Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 13 de mayo de 2009

La pelìcula olvidada: El tren de las 3.10 a Yuma

"El tren de las 3:10 a Yuma", la sutileza de un maestro





Delmer Daves fue un especialista en western, género en el que nos ha
dejado un buen puñado de películas inolvidables, como la que nos
ocupa o "El árbol del ahorcado", "Flecha rota" y "La ley del
talión". Y aunque su nombre también figura en uno de los títulos
clave del cine negro, "La senda tenebrosa", o del cine bélico,
"Destino Tokyo", fue en el western donde Daves desarrolló y desplegó
todo su talento, llevando al género a terrenos insólitos, aquellos
que empezaron a plantearse con "El pistolero", considerado el primer
western psicológico.

"El tren de las 3:10 a Yuma" parte de un relato corto de Elmore Leonard,
de cuya pluma se han adaptado historias de la más diversa índole
convertidas en películas con un mayor o menor interés: "Joe Kidd",
"Un hombre", "Jackie Brown" o "Our of Sight", por poner algunos
ejemplos. Un relato que sirve a su guionista, Halsted Welles, y a su
director, para plantear algo semejante a lo que Fred Zinnemann
realizó cinco años antes en la magistral "A la hora señalada".





"El tren de las 3:10 a Yuma" narra la historia de Ben Wade, un famoso
bandido que después de atracar una diligencia con su hombres, decide
pararse en un pueblo, en el que es apresado para llevarle a la
justicia. Como los hombres de Wade no van a dejar que lleven a su
jefe a su prisión, se pondrá en marcha todo un plan para que no
intenten rescatarlo. El sheriff reúne a varios hombres para que
custodien a Wade. Entre ellos está Dan Evans, un granjero casado y
con dos hijos, casi en la ruina por las malas cosechas, y que acepta
el trabajo por la sustanciosa cantidad de dinero, con la que podrá
arreglar su vida.

Van Heflin y Glenn Ford, en un papel atípico, representan a dos
antagonistas con más cosas en común de lo que parece. Dos
antagonistas unidos por las circunstancias y por intereses
distintos, que poco a poco van conociéndose hasta entenderse. Daves
es realmente sutil para describirlos a los dos. Wade es implacable,
no se detiene ante nada (si uno de sus hombres es impedimento para
continuar, simplemente se deshace de él), es un hombre peligroso,
pero también sabe escuchar y observar, capacidades éstas que le
permiten conocer a su vigilante: Evans. Heflin da vida a un hombre
al que lo único que le preocupa y le mueve es salir de la miseria en
la que se encuentra él y su familia. Un hombre recto y responsable,
que piensa siempre en hacer lo correcto, y custodiar al hombre más
peligroso que se encontrará nunca es lo único que puede hacer para
lograr sus sueños. Dos actores compenetrados a la perfección, que
apoyan un crescendo dramático (la espera del tren) que tiene su
punto más alto en la larga secuencia en la habitación de un hotel,
donde la planificación y los diálogos constituyen una poderosa
secuencia, llena de suspense y tensión.

"El tren de las 3:10 a Yuma" es un claro ejemplo de síntesis de guión.
Daves no necesita exponer demasiado para narrar y contar. La
sugerente historia de amor pasajera entre Wade y la camarera de un
bar es buena muestra de ello, un bloque casi mágico que parece
separado del resto del film, una especie de entreacto en el que la
utilización de la música y una perfecta ejecución de las elipsis, le
confieren un arrebatador lirismo, gracias al cual no queremos que la
historia avance. Momento irrepetible que da lugar a otros de
distinta índole, siempre adornados por la melancólica música de
George Dunning, ésa que se mete en nuestros oídos nada más comenzar
el film, con una canción interpretada por Frankie Lane, y que viste
la historia de cierto carácter poético, irreal y elevado.




Delmer Daves se encontraba en su mejor época, la década de los 50,
en la que realizó nueve westerns, siendo "El tren de las 3:10 a Yuma"
uno de los mejores (si un servidor tiene que elegir, lo elige junto a
"El árbol del ahorcado").

Con su depurado estilo nos ofreció una de esas joyas inusuales que
desprenden puro cine por cada uno de sus fotogramas. Imposible
olvidar ese travelling final desde el tren, en el que una esperada y
repentina lluvia lava todas las dudas de los personajes, y coincide
con el trabajo perfectamente acabado. Una metáfora puesta en
imágenes por el buen hacer de un maestro, que lamentablemente
terminó su carrera con una serie de dramas románticos, nada menos
que siete, que obtuvieron un explosivo éxito en los 60, pero cuya
calidad (y esto no quiere decir que fueran malas películas) distaba
mucho de las de la década anterior. Daves realizó esos films para
salvar al productor Jack Warner de la bancarrota, y aunque alguno
tiene cierto interés ("Fiebre en la sangre") le
proporcionaron a Daves una fama alejada de la que obtuvo por sus
meritorios resultados en películas como la que nos ocupa.

martes, 12 de mayo de 2009

Karel Reisz, alma del Free Cinema britanico

Por ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS 28/11/2002




El movimiento -parte esencial de la evolución del cine europeo moderno- llamado
el free cinema británico de los años sesenta tuvo como motor y alma a un joven
checo, un inquieto e imaginativo artista, un agitador y luchador llamado Karel
Reisz, nacido el 21 de julio de 1926 en una familia judía de Ostrava. Su mujer
comunicó ayer que, tras seis meses de enfermedad, Karel Reisz murió el pasado
lunes, en su casa de Londres, a los 76 años.

En 1938, tras la ocupación por los ejércitos de la Alemania nazi del territorio
checo de los Sudetes, Reisz, con doce años, huyó de Checoslovaquia en un célebre
tren, fletado por familias perseguidas, lleno de niños, que pudieron escapar en
el último minuto de la zarpa de Hitler. Los padres de Reisz se quedaron en su
casa y no tardaron en engrosar una de las listas de gentes devoradas por las
cámaras de gas de los campos de exterminio nazis, al tiempo que el exilio de su
hijo finalizaba en Inglaterra, donde pronto echó Reisz raíces y, siendo aún muy
joven, fue atrapado por el vértigo de la guerra y se hizo piloto de combate en
la Sección Checa de RAF, las legendarias fuerzas aereas británicas que borraron
a la Lüftwaffe de Goering del cielo de Europa.




Acabada la guerra, Karel Reisz dejó los mandos de su avión Spitzfire y cogió los
de una liviana cámara Arri de cine documental. Y lo hizo para seguir luchando en
la misma pelea con otras armas. Nunca dejó Reisz de ser un combatiente, porque
bien a la caza de imágenes detrás de una cámara o bien de ritmos secuenciales
detrás de una moviola -suyo es el libro La técnica del montaje, escrito en 1953,
que es una obra esencial de la teoría y la didáctica de la construcción del
filme moderno, cuya influencia fue y es enorme-, todo cuanto hizo, al menos en
su juventud, es obra de una imaginación en guerra permanente contra el
conservadurismo ideológico, contra la rutina formal y contra la pereza
intelectual que, en líneas generales, y con eminentes excepciones, se instalaron
en el cine europeo, incluido el británico, durante la modorra de la posguerra.




Tras pasar por las aulas de Química de la Universidad de Cambridge, Reisz
decidió dar un vuelco a su vida y saltó desde la enseñanza al territorio sin
vuelta atrás de los viveros de cine del National Film Institute y, sobre todo,
de las redacciones de las revistas Sequence (que fue una publicación crucial, el
nido teórico del free cinema, que él que llegó a dirigir) y Sight and Sound,
desde cuyas páginas de teoría y de crítica -y en alternancia con actividades
creativas en todos los niveles del oficio cinematográfico, pero sobre todo en la
producción y la filmación de documentos cámara en mano y sobre las aceras de las
ciudades inglesas- abrió paso a paso, mano a mano con Lindsay Anderson y Tony
Richardson, los caminos del movimiento del free cinema, al que él aportó en 1960
la obra fundacional "Sábado noche, domingo mañana", en la que saltó al mundo el
gran Albert Finney, que se escapó del teatro para producir e interpretar esta
película, que lleva dentro el germen de un giro en la historia del cine
británico. Y aportó también dos filmes con calidades programáticas dentro de ese
giro: el fallido "Night Must Fall" (1964) y el muy interesante, y premonitorio del
cine posterior, "Morgan, un caso clínico" (1966).





En "Sábado noche, domingo mañana" y "Morgan, un caso clínico", Karel Reis aplicó,
con gesto innovador y aires de punto sin retorno, a la ficción cinematográfica
lo fundamental de su aprendizaje en media docena de vivaces y vibrantes trabajos
de cine de documental hecho a vuela cámara, de esquina en esquina. Fue, en
efecto, productor del cortometraje "Todos los días excepto Navidad", donde debutó
en 1955 Lindsay Anderson; produjo, escribió, dirigió y montó al alimón con Tony
Richardson "Momma Dont Allow", en 1955, e hizo a solas "We are the Lambeth Boys".
Este equipaje básico de cámara realista y esta agilidad de documentalista puro,
añadido a su notabilísimo esfuerzo crítico y teórico, dieron a la mirada de
Reisz, junto a solvencia y hondura, el don de la agilidad y la prontitud, esa
alada capacidad para hacer entrar la lógica de lo vivo en la de lo representado,
que le permitió, desde puntos de partida, sensibilidades y experiencias vitales
distintas, confluir con la oleada vitalista e iconoclasta de los llamados
jóvenes airados del teatro británico, sobre todo con Alan Sillitoe, que escribió
para él la ya citada "Sábado noche, domingo mañana".

Y la escasa, pero vigorosa y de gran alcance, obra británica de Reisz se cerró
con la gran producción "Isadora" (1968) -cuya finalización le fue arrebatada por
los productores, que arrancaron 40 minutos de metraje-, cuyo éxito le abrió las
puertas de Hollywood, que él atravesó con cautela, y sólo a medias, para dirigir
"El jugador" en 1974, "Nieve que quema" en 1978 y, a medio camino entre EE UU e
Inglaterra, el célebre melodrama "La amante del teniente francés" en 1981, que
cerró su carrera con un filme de audiencia mundial.-




Filmografìa:

Como director

Act Without Words I (2000, telefilme)
Performance (1994, serie de TV, un episodio)
Everybody Wins (1990)
Dulces sueños (1985)
La amante del teniente francés (1981)
Nieve que quema (1978)
El jugador (1974)
Isadora (1968)
Morgan, un caso clinico (1966)
Night Must Fall (1964)
Sabado noche, domingo mañana (1960)
We Are the Lambeth Boys (1958)
Momma Don't Allow (1955, cortometraje)

Como productor

Night Must Fall (1964)
This Sporting Life (1963)
Todos los dias excepto navidad (1957)


Fuente: ELPAÍS.com, Viernes, 24/4/2009

Biografìas: Tita Merello, (1904-2002)

Morocha, bajita, de labios gruesos y sensuales, con mirada provocadora. Esa era Tita y su personaje. Se enfrentó a la vida con irreverencia y temperamento. Hoy es una de las figuras más recordadas del espectáculo argentino.




Fue parte de la época de oro del espectáculo argentino. Participó del inicio del cine sonoro, la radio, el teatro y la televisión argentinas. Una mujer de carácter, de gran fortaleza y a la vez con chispa inteligente que marcó a muchas mujeres porteñas.

Nació el 11 de octubre de 1904. Santiago, un cochero de mateos, la anotó como su hija en el barrio de San Telmo. En cambio no hay registro de su madre hasta cuatro años después, cuando una joven uruguaya de 23 años la reconoció en la misma partida de nacimiento. Su padre muere al poco tiempo, y su madre no se hizo cargo. Así, se crió en un asilo, donde conoció el hambre y el miedo, lo que templó desde temprano su espíritu. De niña trabajó como "boyerito" en el campo, en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Ella misma decía con sabiduría años mas tarde "Mi infancia fue breve. La infancia del pobre es más breve que la del rico. Era triste, pobre y fea".

Sus primeros pasos como artista fueron en los escenarios. A los 15 años participó en "Las vírgenes de Teres", en el teatro Avenida, pero no fue una buena experiencia, su baile fue desaprobado por el público. Años más tarde actuó en el Maipo cantando el tango "Trago amargo", en la revista "Las modernas Scherezadas". A partir de ahí cambió su suerte. En 1925 estrenó "Leguisamo solo", y en 1933 participó de la primera película sonora argentina "Tango", donde actuaba junto a Azucena Maizani y Libertad Lamarque. Luego realizó "La fuga", "Arrabalera", de Tulio Demichelli, y en 1951 logró una actuación consagratoria en la película "Los isleros" de Lucas Demare, donde encarnó a "La carancha". Otros títulos importantes en su carrera fueron "Filomena Marturano", "Pasó en mi barrio" y "Para vestir santos", entre otros.




De joven recitaba con humor tangos reos. Su fuerte no era su voz, sino su carisma. Era aceptada por el público, tanto es así que realizó interpretaciones inolvidables de temas que otras cantantes no quisieron incluir en sus repertorios para no quedar opacadas. Así grabó "El choclo", el siempre recordado "Se dice de mí", "Pipistrela" y "llamarada pasional".

También fue figura de la radio, participó de ciclos de gran audiencia como "Mademoiselle Elise". En este medio, en la década del '70, difundió por primera vez su famosa frase: "Hacete el papanicolao".

A partir del '55, con la caída de Perón, se le cerraron las puertas de las grandes tablas y las discográficas. Sobrevivió trabajando en clubes y parques de diversiones.

Guiada por sus impulsos fue mujer de varios hombres, pero de acuerdo a sus confesiones sólo hubo un amor: Luis Sandrini. Con él vivió cerca de diez años, pero luego él la dejó sorpresivamente. Se fue con Malvina Pastorino, una actriz más joven. Se comenta que el tango "Llamarada pasional", ella lo dedicó a este gran amor.

Tita nos dejó hace muy poco, en diciembre de 2002, a los 98 años. Había vivido sus últimos años en soledad, en la Fundación Favaloro.

Con una personalidad distante y curiosa, que se combinaba con la inteligente chispa de sus respuestas, se ganó el afecto del público que hoy la recuerda como la "Morocha del tango".




SE DICE DE MÍ...

Algunos dicen que una parte del estribillo de "La milonga y yo" fue plagiada por Joan Manuel Serrat. Es aquella que dice: "vamos subiendo la cuesta...". Pero las instancias judiciales, después de más de 30 años, siguen sin resolver el pleito.

Fue la primer mujer a la que le aplicaron una multa de 20 pesos en el Teatro Porteño por salir a escena sin medias negras.

Sus primeros papeles fueron de vedette, y como era un tanto particular, la bautizaron "la vedette rea".

La letra original de "Se dice de mí", fue realizada para ser interpretada por un varón. Pero luego fue adaptada para la interpretación de Tita.


Filmografía

Como guionista:

Esto es alegría. (1967)

Como intérprete:

Tango! (1933)
Idolos de la radio. (1934)
Noche de Buenos Aires. (1935)
Así es el tango. (1936)
La fuga. (1937)
Ceniza al viento. (1942)
Don Juan Tenorio. (1948)
La historia del tango. (1949)
Filomena Marturano. (1949)
Morir en su ley. (1949)
Arrabalera. (1959)
Vivir un instante. (1950)
Los isleros. (1950)
Deshonra. (1951)
Pasó en mi barrio. (1951)
Guacho. (1954)
Mercado de Abasto. (1954)
Para vestir santos. (1955)
La morocha. (1955)
El amor nunca muere. (1955)
Amorina.(1961)
Los evadidos. (1963)
Los hipócritas. (1964)
La industria del matrimonio. (1965)
Ritmo nuevo y vieja ola. (1965)
El andador. (1967)
Viva la vida. (1969)
La madre María. (1974)
El canto cuenta su historia. (1976)
Los miedos. (1980)
Las barras bravas (1985)



Fuente: Revista Miradas.