Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 29 de julio de 2015

El cisne negro: donde mueren las películas.



EL CISNE NEGRO, de Darren Aronofsky
    
por Santiago García
    
El cisne negro narra la historia de una bailarina y su obsesión con la perfección. El film es un poco sutil y nada profundo ejercicio de crueldad con el cual su director, Darren Aronofsky, pretende amedrentar al espectador, haciéndole creer que a mayor sufrimiento, más arte. Los premios obtenidos y la fervorosa adhesión de muchos espectadores confirman que su fórmula funcionó una vez más.

El cisne negro es una de esas películas que generan un culto fervoroso a su alrededor. Y si bien hay opiniones a favor y en contra de casi todo lo que se estrena a lo largo y ancho del planeta, algunos film adquieren, debido al fervor poco tolerante de sus admiradores, un cierto aura de intocables. Con demasiada facilidad se le ha colocado la palabra arte pegada a cada mención que se hace del film.

Analizar y criticarlo no es, que quede claro, un ataque a sus admiradores ni a quienes lo hayan disfrutado. Estoy convencido de que hay que ponerle un límite al sufrimiento gratuito en el cine. Los espectadores ya no pueden someterse mansamente a la experiencia masoquista de ser maltratados por una película. Una obra lúcida y amarga no implica que deba ser cruel y sádica con los espectadores.




Con ello no quiero decir tampoco que el final feliz deba ser obligatorio así como tampoco el optimismo en donde no corresponde. Que los espectadores salgan del cine habiendo pasado un mal momento no es una buena señal, no significa necesariamente que han atravesado una experiencia cinematográfica profunda. El problema de films como El cisne negro -y podría citar muchos otros- es que venden su sadismo como arte. Y ahí está el origen del error. Una obra ampulosa, pretenciosa, que mediante escenas sórdidas o terribles reclama a los cuatro vientos que se la califique como obra artística. Claro que se podrá discutir cada caso en particular, pero El cisne negro es una película bastante vulnerable en ese aspecto. Es tan obvia, torpe y posee tan poco vuelo, que se presenta como el caso ideal para exponer las limitaciones de su propuesta y la utilización irresponsable del sadismo para obtener el respeto de críticos y espectadores.

Hay muchas películas disponibles en el cine actual, muchas más que antes. Y en esta situación de sobreoferta, algunas gritan desesperadamente por prestigio, se autodenominan artísticas y se colocan en primera fila pidiendo ser tomadas como obras de arte. Hollywood, que tanto placer le ha dado al mundo con grandes films, no deja de sentir cierta culpa y de creer que una película ligera y  luminosa jamás podrá convertirse en una obra de arte. Desde Europa se cierne sobre Hollywood este complejo de inferioridad absurdo que desemboca en que Estados Unidos haga films que pretenden imitar el arte europeo dejando de lado la capacidad de metáfora, sutileza y belleza que caracterizó desde siempre al cine norteamericano. Se entregan al desastre de entender mal el buen cine europeo y sólo copian del mismo un elemento: el maltrato y la crueldad hacia el espectador.




Darren Aronofsky plantea una combinación de elementos. Por un lado un realismo de cámara en mano y coqueteos con la estética del cinema verité y por el otro un artificio kitsch –no es raro reírse frente a las escenas finales– al que se siente habilitado por el universo del ballet en el cual transcurre su película. Dejando de lado las citas a otras películas y las similitudes con grandes films de la historia del cine, El cisne negro no puede avanzar sino a través de golpes de efecto. Ingredientes para impactar a la platea, elementos vacíos que apuntan a distraer al espectador del centro del problema. Y el problema es que la película carece de cualquier profundidad y de cualquier elemento que pueda otorgarle complejidad. Su discurso y su narración son de una obviedad insólita. El guión, anunciado y previsible, no funciona como prefacio de una tragedia, sino como un tortuoso camino hacia una moraleja tan pequeña y pueril que no puede justificar una película adulta. En el medio, el espectador recibe gratuitas dosis de escenas desagradables, momentos que intentan retratar la caída en la locura de la protagonista, pero que no son otra cosa que un manejo irresponsable del tema, tanto por su retrato de la patología como por el tratamiento cinematográfico, que sin estar atado a ningún verosímil, resulta igualmente arbitrario.



Mención aparte merece la actuación de Natalie Portman, víctima de los mismos males del film. Si alguna vez la actriz tuvo encanto y talento, lo desperdicia todo aquí con una serie interminable de
llantos y una sobreactuación que la sitúa al borde de la peor actuación de su carrera. Pero de la misma forma que el director grita a los cuatro vientos que es un artista, la actriz grita a los cuatro vientos que quiere recibir un premio por su esfuerzo. El único premio que El cisne negro merece es para los espectadores que la toleraron, quienes deberían, de una vez y para siempre, ponerse de pie y no permitir más el maltrato cruel de este tipo de propuestas sádicas que, aunque se disfracen de seda, no pueden ocultar sus serias carencias.


      
Extraído de Revista Leer Cine.

miércoles, 22 de julio de 2015

Roger Corman / Edgar Allan Poe: 'El cuervo'




Por Alberto Abuin


‘El cuervo’ (‘The Raven’, Roger Corman, 1963) es la segunda adaptación cinematográfica del famoso poema de Edgar Allan Poe tras la realizada en la década de los treinta, ‘El cuervo’ (‘The Raven’, Louis Friedlander, 1935). La misma reunía a las dos leyendas del cine de terror Boris Karloff y Bela Lugosi en un relato que se tomaba no pocas licencias con respecto al original, lo cual no es descabellado, puesto que hablamos de un poema. Lo mismo sucede con la presente, que cuenta con un guion de Richard Matheson, quien junto a Corman optó por un tono totalmente cómico.

Con dicha decisión la película no sólo se aparta considerablemente del tono del poema –Vincent Price consideraba descabellada la idea de adaptar simplemente un poema−, sino de lo que la serie de adaptaciones del escritor de Boston por parte de Corman estaban ofreciendo hasta ese instante. Price quedó encantado con el tratamiento de Matheson, teniendo como compañeros de filmación a Boris Karloff y Peter Lorre, ofreciendo así una comedia que en cierto modo parodiaba los títulos anteriores. El resultado puede resultar desconcertante, pero también altamente disfrutable.





La única conexión con el poema de Poe son algunos de los versos recitados al inicio del film por la poderosa voz de Vincent Price –voz que medio planeta tendría metida en su subconsciente gracias a la participación del actor en el popular vídeo musical ‘Thriller’ de Michael Jackson, y dirigido por John Landis en 1983−, que da vida a uno de los tres magos alrededor de los cuales gira la película.

Erasmus Craven (Price) es visitado por un cuervo negro para pedirle ayuda. El simpático animal no es otro que Adolphus Bedlo (Peter Lorre), que ha sido hechizado por el maligno Scarabus, interpretado por Boris Karloff, quien no tenía un papel protagonista en el cine desde 1958.

Los roces entre Karloff y Lorre fueron continuos, puesto que el primero era una actor muy metódico y maniático con lo que el guion “mandaba”, y el segundo gustaba además de beber, improvisar a gusto sus líneas. Este incidente, que a día de hoy puede resultar gracioso, en realidad ayudó sobremanera al enfrentamiento entre ambos personajes, mientras Price mediaba tanto en el rodaje como en el propio argumento hasta que Scarabus presenta sus malvadas cartas, dando lugar a un duelo final entre ambos que sólo puede ser tildado de antológico.




El amor entre la comedia y el horror

Aunque el film se centra en las andanzas de los tres magos, las cuales no van más allá de la comedia pura y dura –con lo que Corman realiza un cierto ejercicio de retrospectiva de su propia carrera−, deambulan por el film dos personajes secundarios de cierto peso. Por un lado el hijo de Bedlo, personaje a cargo de un ya histriónico Jack Nicholson, que en aquellos años era un actor fijo en la factoría Corman; un personaje realmente poco sustancioso y cuyo “peso” consiste en sacar de ciertos “problemas” a su padre y compañeros, practicando en algún instante la sonrisa que años más tarde le quedaría perfecta en inolvidables personajes.





Por otro lado, la sensual y morbosa Hazel Court, que Corman “tomó prestada” de su tan admirada Hammer para tres de las películas de este ciclo. La actriz da vida a Leonor, la esposa de Craven supuestamente fallecida hace tiempo, sumiendo a su esposo en una peligrosa melancolía. Personaje retorcido donde los haya, pensando sólo en la fortuna y el poder que el mejor postor pueda ofrecerle, es en realidad la verdadera motivación de los personajes de Karloff y Price para enfrentarse.

En una comedia pura y dura que adapta con mucho tacto un poema de Poe, con cuyos versos también concluye el film en un muy divertido desenlace, el amor se erige una vez más como el motor incombustible, ya sea para dominar el mundo de la magia, o para liberarse de las cadenas que un amor falso e interesado puede provocar.

Karloff y Nicholson repetirían ese mismo año con Corman en la inferior ‘El terror’ (‘The Terror’), y el director de Detroit, tras dirigir a Ray Milland en la prodigiosa ‘El hombre con rayos X en los ojos’ (‘X’, 1963) se atrevería a ser el primero en la historia del cine en adaptar un relato de H.P. Lovecraft, que la American International Pictures incluiría en el ciclo Poe.


Reparto
Vincent Price - Dr. Erasmus Craven
Peter Lorre - Dr. Adolphus Bedlo
Boris Karloff - Dr. Scarabus
Hazel Court - Lenore Craven
Olive Sturgess - Estelle Craven
Jack Nicholson - Rexford Bedlo
Connie Wallace - La sirviente
William Baskin - Grimes
Aaron Saxon - Gort




Otras películas
El cuervo es la quinta de las ocho adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe dirigidas por Roger Corman entre 1960 y 1964.
 

Las otras fueron:
La caída de la casa Usher (1960)
Pit and the Pendulum (1961)
La obsesión (1962)
Tales of Terror (1962)
The Haunted Palace (1963)
The Masque of the Red Death (1964)
La tumba de Ligeia (1964)



Extraído de Blog de cine.


jueves, 16 de julio de 2015

La película olvidada: Los indeseables, 1972, de Stuart Rosenberg.

Paul Newman y el western.

Grandes Estudios: Castle Rock.





Castle Rock Entertainment es un estudio independiente de cine y televisión fundado en 1987, por Martin Shafer, el director Rob Reiner, Andy Scheinman, Glenn Padnick y Alan Horn como director de entretenimento, como socio estratégico de Columbia Pictures.
Reiner nombró la compañía con el nombre de una ciudad ficticia del libro "The Dead Zone" escrito por Stephen King, tras el éxito del filme "Cuenta Conmigo", que se basaba en una novela escrita por King. El primer filme realizado por este estudio fue "When Harry Met Sally...", que fue co-producido por Nelson Entertainment. Columbia tuvo los derechos de distribución de las películas de Castle Rock hasta 1999.
En 1994, Castle Rock fue adquirida por Turner Broadcasting System, que fue fundida en Time Warner. En 1999 Warner Bros. y Universal adquieren los derechos de distribución con "The Green Mile" (distribución doméstica de WB, y Universal distribución extranjera).

Reiner y Scheinman ya tenían una compañía de producción. Eran amigos con Shafer, quien trabajó en la 20th Century Fox en su momento. Horn fue decepcionado por Fox y aceptó unirse al trío en la formación de la empresa. Cuerno trajo Padnick, que era un ejecutivo de la Embajada Televisión . En Castle Rock, Horn se convirtió en el CEO, Shafer dirigía la división de cine, Padnick se dedico a la  TV y Reiner y Scheinman se involucraron en el desarrollo de las producciones.
La empresa fue respaldada originalmente por The Coca-Cola Company, la compañía entonces propiedad de Columbia Pictures . Coca-Cola y fundadores de la empresa de propiedad conjunta de una participación en la compañía, meses después del acuerdo, Coca-Cola salió del negocio del entretenimiento, logrado por Columbia Pictures Entertainment (ahora Sony Pictures Entertainment ).
En 1989, Castle Rock fue apoyada por otro patrocinador, Grupo W , una subsidiaria de Westinghouse . Castle Rock más tarde llegó a un acuerdo con Nelson Entertainment , la empresa propietaria de los derechos de vídeo doméstico de  Reiner.


La música del logo fue llamada "Beautiful Tune".
Bajo el acuerdo, Nelson también distribuye las películas en video en los mercados de América del Norte, y maneja la distribución cinematográfica internacional, mientras que Columbia, con quien Nelson forjó un acuerdo de distribución y, recibiría los derechos de distribución de teatros nacionales. Algunas de las tenencias de Nelson posteriormente fueron adquiridas por New Line Cinema, que se hizo cargo de los derechos de Nelson. Columbia, poco después de la formación de la empresa, a partir de entonces tuvo que volver a invertir con un cambio sustancial en los términos en que las pérdidas acumuladas agotaron su financiación inicial.




Reiner ha declarado que el propósito de Castle Rock era permitir la libertad creativa de los individuos; un refugio seguro, lejos de las presiones de los ejecutivos del estudio. Castle Rock era hacer películas de la más alta calidad, si hicieron o se perdieron dinero. 
Castle Rock también ha producido varios programas de televisión, como la serie de éxito Seinfeld y la comedia animada Mission Hill .


 

En agosto de 1993, Ted Turner acordó adquirir Castle Rock, junto con su socio co-financiero  (y eventual hermano corporativo de Castle Rock) New Line Cinema . La venta se completó el 22 de diciembre de 1993. La motivación detrás de la compra es permitir que una compañía más fuerte pueda manejar la sobrecarga. Turner Broadcasting System, finalmente se fusionó con Time Warner en 1996. Castle Rock Entertainment es ahora La división de Warner Brothers Entertainment. MGM posee los derechos desde 19094 de películas Castle Rock Entertainment, debido a la adquisición de la biblioteca PolyGram donde Nelson Entertainment estaba en ella.  Warner Bros es dueño de la empresa y es propietaria la biblioteca después de 1994 y los derechos de televisión a la biblioteca de pre-1994.
https://en.wikipedia.org/wiki/Castle_Rock_Entertainment

jueves, 9 de julio de 2015

Julianne Moore, tan triste como ella.

 

Aunque acaba de ganar su primer Oscar por su actuación en Still Alice –la historia de una mujer que sufre Alzheimer–, ya son muchas las películas en las que Julianne Moore muestra una amplia paleta de temperamentos y retratos femeninos. Es que pocas actrices pueden encarnar desde Vidas cruzadas, de Robert Altman, a los estilizados dramas de Todd Haynes (Safe, Lejos del paraíso) los matices de la depresión, el romanticismo, la locura y la autodestrucción. Y siempre con un halo de naturalidad, a cara descubierta.
Por Mariana Enriquez

 Lo que deja ver de su vida, lo que cuenta con una mezcla de orgullo y ternura, es tan normal que sorprende. Un padre militar que la obligó a una infancia nómade pero feliz; una madre asistente social; su propio matrimonio de casi 20 años y dos hijos, la casa familiar en Nueva York, la de fin de semana en el idílico Montauk. No hay nada, al menos público, trágico o perturbado en Julianne Moore. Ya decidió que no va a hacerse cirugías estéticas a los 54 años (“Me puedo morir mañana, ¿por qué preocuparme por envejecer? Además quiero conservar mi cara”) y acaba de ganar su primer Oscar por Still Alice (Siempre Alice), la película que se estrena la semana que viene y donde interpreta a una intelectual de clase media acomodada que recibe el diagnóstico de un Alzheimer prematuro. Está increíble como Alice, como suele estarlo Julianne Moore: frágil pero nunca débil y al mismo tiempo furiosa: “mi cerebro se está muriendo” le dice a su marido, y lo dice de tal forma que sus palabras no enuncian una metáfora, en su voz está lo desconocido, doloroso y devastador de la muerte.
 
Pero la película es una excepción en la carrera de Julianne Moore y Alice, la lingüista de vida privilegiada que trabaja en la Universidad de Columbia, esposa querida y madre de tres, es uno de los personajes que más se parecen a la Moore real. Ella nunca hace mujeres así.
 
 
 
 
Julianne Moore hace mujeres difíciles y peligrosas. Complejas es el adjetivo que más se usa para describirla, pero son algo más que eso. De dónde las saca es el misterio de su talento. Ella suele citar la famosa frase atribuida a Flaubert: “Sé ordinario en tu vida para poder ser violento y original en tu trabajo”. Así explica a todas las mujeres que cuando Julianne Moore las encarna, muestran lo que rara vez se ve salvo llevado a ciertos paroxismos genéricos: la depresión, la perversión, la soledad, la obsesión, la radicalización. Y estas mujeres tristes y desafiantes son reconocibles porque
Julianne Moore nunca parodia ni se crispa. “Quiero representar a otras mujeres y darles acceso para que cuenten sus historias –dice–. Mi amigos se burlan porque no veo películas donde todos los protagonistas son varones, como una película de guerra por ejemplo. No puedo entrar. Dénme una mujer y así puedo entrar en la historia.”

 
La gran entrada de Julianne Moore fue en Vidas cruzadas (1993), de Robert Altman, donde tenía una larga escena en la que discutía sin bombacha: “Soy pelirroja en el pubis también”, le dijo al director para convencerlo. Y en seguida llegó la seguidilla de papeles alucinantes en las películas de los directores que la eligieron como fetiche: Safe (1995), de Todd Haynes, donde es Carol, una mujer que adquiere alergia a los químicos del medio ambiente y termina viviendo en una comunidad aislada: su lenta y fatal radicalización, tan parecida a la autodestrucción, resulta desesperante de ver y la vuelve –y esto hace Julianne Moore siempre– muy poderosa, deliberada. No se la puede detener, va hacia donde se propone con los dientes apretados y una mirada indescifrable en los ojos verdes: todos sus personajes tienen ese momento de quiebre, ese momento de libertad insoportable. En 1997 aceptó, sólo porque le gustó mucho el guión, ser la estrella porno Amber Waves en Boogie Nights del entonces ignoto Paul Thomas Anderson. Haynes y Anderson volvieron a convocarla al mismo tiempo que se convertían en los autores más interesantes del cine estadounidense. Al hacerlo, la volvieron un icono queer, papel que ella claramente disfruta y ocupa con orgullo. En 1999, Anderson la llamó para Magnolia y fue la esposa casada por conveniencia que, en la agonía de su marido anciano, se da cuenta de que lo ama –y por eso lo abandona–. En 2002, Todd Haynes la hizo protagonista de Lejos del paraíso, su versión gay de los melodramas a la Douglas Sirk de los ’50 y ahí es Cathy, una mujer que tiene un romance con su jardinero negro y no se detiene, no se detiene ante nada aunque sigue combinando los colores y callando ante la homosexualidad de su marido; pero allí está esa fuerza oscura bajo su piel traslúcida, verla en la pantalla es saber que el miedo no va a detener su caída o su elevación porque la insatisfacción no es un lugar posible.
 
Antes, en 2001, logró lo imposible: reemplazar a Jodie Foster en el papel de Clarice Starling para la continuación de El silencio de los inocentes, la fallida Hannibal. La película era mala, ni el gore extremo funcionaba: pero ella, pétrea y sensual, estaba perfecta. ¿Mejor que Jodie? Distinta: su Clarice podía ser amante del caníbal, era parte de su desafío a toda autoridad. Otra desafiante es la metálica Maude de El Gran Lebowski (1998), el clásico de culto de los hermanos Coen donde es una artista plástica heredera, rica e hipersexual. Su demostración de que, además, es una buenísima comediante.
 
 
 
Las ricas le van bien. Es aterradora en la extraordinaria Savage Grace (2007), de Tom Kalin, como Barbara, madre incestuosa, mujer suicida, preocupada por las apariencias pero desesperada por sinceridad. Es deliciosa e insoportable como la millonaria Charley en A Single Man, de Tom Ford, la mejor amiga del hombre gay recién viudo y tapado en los años ’50. Dan ganas de matarla como rockera y madre abandónica en What Maisie Knew (2012), la notable adaptación del cuento de Henry James a la actualidad. Pero también es genial como mujeres más normales: la depresiva madre que lee en su cama a Virginia Woolf en Las horas (2002), la esposa y madre lesbiana que tiene un romance con el padre biológico de sus hijos en The Kids Are Alright (2010): y en ninguno de estos casos sus personajes piden disculpas, aunque lo hagan verbalmente y llorando. Siempre saben que su atrevimiento vale la pena. Y eso es algo que es especialmente notable cuando tiene personajes políticos, como la líder guerrillera Julian en Hijos del hombre (adaptación de la novela de P. D. James de 2006) o más recientemente la presidente Alma Coin en Los juegos del hambre: la voluntad de esas mujeres es un hierro al rojo vivo. Ella dice, de todos modos, que todos sus personajes son políticos: “Cuando alguien me dice ‘no me interesa la política’ siento que están diciendo: yo soy lo único que me importa. Yo en mi bañadera. Y nada más”.

 
 
 
¿Merecía el Oscar por Still Alice? Claro, aunque la película no esté a su altura. Pero el verdadero premio se lo ganó el año pasado en Cannes por su feroz y diabólica actuación en Polvo de estrellas, de David Cronenberg. Allí es Havana, una actriz que desea un papel salvajemente contra todo. Y cuando lo consigue merced a una desgracia espantosa –la muerte de un chico– lo festeja bailando en su estúpido patio de Hollywood, como una bruja y como una niña, inocente en su crueldad. Es genial, repulsiva y graciosa. Solamente la mejor es capaz de esa danza maldita y luego protagonizar Still Alice y hacer llorar mientras pierde su memoria y su lenguaje, el recuerdo de sus hijos, su vida bendecida. Solamente la mejor sabe que una mujer es las dos cosas: la bruja frívola que celebra la muerte y la madre enferma que entiende el significado del amor.

 

viernes, 3 de julio de 2015

Nuestras estrellas: Manuel Callau.


Se formó con el maestro Raúl Serrano con quien fundó la ETBA (Escuela de teatro de Buenos Aires ) donde dió clases de nivel 1 y 2 . Fue becado por el Seminario Teatral Bonaerense donde estudió Rítmica, Técnica corporal, Maquillaje, Educación de la Voz, Historia del Teatro, Historia del Arte.
En teatro: Participó en - El Proceso de Kafka, El Enfermo Imaginario de Moliere, Las de Barranco de Gregorio de Laferrere, El Reñidero de De Cecco, Hotel de Ilusos de Berenguer Carisomo, Los siete Locos de Roberto Arlt, Ya Nadie recuerda a Frederic Chopin de R. Cossa, Tio Loco de R. Cossa, El Pelícano de A. Strindberg, El Pato Salvaje de H. Ibsen, Lisandro de D. Viñas, Calígula de A. Camus, María de Buenos Aires de Ferrer y Piazzolla, Guachos de Carlos Pais, Identidad de Charlie Levy Leroy, Sacco y Vanzetti de M. Kartum, Los gauchos Judíos R. Cossa y R. Halac, Una bestia en la luna, El Guia del Hermitage de H. Morote, Por el Placer de Volver a Verla de M. Tremblay, Un Mundo de Cyranos de M. Gonzalez Gil, entre otros.
Trabajó bajo la dirección de Raúl Serrano, Rubens Correa, Jaime Kogan, Javier Margulis, Juan Oscar Ponferrada, José Bove, Jorge Dela chiesa, Enrique Laportilla, Omar Graso, Desiree Meiser, José Carlos Plaza ,Jorge Hacker, Ferran Madico, Jorge Eines, Roman Caracciolo, Francisco Javier, Villanueva Cosse, Héctor Tealdi, Laura Yussen, Rubén Schuzmacher, Manuel Jedwadny, David Amitin, Manuel González Gil...


Dirigió - Besos y Zapatos, Los bordes de la sombra, Huellas como nubes, Stronzo, Selectas grabaciones de Claudio Grillo - Sillas y Ventanas de Miguel Alcantud - Boulogne de Araceli Arreche, Gilda Bona y Selva Palomino - Marx en el Soho de Howard Zinn con Carlos Weber.
Como maestro de actores también trabajó en España invitado por la Unión de Actores de Madrid dando el Taller "La Improvisación como herramienta de Conocimiento del Actor"

Escena de Yepetto

En cine - Actuó en: Despabílate amor, Darse cuenta, Muerte dudosa, Volver, Fuga de Cerebros, Asesinato en el Senado de la Nación, El Agujero en la Pared, La Punta del Diablo, Quien Pelea, El Verano del Potro, Cruz de Sal, Terapias Alternativas, La Condición (Galicia), Comix, Canción Desesperada...

En TV - Gasoleros, Amigos son los amigos, Hombres de Ley, Los Gringos, Grande Pá, Dónde estás amor de mi vida, Alta Comedia, Sin condena, Personas y Personajes, La Fiesta, Mujeres asesinas, entre otros.
Trabajó en: 
Cine

  • El agujero en la pared (1982)
  • Volver (1982)
  • El arreglo (1983)
  • Darse cuenta (1984)
  • Asesinato en el Senado de la Nación (1984)
  • Flores robadas en los jardines de Quilmes (1985)
  • La noche de los lápices (1986)
  • Los amores de Laurita (1986)
  • Los dueños del silencio (1987)
  • El escudo del cóndor (1987)
  • Extrañas salvajes (1988)
  • El verano del potro (1991)
  • Despabílate amor (1996)
  • Canción desesperada (1996)
  • Fuga de cerebros (1997)
  • Buenos Aires plateada (2000)
  • No quiero volver a casa (2000)
  • Sueños atómicos (2003)
  • Nadar solo (2003)
  • Cruz de sal (2003)
  • La punta del diablo (2006)
  • Terapias alternativas (2007)
  • Desbordar (2010)
  • Tesis sobre un homicidio (2013)

Televisión:
  • Yolanda Luján (1984)
  • Bárbara Narváez (1985)
  • Amigos son los amigos (1989)
  • Detectives de señoras (1991)
  • Alta Comedia (1991)
  • Grande pá! (1991)
  • Desde adentro (1992)
  • Para toda la vida (1994)
  • Como pan caliente (1996)
  • De poeta y de loco (1996)
  • 90-60-90 modelos (1996)
  • Gasoleros (1998)
  • Tiempo final (2000)
  • Mujeres asesinas (2006)
  • Variaciones (2008)
  • Lo que el tiempo nos dejó (2010)
Teatro

  • El Proceso de Kafka
  • El Enfermo Imaginario de Moliere
  • Las de Barranco
  • El Reñidero
  • Los siete Locos
  • Ya Nadie recuerda a Frederic Chopin
  • Tio Loco
  • El Pelicano
  • El Pato Salvaje
  • Lisandro
  • Caligula
  • María de Buenos Aires de Ferrer y Piazzolla
  • Guachos de Carlos Pais
  • Identidad de Charlie Levy Leroy,
  • Sacco y Vanzetti
  • Los gauchos Judios
  • Una bestia en la luna
  • El Guia del Hermitage
  • Por el Placer de Volver a Verla
  • Un Mundo de Cyranos
  • Yepeto


Premios recibidos:

  • Tabaré (Uruguay - 1998): Mejor actor extranjero
  • Martín Fierro (1998): Mejor actor de reparto
  • Clarín (1999): Mejor actor de televisión
  • ACE (2001): Mejor actor protagónico
  • Estrella de Mar (2001): Mejor actor protagónico
  • Podestá a la trayectoria
  • Nominado
  • ACE (2007): Mejor actor protagónico
  • Teatros del mundo (2007): Mejor actor protagónico
  • María Guerrero (2007): Mejor actor protagónico

http://manianapuedesertarde.blogspot.com.ar/2013/04/el-actor-de-la-semana-manuel-callau.html
http://www.alternativateatral.com/persona444-manuel-callau