríe Ricardo Darín. “Es verdad, últimamente interpreté a muchos abogados, pero trato de que sean distintos entre sí. Sosa, el abogado de “Carancho”, fue una bisagra para mí. Me gustó ponerle el cuerpo a un tipo de moral rara y cuestionable. Me resultan atractivas las contradicciones.”

En su nueva película Séptimo, Darín interpreta a Sebastián, un hombre de ley que justo antes de ir a Tribunales para un caso de importancia mediática ve cómo su vida se transforma de repente al perder a sus dos hijos en el trayecto que va desde su departamento, situado en el piso del título, hasta la planta baja.

La acción se sitúa en su mayoría en el edificio y la cámara prioriza los primeros planos. ¿Te resultó difícil?

La película trascurre prácticamente en tiempo real. Son doce o catorce horas y el personaje está encerrado en un edificio porque no hay muchos elementos en juego. Eso le da una característica especial. A mí lo que me gustó es que fue un buen ejercicio interpretativo. Mi personaje es un tipo que tiene su atención puesta en la cuestión profesional, aparentemente de mucha importancia, y ve desviada su atención por la desaparición de sus hijos y enloquece a medida que pasan las horas. Es alguien que está acostumbrado a resolver cosas y cree que se las sabe todas, de pronto ve que sus pronósticos empiezan a fallar y se encuentra con cosas que se le escapan. Todo se reduce a ver cómo se incrementa la desesperación del tipo.

Y, además, este señor Sebastián no es una buena persona. Se descubren cosas turbias a medida que transcurre el film.

Es un personaje complejo. Los héroes lisos y llanos dejaron de interesarme porque la vida no es así. Vos tomas un abogado como él, que tiene su caballito de batalla para justificar su amoralidad que es “hasta el peor de los delincuentes tiene derecho a una defensa correcta”. Si la historia fuera por otro lado y no nos enteráramos que está es una batalla legal con su mujer por los hijos, no conoceríamos esa faceta. No me siento a juzgarlo. Es más jugoso cuando te ofrecen personajes con contradicciones.





En los últimos thrillers que filmaste, se repite el rol del abogado; aunque tiene matices de género norteamericano, el protagonista no es un policía ni un investigador.

Nuestra idiosincrasia no admite al policía. Lo mamamos de películas y series norteamericanas, pero toda mención a las fuerzas es distinta por la relación que tenemos con ellas en Latinoamérica. Entonces, los guionistas van por un abogado con un pasado complejo. En Argentina se intentó que el protagonista fuera policía, pero es más difícil encontrarlos en las películas.

También se da últimamente que estás filmando muchos thrillers. ¿Es una decisión consciente?

No forma parte de un plan. Cuando tengo la suerte, como me pasó durante los últimos quince años, de tener una frecuencia laboral, busco divertirme. Acepto una historia que me movilice, me divierta y con la que crea que puedo aportar algo. Los rodajes son duros, la dinámica de trabajo es agobiante. Este año quise hacer sólo teatro para alejarme un poco. Cuando me descubro en un rodaje de tres meses trabajando siete días a la semana y en el que interpreto a un personaje que está en todos los fotogramas, me doy cuenta de que soy una especie de ratón de laboratorio.

A esta altura podes elegir el proyecto que quieras. ¿Lo haces pensando en la expectativa que tiene el público sobre vos o elegís visceralmente sin importar el qué dirán?

Es más por ese lado. Yo me arriesgo a trabajar con directores a los que no conozco. Como actor tengo un plan, pero después tenéis que estar atento a cuál va a ser la aproximación del director. El rodaje es incierto,  y no siempre sabes lo que va a pasar más que haya charlas y ensayos previos. Si tuviera la capacidad de saber qué es lo que va a funcionar o lo que la gente espera de mí, tendría la bola de cristal. Pero me manejo por mi estómago. Pretendo que la historia me aporte algo a mí y me fijo que es lo que le puedo aportar yo. Las cosas que me resultan atractivas son aquellas que muestran un nivel más elevado de complicación.





El director mencionó a Alfred Hitchcock como influencia, pero la película se ve más como de Roman Polanski, especialmente, “Búsqueda Frenética” con Harrison Ford.

Es verdad. Hablamos mucho de esa película durante el rodaje de Séptimo. Tiene elementos que se acercan a algunos films que vimos antes. Hitchcock manejaba otro hilo. Él tenía la película cortada en la cabeza y no filmaba un fotograma de más. Polanski es distinto, más caótico y visceral.

Otro personaje de  la película es el edificio en sí. ¿Dónde lo encontraron?

Está ubicado en la calle Brasil, en Parque Lezama. Es un edificio increíble con doble circulación de escaleras. Los departamentos son a la vieja usanza, de techos altos. Tiene carácter propio y cuando lo encontraron y me lo mostraron, me encantó.

Por la popularidad que tenés en toda América y España, me imagino que ya te tentaron para ir a Hollywood.

No tengo muchas expectativas ni para bien ni para mal. Me ofrecieron papeles dos o tres veces. Una de ellas fue “Hombre en llamas” de Tony Scott con Denzel Washington. Me hubiera encantado poder hacerlo, pero el personaje era un narco mexicano, un hueso con poca carne. Al final, lo interpretó Giancarlo Giannini y lo adaptaron para él. Entiendo que no me van a ofrecer un protagónico y sé que tenés que pagar tu derecho de piso, pero no me quita el sueño. Mis amigos, como Javier Bardem y Jeremie Renier, con quien trabaje en “Elefante blanco”, tienen representante en Estados Unidos e insisten para que tenga el mío también. Me cuesta mucho pensar en la posibilidad de trabajar en otro idioma. Y pensar en otra lengua es muy difícil. Lo que mejor resulta no es acercarse al acento nativo, sino hablar correctamente, pero con tu propio acento latino. Igual, me cuesta mucho imaginarme a mí mismo pensando en otro idioma. Y si no pensás en el idioma en el que estás actuando, estás copiando y, entonces, el panorama se enturbia.

 

Fuente: Revista Miradas.

 

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