Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 20 de enero de 2016

Homenaje a King Kong, (parte 1).


 
Por Román Gubern

 
Sobre los monos y las mujeres.

 
El gorila (Gorilla Gorilla) es un mono antropoide, de la familia de los póngidos, dotado de ancho tórax, brazos muy largos, piernas cortas, estatura mayor que el hombre, cráneo dolicocéfalo y cara proyectada hacia adelante, arcos ciliares y cuerpo cubierto de pelambre, que habita en las regiones occidentales del África ecuatorial. El gorila ha ejercido una persistente influencia sobre la fantasía popular por su aspecto semihumano y no es ocioso recordar aquí que Gorilla significa en griego, precisamente, Hombres Velludos. La primera vez que el gorila fue protagonista absoluto de un film fue en Congorilla (1932), documental de largometraje rodado en Nairobi para la Fox por Martin Johnson y su esposa Osa Leighty.

La mujer es la hembra de la especie humana (Homo sapiens), el más evolucionado de los monos antropoides, de marcha erecta, mamas y caderas más desarrolladas que el hombre, de escaso vello en el cuerpo pero abundancia pilosa sobre el cráneo, los sobacos y el pubis y caracterizada por un ciclo ontogénico y vivíparo de nueve meses. Habita en casi todas partes y fue protagonista absoluta de un film mucho antes que el gorila.
 
 
 
Articular relaciones fantásticas entre gorilas y mujeres ha sido una de las tareas más constantes de la imaginación popular y de las mitologías de todos los tiempos. Se dice, aunque es muy probable que no sea cierto, que Nerón gozaba del espectáculo de doncellas violadas por simios de gran tamaño y sobre este tema, con diversas variantes, la fantasía popular ha enhebrado gran número de leyendas. Los mitólogos, como Jean Boullet en “La Belle et la Béte (1). Han explicado que esta leyenda cristaliza el eterno tema de Edipo, de tal modo que el héroe, que mata a la Bestia para rescatar a la Bella, sería la imagen hijo matando al padre feroz y autoritario para desposar a la madre cautiva y deseada. El esquema, que coincide con la interpretación de las zoofobias infantiles por parte de Freud, parece razonable, pero ofrecer la dificultad de no resultar coherente para explicar otra extendida variante del mito: aquella en que la Bella se enamora al final de la Bestia y con un beso de amor deshace el hechizo que convirtió al bello príncipe o al apuesto joven en Bestia. El punto de vista de la sexología sobre este tema es muy distinto. Kraft-Ebing, padre fundador de la psicopatología sexual, distinguió tres categorías distintas de relaciones eróticas entre humanos y animales –bestialidad, zooerastia y zoofilia erótica-, a las que juzgó como formas peculiares de fetichismo (2).



Más recientemente, Kinsey atribuyó la mitología en torno a este tema a la capacidad fantaseadora del hombre en relación con su excitabilidad erótica mediante estímulos psicosexuales (3). A la explicación de Kinsey uno se siente tentado de añadir algunas palabras acerca de la componente sádica de la imaginación erótica, sobre todo cuando, en lugar de esbeltos cisnes o de gráciles ciervos, son gorilas los que andar por en medio,  componente sádica plasmada ejemplarmente en el clásico relato de Edgar Alan Poe “Te morder in te rue Morgue (1841, referencia obligada en toda historia acerca de las relaciones entre simios y mujeres).

 
(1) “La Belle et la Béte” por Jean Boullet, Le Terrain Vague (París, 1958)
(2) “Psychopathia Sexualis” por R. von Kraft-Ebing, Payot (París, 1969)
(3) “Conducta sexual de la mujer” por Alfred Kinsey, Editorial Médico-Quirúrgica (Buenos Aires, 1954)

 

Extraído de Homenaje a King Kong, de Román Gubern, Cuadernos Ínfimos 41, Tusquets Editor, Barcelona, 1974.

 

Apuntes del festival número 30.

«El apóstata» - Repensar las creencias

Álvaro Ogalla, protagonista de El apóstata, presenta la película de Federico Veiroj en la Competencia Internacional




Una huida es también una búsqueda. Y a partir de esta premisa, el director uruguayo Federico Veiroj construye un relato intimista de inteligente y fresca mirada sobre aquello que damos por sentado.

La búsqueda, encarnada en el protagonista Tamayo comienza con su intención de apostatar. Sin embargo, y quizás ahí yace la fortaleza de El apóstata, el cuestionamiento inicial se expande, y en clave seudo existencialista, todo lo que lo rodea se pone en jaque.




La pregunta primaria es en todo caso la excusa para deshilvanar aquello perpetuamente naturalizado. No es la religión lo que se subraya, ni la intención de escapar de sus creencias. Se subraya bellamente la intención de fortalecer la fe, en todas las cosas que hacen a la naturaleza humana. Envuelto en un raid de burocracia y fuertes negativas, su deseosa apostasía se convertirá progresivamente en una forma de analizar, escudriñar y valorizar su entorno, con una sutil procacidad y osadía.
 
Federico Veiroj pone en la piel de este madrileño luchando por salirse de los registros de la Iglesia Católica los atributos de una generación que se cuestiona su entorno, su presente y principalmente su pasado. Y lo hace desde un guion a la medida de un relato sensible y lúcido, con ojos de niño, como si se recuperara, por un instante el poder del asombro, vedado para la mayoría de los adultos.


https://www.youtube.com/watch?v=2n7osrLRyMA&feature=player_embedded

miércoles, 13 de enero de 2016

Darío Grandinetti, y el Papa Francisco.

DARIO GRANDINETTI HABLA DE SU PROTAGONICO EN FRANCISCO. EL PADRE JORGE

“Este Papa nos tiene deslumbrados”

Aunque reconoce que no es creyente y no había seguido la trayectoria de Bergoglio, Grandinetti decidió asumir el personaje porque “este Papa empezó a hacer cosas muy parecidas a las que todos le venimos reclamando a la Iglesia desde hace años”.



Por Oscar Ranzani

El largo recorrido de la figura de Jorge Bergoglio desde que, siendo adolescente, tomó la decisión de ser cura hasta que fue elegido como el nuevo Papa en el cónclave de 2013 es el que establece el film Francisco. El Padre Jorge, escrito y dirigido por Beda Docampo Feijóo. La biopic del Papa está basada en el libro Francisco, vida y revolución, de Elisabetta Piqué, periodista argentina corresponsal en el Vaticano. Darío Grandinetti protagoniza la película acompañado por la actriz española Silvia Abascal junto al resto del elenco integrado por Leonor Manso, Laura Novoa, Leticia Bredice, Carola Reyna, Jorge Marrale, Alejandro Awada, Pablo Brichta y Gabriel Gallicchio, entre otros. Se trata de una película que pretende homenajear a Jorge Bergoglio, aun en los casos en que ha despertado controversias. En ese sentido, el largometraje de Docampo Feijóo está más bien destinado a quienes adhieren sin fisuras a la figura del Papa, sin dejar lugar para los matices o visiones menos absolutas. Grandinetti se sintió contento con la elección del personaje aunque, en diálogo con Página/12, expresa: “Lo pensé mucho. Me dije para mí que era una locura, que me iba a meter en una exposición enorme, pero después me pareció que eso también tenía un atractivo. Pero lo que más me sedujo fue hacer a este Papa”. El film se estrena mañana jueves.

–¿Implica una mayor responsabilidad como actor componer un personaje real?

–Se supone que sí. Por elección, yo soy bastante inconsciente de esas cosas. Siempre intento no sobrecargarme con responsabilidades, con cuestiones que tienen que ver con el afuera, con esta inevitable e innegable exposición que uno tiene al hacer un personaje como éste. Son cosas que sé que existen. En todo caso, las evalúo antes y, una vez que tomo la decisión para un lado o para el otro, me olvido. Eso lo tengo bien claro y lo aprendí bastante: la energía la tengo que poner en la tarea, en hacerlo. Todas las otras cosas existen, no las niego, están, las evalúo, pero después me olvido o intento olvidarme lo más rápido posible.


–¿Cómo se preparó para interpretarlo? ¿Leyó el libro de Elisabetta Piqué?

–Sí, lo leí. Me pareció que era necesario, aunque el guión es muy fiel al libro. Si bien no está todo el libro, lo que está es muy fiel al libro de Elisabetta. Me pareció, tal como me parece la película, una especie de historia oficial contada por él y también por algunas personas que lo conocieron mucho y otras que creen saber cosas. Pero, en todo caso, me resultó muy atractivo leer después el libro porque no era más que la confirmación del guión. Para mi trabajo me resultó más necesario todo lo que hice después de investigación, de ver material, de estar con él, de hablar con gente que lo conoció mucho. Me sirvió mucho hablar con Carlos Grosso que lo conoció muy bien. Me contó algunas cosas que para mí fueron importantes. Por ahí, no tienen que ver con la historia de Bergoglio particularmente sino con esto de ser jesuita. Fueron una serie de cosas que si uno las cuenta, se preguntarán: “¿Por qué será atractivo esto para él?”. Bueno, porque los actores estamos medio piruchos (risas). Más allá de la renguera y del comportamiento físico, había otra cosa que yo quería comprender y que tenía que ver con esta necesidad que tenemos los actores de estar siempre intentando robarle el alma al personaje. Y en este caso, robarle el alma al Papa... ¿Justo a él? (risas).

–¿Usted es creyente?

–No soy religioso, pero sí tengo mucha fe en el ser humano, en el hombre. Y, en ese sentido, entiendo a Bergoglio poniendo énfasis en Jesús. En Jesús como hombre de la calle, pastor y predicador. Pero yo me imagino a un Jesús más Che Guevara.

–¿Admiraba a Bergoglio antes de esta posibilidad actoral?

–No, no lo conocía. No era un personaje que me hubiese llamado la atención para investigar, descubrir o leer.



–¿Y qué significa para usted ahora la figura del Papa?

–Antes de hacer la película, el Papa empezó a gustarme. Cualquier Papa ha sido un líder político. Las líneas políticas de los papados anteriores no me conformaban. Este Papa empezó a hacer cosas muy parecidas a las que todos le venimos reclamando a la Iglesia desde hace años.

–¿Cómo analiza a la oposición política argentina que apoyaba la figura de Bergoglio y que, producto de su acercamiento al gobierno nacional, esta oposición quedó un poco descolocada?

–¿Cómo la veo? Como una de las tantas cosas que se intenta hacer para llevar agua a su molino. En lugar de decir qué es lo que van a hacer, qué políticas sociales, económicas, de derechos humanos van a implementar, tratan de hacer marketing. En todo caso, que te recibiera el Papa era una estrategia de marketing para sumar votos. Y así lo viven cuando el Papa recibe a Cristina. Fíjese que es lo que más les molesta. Pero no dicen que el Papa habla de la Patria Grande. De eso no dicen nada. Lo único que les molesta es el hecho marketinero, para ellos, de que reciba a Cristina cinco o seis veces. Y realmente te encontrás con cosas de un coraje... Hay que tener coraje para decirle al Papa lo que tiene que hacer, qué está bien y qué está mal. Podrían ir a recuperar las Malvinas con ese coraje, en vez de dedicarse a estas cosas.



–¿Cómo analiza el rol de Bergoglio durante la dictadura? ¿Comparte la visión que tiene la película de que no tuvo ninguna responsabilidad condenable en torno de este tema?

–En cuanto a ese tema específico yo creo que no la tuvo. Si bien era responsable de los jesuitas en general, por lo que ha dicho él, medio que los puso en aviso a Jalics y Yorio. Su responsabilidad en la orden eclesiástica argentina era nula. El no era arzobispo. Al contrario: era un curita. En todo caso, habían desaparecido y se habían cargado a curas con mayor rango en la Iglesia Argentina. Y los responsables eran otros. También debo decir que era un momento muy difícil, que él tuvo alguna consecuencia de eso porque lo primero que hicieron fue medio exiliarlo a Córdoba, de donde lo trajo Quarracino. Yo vi en YouTube su declaración en el juicio por la desaparición de los dos jesuitas, que después aparecieron. El cuenta que fue a ver a Massera dos veces. Si uno se pone simplista, puede decir: “Bueno, después aparecieron los jesuitas. Así que se ve que el pedido que él hizo sirvió”. Por otro lado, no lo han responsabilizado a él ninguno de los dos jesuitas cuando hablaron. Ahí hay una cosa medio gris de uno que no quiso hablar, que no quiso contar nada. Pero no ha habido ningún testimonio fehaciente responsabilizándolo, como sí ha habido de otros.

–¿No cree que la película debería mostrar alguna contradicción porque antes que Papa es un ser humano?

–Sí, podría ser. Pero bueno, la decisión que se tomó desde la escritura del guión fue contar esto. Y yo creo que responde a una idea de encontrar la coherencia entre este Papa que nos tiene a todos deslumbrados y el recorrido que él hizo. Uno ve en la película que no hay contradicción entre su recorrido y su llegada. Viendo todo lo que él hizo antes, uno dice: “Claro, es lógico, es coherente”. El tema es que poca gente lo conoce. A aquellos que lo conocen de antes no les sorprende nada lo que está haciendo el Papa, en absoluto. Esta cosa de animal político que tiene Bergoglio a nadie le sorprende: la tuvo siempre.


Extraído de Pagina 12, Cultura & Espectáculos, 9/9/15