Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

viernes, 26 de febrero de 2010

Tullio Pinelli, el guionista de Fellini.

Autor de 'La dolce vita', también trabajó con Rossellini o Monicelli

EL PAÍS 08/03/2009


Era el decano de los guionistas de cine italianos. Tullio Pinelli, fallecido la madrugada de ayer en Roma, estaba a punto de cumplir 101 años. Hombre de confianza de Federico Fellini, escribió los guiones de películas como La dolce vita, Ocho y medio, Las noches de Cabiria, Julieta de los espíritus y Ginger y Fred, entre otras.

Pinelli, nacido en Turín en 1908, era uno de los últimos testigos de la época de oro del cine italiano. Tras estudiar Derecho, ejerció como abogado hasta que, en plena II Guerra Mundial, entró en contacto con los círculos teatrales y cinematográficos de Roma. Fue así como empezó a colaborar con cineastas como Roberto Rossellini, maestro del neorrealismo, o Pietro Germi, quien le apodó plumilla de oro.


Pinelli junto a Federico Fellini

Pinelli compuso retazos de una sociedad en plena evolución. Durante más de 40 años de profesión, retrató en sus guiones el fascismo, la guerra, el desarrollismo, las esperanzas de los años sesenta o las miserias de la incipiente vulgaridadtelevisiva. En la mayoría de los casos, junto a Fellini.

Se conocieron en Cinecittà, los estudios cinematográficos de la capital italiana en los que ambos empezaron a trabajar a mediados de los cuarenta. Enseguida elaboraron su peculiar método de trabajo, tal vez la clave del éxito de las películas de Fellini. Mientras el director evocaba imágenes y dictaba en voz alta, Pinelli daba forma y orden a esas visiones.

A veces, confesó el guionista en una reciente entrevista, su relación se veía afectada por la compleja personalidad del realizador. "Era un centralizador pero era un genio. Y yo me di cuenta desde el primer momento". Durante dos décadas, entre 1965y 1986, interrumpieron su colaboración, aunque nunca dejaron de ser amigos.

Pinelli y una escena de La dolce vita, Anita Ekberg y Marcello Mastroiani

Además de trabajar con Fellini, Pinelli colaboró con otros directores, como
Alberto Lattuada (El molino del Po), Dino Risi (El gaucho), Pietro Germi (El camino de la esperanza), Antonioni (Las tres caras) y Mario Monicelli (Amici miei y Speriamo che sia femmina).

Su funeral se celebrará mañana, lunes, en la capilla de la casa de cuidados Villa Sagrada Familia de Roma.


Fuente: Elpais.com EDICIONES EL PAÍS, S.L. Madrid (España)

sábado, 20 de febrero de 2010

Perfiles del 24 Festival de cine de Mar del Plata, entrevista a Joaquín Daglio.

Entrevista a Joaquín Daglio - Director de Padres de la Plaza -



¿Cómo fue tu aproximación al tema de tu película en Competencia?

El 24 de marzo de 2006 estuvimos con mi amigo Juan Vitale - a quien conocí en la carrera de Imagen y Sonido - en la marcha por los treinta años del golpe militar. Mientras regresábamos, movilizados por el acto, recordando nuestras infancias en dictadura, le comenté que esa semana había visto en televisión una serie de documentales que abordaban el tema de los desaparecidos y donde noté que faltaba el testimonio de los padres. Decidimos hacer un documental y resolvimos comenzar la investigación acercándonos a diferentes organismos de derechos humanos para contarles de nuestro proyecto. Gracias a la ayuda de estos organismos pudimos contactar a varios padres, todos maridos de mujeres miembros de Madres de Plaza de Mayo. Comenzamos así un trabajo que duró más de un año, entrevistando a los padres, conociéndolos, conversando sobre sus vidas y la de sus hijos. Nos juntamos varias veces con cada padre, ese contacto periódico fue generando un vínculo afectivo y una confianza. A partir de este trabajo previo se fueron sumando otros amigos interesados en el proyecto y formamos un equipo de trabajo con la idea de una producción colectiva. Milena Vidal y Maximiliano Cerdá estuvieron desde aquel primer momento, también Marisol Rivas, Mariana Scarpazza, Diego Castro y Guillermo Moranchel. Juntos fuimos pensando y construyendo esta película.


¿Cuáles fueron los desafíos al momento de dirigir el largometraje?

La mayor dificultad durante el rodaje fue dividir mi trabajo como director y mi función como entrevistador. En cuanto a la modalidad de las entrevistas, y como lo que se intentaba era lograr un clima íntimo y distendido, mi tarea fue buscar la mejor forma de acompañar el relato de los padres, respetando sus tiempos y sus silencios, dejando que se explayaran sin interrumpir el devenir de una oración o pretendiendo orientar su sentido, interviniendo cuando resultara necesario, buscando la pregunta justa en el momento indicado. Como entrevistador, procuré desarrollar distintos temas teniendo en cuenta lo difícil que les resultaría a los padres poner en palabras sus historias frente a una cámara. Como director, también debí encontrar la manera de lograr un clima que favoreciera la espontaneidad de los padres, de evitar una actuación a partir de acciones pautadas - como cuando se les sugería conversar caminando -, de elegir el recorrido más favorable para la entrevista. En ese sentido, fue decisivo el trabajo del camarógrafo, Diego Castro. Una vez que quedaban definidos los lugares en donde se llevaría a cabo la entrevista y planteados los posibles encuadres, la cámara se dedicaba a captar la particularidad de cada encuentro.




¿De qué manera influyó el contexto político actual en la realización de Padres de la Plaza-10 recorridos posibles?

Sin duda el contexto político actual posibilitó la pregunta por los padres. La política de derechos humanos, los juicios a los represores, la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, todo esto, a treinta años del 24 de marzo de 1976, ha generado múltiples espacios de reflexión desde donde seguir profundizando acerca de los efectos que tiene este genocidio en la sociedad argentina.




¿Cuáles fueron los factores que tuviste en cuenta a la hora de elegir un criterio estético?

El objetivo era contar diez historias desde lo humano y no desde una visión historicista. A partir de eso, pensamos un documental crudo y cálido. Crudo en tanto mostrar estas historias sin ornamentos que pretendieran ilustrarlas; cálido en cuanto lograr que la película reflejara el clima íntimo y distendido de las entrevistas, necesario por otra parte para abordar lo doloroso de los testimonios. Teniendo en cuenta estos factores planteamos el rodaje. Como la idea era mostrar la relación personal que se iba estableciendo con cada padre, el vínculo que se desprende de una cercanía, el compromiso del que escucha con el que habla, trabajamos a partir de una única cámara en mano que registrara en acto esa intimidad, que interactuara con lo que sucedía, que no fuera ajena a la situación (hubiera resultado contradictorio escindir la imagen de una misma situación en diferentes puntos de vista, la articulación de dos cámaras hubiera compuesto una mirada distante e impersonal). Esa única cámara acompañó de modo espontáneo las intervenciones de cada entrevistado centrándose en el fluir de la acción, retratando a cada padre desde una distancia que no disminuyó ni amplificó sus gestos. Fue significativo, entonces, que su propio pulso quedara registrado, el uso de un trípode hubiera agregado estabilidad, firmeza y seguridad al encuadre, con el perjuicio de que esto pueda leerse como indiferencia frente a las palabras del entrevistado. Por otra parte, era importante respetar el contexto que cada uno de los padres había elegido para las entrevistas, no tergiversarlo, así decidimos trabajar la puesta en escena a partir de los elementos que se presentaban en cada locación. Otra cuestión importante era captar lo honesto y espontáneo de los testimonios, lo revelador de la palabra del padre y su relación con aquel contexto, por lo que fue vital la búsqueda de un registro sonoro nítido y preciso en donde se destacara la voz del padre, pero donde también participara el sonido ambiente, incorporando la presencia del contexto en cada situación. Por último, un factor decisivo era lograr entrelazar los diez recorridos individuales para poder componer un relato coral en el que se pudieran advertir los efectos de una misma tragedia a través del carácter heterogéneo de los testimonios. Este diálogo entre diez relatos fue posible gracias al trabajo que hicimos junto al montajista Eduardo Morales, con quien buscamos una estructura donde cada secuencia retomara lo dicho en la anterior y fuera construyendo el recorrido de los padres a partir de este retorno. En cuanto a la necesidad de lograr un relato crudo, editamos el material evitando artificios que buscaran subrayar lo trágico de cada testimonio e indujeran la emoción del espectador, interpretando el ritmo necesario para cada secuencia, acompañando la palabra de los padres.


¿Cuáles son tus próximos proyectos?

A partir de la dinámica de este proyecto constituimos un colectivo de trabajo, Senda Producción Audiovisual. Estamos empezando a trabajar en diferentes ideas para un próximo largometraje. Teniendo en cuenta que este documental se terminó este año y que estamos trabajando para llevarlo a otros festivales y para su estreno el año que viene, todavía es prematuro hablar de próximos proyectos. Esta experiencia supuso un gran trabajo y queremos seguir disfrutándolo en todo el camino que queda por recorrer.


Fuente:© Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, nook diseño web / Big Sur

jueves, 11 de febrero de 2010

El cine en el cuento: La presencia de Hugo Soto.

Por Eliseo Subiela



“Los enfermos no creyeron de la muerte de Rantes…” Hombre mirando al sudeste”, 1985

Todos somos “enfermos terminales.”

La conciencia de esta verdad puede paralizar de miedo, o ayudar a tener una vida más plena.

Hugo fue de estos últimos.

Aprendí mucho siendo testigo de su lucha.


“A mí me va a salvar el arte”, le oí decir tantas veces. Esa certeza le daba fuerzas para desarrollar una actividad que agotaría al más sano de los humanos.

Ese amor a la vida le permitió vivirla en el último tramo con más goce y menos culpa que nunca.

“Estoy fantástico. He aprendido a vivir sin rencor y sin melancolía. Antes, por ejemplo, no soportaba los atardeceres del domingo. Ahora, lo agradezco.”

A Hugo Soto lo amaron y lo seguirán amando millones de personas, en los lugares más dispares del mundo.

Robert Redford me dijo una vez: “Es un actor de cine privilegiado. Porque con ese rostro se nace. Te envidio por haber encontrado un actor con esa máscara.”

Sin embargo, mientras era amado más allá del “cholulismo”, Hugo estaba encerrado en su propia cárcel, totalmente solo.

Hugo Soto fue un ángel que para escapar del infierno de la realidad no tenía más salida que el arte. Como tantos.

Él la encontró.

Nos despedimos más o menos un mes antes de su muerte.

Estaba con una llamativa paz.

A veces cerraba los ojos y sonreía.

Quizás recordara. Quizás estuviera empezando a saber cosas que hasta entonces sólo había sospechado.

Cuando salí de su departamento lloré por primera vez en todo este tiempo.

Lo que sucediera después sería sólo una anécdota. Una noticia.
Eso que finalmente sucedió.

Los rituales sociales de la muerte siempre me fueron ajenos.

Sus otros seres queridos quizás entiendan por qué no presencié ningún “velorio”, ningún “entierro.”

Las cosas con Hugo han cambiado, pero no en el sentido que estas ceremonias querrían convencerme.

Si me resulta increíble la idea de que Hugo no va a estar más, por algo será.

Hace tiempo sé que si estuviéramos más atentos a esas sensaciones, seríamos personas más sabias y felices.

Esas sensaciones también me dicen que el alma de Hugo posiblemente esté a estas horas berreando en una nursery de alguna parte del mundo. En otro cuerpo. Con otro nombre. Quizás con otro sexo.

Y algún día esa nueva “persona” se enfrentará con una vieja película argentina, y sentirá una inexplicable emoción cuando un tal Rantes lo mire desde esa pantalla que es hasta aquí, la más formidable arma para vencer la muerte.

En eso no nos equivocamos, Huguito

Sé que con lo curioso que eras, no irías a perderte justamente ciertos “detalles” de tu “fallecimiento.”

Sé que te estás cagando de risa de los cables que hablan de la “irreparable pérdida”, sé que debes estar puteando entre otros al imbécil de un “prestigioso matutino” que llamó ayer por la tarde y le preguntó a mi secretaria si “conocía el diagnostico”.

Creo que supiste cuánto te quise. Y eso me permitió a mí también despedirme en paz.

Sé que sentiste el amor de tantos y que ese amor te dio paz en los difíciles momentos del “tránsito”.

Sé que estás sabiendo ahora de esto que escribo.

No en “el cielo”.

Acá nomas.

Muchos, gracias a Dios, sabemos dónde es eso.

Tomate un descanso. Es jodido para los que te vamos a extrañar.

Pero yo no voy a cometer, a esta altura de mi vida, la torpeza de pensar que te acabaste.

Un beso.

Hugo Soto, actor, artista plástico.
Protagonizó, entro otros films, “Hombre mirando al sudeste”, 1985 y “Últimas imágenes del naufragio”, ambos dirigidos por el autor de esta nota, escrita en ocasión de su fallecimiento, en agosto de 1994, a la edad de 42 años.


Eliseo Subiela, 1996

Fuente: Cuentos de cine, selección y prólogo de Sergio Renán, Alfaguara, octubre 1996