Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 24 de abril de 2013

Martin Ritt, un gran director de actores (1914-1990).



Director de cine estadounidense, nacido el 2 de marzo de 1914 en Nueva York y fallecido el 8 de diciembre de 1990.



Como tantos otros directores de su generación, Martin Ritt comenzó su carrera dirigiendo e interpretando series de televisión en los años cincuenta, y como tantos otros directores pasó, en los mismos años, a engrosar la lista negra por su pasado comunista, tacha que no afectaría, sin embargo, a la continuidad de su carrera. En 1957 debutó como director cinematográfico con dos títulos: Donde la ciudad termina y Más fuerte que la vida. El primero significó el debut no sólo para Ritt, sino también para David Suskind como productor y para Robert Alan Arthur como guionista. La intención común era plantear una fábula sobre la amistad y el racismo y utilizar el código de silencio -uno de los ejes argumentales favoritos del cine americano- como centro de la historia. El segundo, un drama social que exponía -aunque con algunos tapujos- parte de la ideología del director, y que formalmente aún estaba vinculado a la herencia televisiva de la "soap opera", fue comprado por la Fox. La película no tuvo mucho éxito, pero un año después Ritt acertó de lleno con la historia y con el reparto. El largo y cálido verano (1958) desafiaba a los que encontraban las novelas de William Faulkner difíciles de llevar a la pantalla. Gran parte del mérito fue de los guionistas Harriet Frank Jr. e Irving Ravetch, sumado al hecho de que Ritt se reveló como un gran director de actores.

En 1959 Ritt repitió con Woodward y volvió a adaptar una novela de Faulkner. El ruido y la furia se sitúa en el sur y muestra el favoritismo de Ritt por el espíritu de esta región, que también recoge en El largo y cálido verano, Norma Rae (1979) y Sounder (1971), y por una narrativa que baraja varias historias al mismo tiempo. Ese mismo año dirigió a Sophia Loren en Orquídea negra, una historia de amor con algunos rasgos de cine negro. El guionista Joe Stefano (que conseguiría el éxito con Psicosis y la serie de televisión En los límites de la realidad) puso a disposición del director un guión semiautobiográfico que dio como resultado un interesante personaje para Sophia Loren, ganadora de la Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia. La siguiente película de Ritt fue Cinco mujeres marcadas (1960), basada en la novela de Ugo Pirro. Silvana Mangano, Vera Miles y Jeanne Moreau dieron vida a algunas de las mujeres del título. Fue una de la producciones más ambiciosas de Ritt, con la que volvía a uno de sus escenarios favoritos: la Segunda Guerra Mundial.



Paris Blues (1961), el título original de Un día volveré, encerraba mucho mejor que su traducción la esencia de la película. El esfuerzo del director se centró en parte en la denuncia social, especialmente el discurso antirracista, que estaba representado por el tratamiento del personaje que interpretaba Sidney Poitier. Junto a él, Paul Newman se ocupó de dar forma al conflicto del profesional que se debate entre su verdadera vocación y la variante que ha de adoptar para vivir. El París superviviente a la Segunda Guerra Mundial acoge a estos personajes al abrigo de un club de jazz. Ésta fue la excusa perfecta para introducir el elemento más interesante de la película: la música, que tuvo como anfitrión a Louis Armstrong. La banda sonora, a cargo de Duke Ellington, fue nominada al Oscar.

La época de juventud del propio Ernest Hemingway, que él recogió en una serie de relatos, sirvió de base a otro título con Paul Newman en el reparto. Cuando se tienen veinte años (1962) fue la primera versión de los amores de Hemingway con una enfermera llamada Agnes Von Kurowski. Años después Richard Attenborough dirigiría En el amor y en la guerra, la misma historia, pero desde la perspectiva de ella. En su siguiente título, Ritt asumió también la producción. Hud (1963) fue su primer western. No sólo el director invirtió todo el esfuerzo en ella, Paul Newman trabajó en un rancho de Texas durante unas semanas para preparar su papel. El riesgo principal, al menos desde el punto de vista de la producción americana, fue escoger a un protagonista con las características de un anti-héroe. Pero el planteamiento dio buen resultado. La película obtuvo tres Oscar: mejor actriz (Patricia Neal), mejor actor secundario (Melvyn Douglas) y mejor fotografía, y además fueron nominados el guión, la dirección artística y el protagonista, Paul Newman. Tras Cuatro confesiones (1964), una versión bastante peculiar de Rashomon en la que Newman interpretaba de nuevo a un personaje indeseable, Ritt cambió radicalmente de tercio. El espía que surgió del frío (1965) está considerada una de la mejores películas del género, pero no fue un éxito de taquilla. Richard Burton fue en esta ocasión el protagonista de la novela de John Le Carré, para cuyo rodaje Ritt trasladó el equipo a Irlanda e Inglaterra y se ocupó él mismo de la producción. La película obtuvo dos nominaciones: al mejor actor (Richard Burton) y a la mejor dirección artística en blanco y negro. La Academia Británica fue más generosa. Los BAFTA premiaron a Burton, la dirección artística, la fotografía y la película.





Los dos últimos títulos de la década de los sesenta fueron Un hombre (1967) y Mafia (1968). Ritt produjo la primera y dirigió de nuevo a Newman en otro pseudo-western que incorporaba un generoso retrato de los indios, aunque la película no está exenta de violencia. Ésta fue la sexta y última vez que Ritt y Newman trabajaron juntos y proporcionó a este último una de sus mejores interpretaciones. Otro de los temas favoritos del cine americano, el crimen organizado, fue el centro del segundo título, Mafia. Veteranos y jóvenes cerebros criminales intercambian impresiones sobre cómo debe continuar el negocio. Esta vez el director prefirió el Technicolor al blanco y negro, lo que le dio a la película cierto aire documental. En la línea de las historias sociales, favoritas del director, está Odio en las entrañas (1970), una de las primeras incursiones en materia terrorista. Recoge la existencia de una organización secreta formada por mineros de Pennsilvania, descontentos con su situación, que trajeron de cabeza al gobierno, con explosiones, sabotajes y asesinatos, en torno a 1860. Sean Connery y Richard Harris protagonizaron esta historia que curiosamente se inclinaba a favor de los propietarios, mientras retrataba a los mineros como seres salvajes y sin sentimientos. La película no funcionó en taquilla y sólo recuperó un millón y medio de la inversión. El mensaje del siguiente título tuvo más fortuna. Howard Sackler adaptó su propia obra, La gran esperanza blanca, y Ritt escogió a James Earl Jones para dar vida en la pantalla al mismo personaje que ya había interpretado en Broadway. Una historia de amor interracial y la denuncia hacia los términos del Acta Mann, hicieron el resto.

Un relato que había ganado el Premio Newbery de literatura infantil fue el punto de partida de Sounder (1972), una inteligente película familiar que aprovechaba para poner de manifiesto la pobreza durante la depresión de los años treinta. Su siguiente título, Risas y lágrimas (1972), fue también un melodrama, más actual, con personajes más complejos, y sin ningún ingrediente de evasión. Carol Burnett hacía su segunda incursión en el cine, deshaciéndose de todos los tics de su show televisivo. Dos secundarios, Epstein y Page, recibieron sendas nominaciones al Oscar y esta vez la taquilla sí fue generosa. Pero económicamente la carrera de Ritt está marcada por los altibajos y Conrack (1974) no dio los resultados que el estudio esperaba, y posiblemente los que esperaba el director, que también había participado en la producción. La historia real de Pat Conroy (que además escribió el libro en el que se basó la película) cuenta su experiencia como profesor en una pequeña isla en la costa de Carolina del Sur, donde la educación de los niños de color está muy descuidada.



No era de extrañar que en alguna ocasión Ritt sacara a relucir su inclusión en la lista negra. En 1976 produjo y dirigió El testaferro, la historia de un guionista de los años cincuenta que ha pasado a engrosar la mencionada lista y ha de buscarse una tapadera que firme sus trabajos y así pueda venderlos a los productores de televisión. Woody Allen aceptó protagonizarla. No sólo estaban implicados los intereses del director, sino los del guionista Bernstein y el actor Mostel, que también habían corrido la misma suerte en el pasado. El guión ganó un Oscar y por el camino quedó, bajo el personaje que interpretaba Mostel, un homenaje a Phillip Loeb que se había suicidado después de ser despedido de televisión y añadido a la tristemente famosa lista negra.

Después de un título familiar protagonizado por Walter Matthau, Casey's Shadow, Ritt dirigió uno de sus mejores trabajos. Norma Rae (1979), protagonizada por Sally Field, quien obtuvo aquí su primer Oscar, supuso para Ritt un empujón que no experimentaba desde hacía más de diez años. La historia de una mujer relacionada con los sindicatos de trabajadores dio más dinero del que cabía esperar (más de diez millones de dólares en la fecha de su estreno). Ritt utilizó gran parte del equipo con el que había trabajado en otras historias sureñas y consiguió dotar de una gran calidad a un guión muy sencillo. Sobre todo quedó satisfecho de su trabajo con Sally Field, a quien contrató de nuevo en su siguiente película. Dos hacia California (1981) tiene como protagonista a una prostituta que se enamora de un boxeador que no puede pagarle. La película, con la estructura de una road movie, recuerda ligeramente al cine de Capra de los años treinta, aunque Ritt no supo mantener el ritmo hasta el final.




Después de Los mejores años de mi vida (1983), un título menor basado en las memorias de la escritora Marjorie Kinnan Rawlings, Ritt dirigió El romance de Murphy (1985), que vino a significar un cambio en el planteamiento de las historias de amor de la época. En primer lugar, no estaba centrado en adolescentes, y en segundo lugar, no era un amor a primera vista. Sally Field y James Gardner interpretaron a los personajes que había creado el dúo Harriet Frank Jr. - Irving Ravetch, dos adultos que, de una forma similar a la que después describiría Cartas a Iris (1990) tomaban contacto, conscientes de que lo más probable era que cada uno siguiera su propio camino. Gardner fue nominado al Oscar y también lo fue el director de fotografía, William Fraker.

Las dos últimas películas de Ritt: Loca (1987) y Cartas a Iris (1990) estuvieron dotadas de una especial ternura. Fueron hechas para un personaje femenino. En la primera, Barbra Streisand es una prostituta reivindicativa que se enfrenta a un juicio por asesinato cuyo resultado puede encerrarle de por vida en una institución mental. El guión no es de los mejores con los que trabajó Ritt, pero el personaje central tiene un tratamiento más progresista de lo que es normal en el cine americano. El matrimonio compuesto por Frank y Ravetch fue el autor de Cartas a Iris (1990), un fructífero entendimiento escénico entre Jane Fonda y Robert De Niro. El principal interés del director aquí -como en la mayor parte de su filmografía- fue reseñar, sobre todo, dos circunstancias sociales de especial importancia en cualquier país: por una parte, el analfabetismo, y por otra, la problemática de las jóvenes madres solteras que han de abandonar los estudios y buscar un trabajo para poder criar a sus hijos. Estos dos títulos fueron no sólo los dos últimos trabajos del director antes de su muerte, sino la culminación de su preocupación por los problemas de la clase trabajadora. Fiel a sus principios durante toda su carrera, Ritt se enfrentó -aunque no sin altibajos- a los mecanismos y temas de la industria hollywoodiense. Falleció el 8 de diciembre de 1990.





Filmografía


Director

1957: Más fuerte que la vida; Donde la ciudad termina.
1958: El largo y cálido verano.
1959: Orquídea negra; El ruido y la furia.
1960: Cinco mujeres marcadas.
1961: Un día volveré.
1962: Cuando se tienen veinte años.
1963: Hud, el más salvaje entre mil (y producción).
1964: Cuatro confesiones.
1965: El espía que surgió del frío (y producción).
1967: Un hombre (y producción).
1968: Mafia.
1970: La gran esperanza blanca; Odio en las entrañas (y producción).
1972: Sounder; Risas y lágrimas.
1974: Conrack (y producción).
1976: El testaferro (y producción).
1978: Casey's Shadow.
1979: Norma Rae.
1981: Dos hacia California.
1983: Los mejores años de mi vida.
1985: El romance de Murphy.
1987: Loca.
1990: Cartas a Iris.

Actor

1944: Winged Victory.
1976: Der Richter und sein henker; Hollywood on Trial.
1985: The Slugger's Wife.

Trabajos para televisión

1950: Somerset Maugham TV Theatre (serie, director).


Fuente: http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=ritt-martin

viernes, 19 de abril de 2013

Bram Stoker, el padre del vampiro.


Escribió casi una veintena de relatos, pero sólo uno de ellos –el más truculento- se volvió tan famoso que sepultó su nombre. Hoy, a 101 años de su muerte, el creador de Drácula se sacude las telarañas en una nota teñida de espanto y alaridos.

Por Victor Laurencena



Imagínese, lector, en un enorme y oscuro castillo, sentado frente a un hogar donde crepita un poderoso fuego. En su mano, el cigarrillo que le ofreció su anfitrión, un hombre ya mayor, quien está tan cerca suyo que puede sentir su frío y nauseabundo aliento. Usted llegó hace pocas horas, tras un viaje en tren agotadoramente largo. Y, recién ahora –mientras saborea el gusto espeso de ese viejo tabaco- puede observar todo con detenimiento.

Lo primero que le llama la atención, estimado lector, es la palidez espectral del dueño de casa. Su cara es aguileña, con una nariz de puente muy marcado y ventanas anchas. Tiene el pelo casi blanco, escaso en las sienes; en cambio, sus espesas cejas casi se chocan sobre los ojos. La boca es fina y tiene una expresión cruel, con unos dientes blancos y agudos que asoman sobre los labios. Sus uñas son largas y recortadas en punta, como garras. Por último, no puede evitar notar, mientras un lento escalofrió le recorre la espalda, que tiene manos anchas y pelos (sí, ¡pelos!) en el centro de la palma.

Entonces comprende que quien está delante de usted es, ni más ni menos, el conde Drácula.



Bram Stoker, un señor muy normal: De día un ignoto funcionario público; de noche, un creador espeluznante


El escritor en las sombras

Este personaje antológico fue el que lanzó a la posteridad a su creador, Abraham Stoker, un escritor irlandés nacido en 1847, en Dublín. Hasta los siete años, pasó largos días en cama como resultado de varias enfermedades que, sin embargo, no opacaron su paso por la universidad local, donde tuvo una intensa vida social y se destacó como deportista.

Entre 1867 y 1877 fue funcionario público de su ciudad natal, aunque sus verdaderas pasiones eran ir al teatro y el ejercicio ocasional del periodismo. En 1871, luego de que los críticos locales ignoraran la actuación de su actor favorito, Henry Irving, le ofreció al Dublín Evening Mail escribir una crítica. Cinco años después, cuando Irving volvió a Dublín, invitó a Stoker a cenar y entablaron una íntima amistad. Stoker se convirtió en su representante, empleo que conservó durante veintisiete años, hasta la muerte de Irving.

A lo largo de su vida, y como un trabajo secundario, escribió dieciocho obras, entre novelas y relatos cortos, que hoy son poco recordadas. Se destacan “El paso de la serpiente” (1890), “El misterio del mar” (1902) y “La guardia del gusano blanco” (1911). También es el autor de “Famoso impostores”, un ensayo sobre la impostura en el que abona la teoría de que la reina Isabel I de Inglaterra era, en verdad, un hombre disfrazado.

Fue el 20 de abril de 1912, hace ya 101 años, cuando la muerte lo encontró sifilítico y pobre en una miserable pensión de Londres.




                                          Yo, el primero: Nosferatu, cine mudo y del mejor.




“Yo nunca bebo… vino”

Entre sus obras, hubo una que se destacó especialmente, “Drácula” (1897), que superó en fama a su propio autor. Con el tiempo, se convirtió en una pieza maestra de la literatura anglosajona que dio forma definitiva al mito del hombre vampiro, monstruo que ya había sido tratado por plumas de la talla de Arthur Conan Doyle, Alejandro Dumas, Guy de Maupassant y Edgar Alan Poe.

Corría el año 1857, cuando el periodista Bram Stoker le tocó investigar un extraño caso de vampirismo. Ese fue el disparador de su interés por este tema, que siguió investigando a partir de tradiciones populares de Europa del este y distintas obras literarias, especialmente “Carmilla”, de su paisano Sheridan Le Fanu.

Esas historias, complementadas con la genial fantasía de Stoker, dieron como resultado esta obra ineludible del terror; pero que no es sólo eso. También puede leérsela como un oscuro relato policial, ya que desde las primeras páginas se ubica al lector tras los pasos del Conde y sus intenciones en Inglaterra.

El argumento puede resumirse así: Jonathan Harker, un joven abogado inglés comprometido con Mina Murray, debe viajar a Transilvania para cerrar la venta de unas propiedades con el conde Drácula. Tras un largo viaje, decide quedarse un tiempo en el castillo como huésped. Pero a medida que pasan los días, Jonathan va descubriendo cuán extraño es su anfitrión: no se refleja en los espejos, no come, vive solo en el castillo, sin servidumbre, y sólo se deja ver por las noches.

Ante la insistencia por irse, Drácula convierte a Jonathan en su prisionero y decide viajar a Inglaterra. Allí, Lucy Wastenra, la mejor amiga de Mina, empieza a presentar síntomas de una enfermedad misteriosa: palidez extrema, agotamiento y dos pequeños orificios en el cuello.

Dado que la salud de la joven no mejora, su prometido, Lord Arthur Holmwood, contacta al profesor Abraham Van Helsing, un médico irlandés experto en enfermedades extrañas. Pese a su intervención, Lucy muere, pero Van Helsing sospecha que se ha convertido en una no-muerta y deciden eliminarla. Una medianoche, al abrir su tumba, la encuentran vacía.
Mientras, Jonathan logra huir arrojándose por un muro del castillo y cayendo a un río. Luego vuelve a Inglaterra y relata lo ocurrido a Van Helsing, quien descubre que Drácula es un vampiro y decide seguirlo hasta el final.




                    ¡Ay, que miedo!: El genial Gary Oldman, un Drácula a la altura de Coppola.



Un sangriento legado

Es inabarcable el impacto que ha tenido el conde Drácula en la cultura universal. El personaje de Stoker mostró sus colmillos en cuanta expresión artística pueda concebirse. Pero fue de la mano del cine que alcanzó la masividad.

De todas sus apariciones en la pantalla grande, se destaca “Nosferatu, el vampiro” (1922), un film mudo del expresionista alemán Friedrich W. Murnau. Nueve años más tarde llegaría Drácula, la primera adaptación oficial de la novela, catalogada como una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Hoy, puede considerarse exagerada y hasta cómica la actuación protagónica de Bela Lugosi –cuyo particular acento provenía de haber nacido en Transilvania-, pero las crónicas de la época insisten en el terror que causó entre aquellos espectadores.

Más cercana en el tiempo encontramos la versión dirigida por Francis Ford Coppola en 1992. En los roles protagónicos participaron grandes actores como Gary Oldman (en la piel de Drácula), Anthony Hopkins (Van Helsing), Winona Ryder (Mina) y Keanu Reeves (Jonathan). “Drácula de Bram Stoker” es considerada la mejor adaptación de la obra original, si bien, en esta ocasión, los realizadores la condimentaron con una historia de amor entre el conde Drácula y Mina.

Ahora, lector, piénsese nuevamente, por un instante, en el castillo. El alba se presiente y usted agudiza su oído. Puede escuchar el cercano aullido de una jauría de lobos que le dice adiós a la oscuridad. El conde Drácula también los oyó y estalla de pronto:
-Escúchelos. Los hijos de la noche. ¡Qué música la que entonan! Si usted fuera sensato, se daría cuenta de que correr no servirá de nada.


El verdadero Conde Drácula

Un personaje real inspiró las fantasías de Bram Stoker: Vlad Draculea, quien fuera príncipe de Valaquia (actual Rumania) entre 1456 y 1462, y, aún hoy, un héroe nacional por su lucha contra el avance otomano. Mientras el conde Drácula es conocido por su inhumana crueldad, también así se lo recuerda al noble rumano, cuyo método de ejecución preferido era el empalamiento. El espantoso recurso consistía en atar cada pierna de la víctima a un caballo y hacer que éstos tiraran del cuerpo, forzándolo a clavarse en una gran estaca hasta ser atravesado completamente. Luego plantaba el palo en la tierra, con el cuerpo cabeza abajo. Se dice que una ocasión llegó a estaquear a 20 mil prisioneros turcos.


Colmillos nacionales e importados

Es probable que, para muchos argentinos, esta nota remita a “Drácula, el musical”, escrito y dirigido por Pepe Cibrián, con música de Ángel Mahler. Desde su estreno en 1991, la obra fue vista por más de 2 millones de espectadores, con ocho temporadas en la ciudad de Bs.As., una en Mar del Plata y otra en Villa Carlos Paz, a las que se suman cuatro giras por Brasil, Chile y España. El conde Drácula o, mejor dicho, el mito del hombre-vampiro, también sufrió adaptaciones que, si bien lo alejaron de Stoker, popularizaron el vampirismo. Un ejemplo es “Entrevista con el vampiro”, un film de 1994 dedicado a la platea femenina, con vampiros de la talla de Brad Pitt, Tom Cruise y Antonio Banderas. Más reciente, la saga “Crepúsculo” llevó el mito al mundo adolescente. Basada en las novelas de Stephanie Meyer, las películas lanzaron al estrellato a sus jóvenes actores, Kristen Stewart, Robert Pattison y Taylor Lautner.


Fuente: Revista Rumbos, número 32, 2012.



lunes, 15 de abril de 2013

Apuntes del 27: Los superochistas.



Superencuesta a nuestros superhéroes del Súper 8

Nuestra sección fija para la sección más inquieta del Festival:

3 preguntas 3 a Andrés Denegri, Pablo Marín, y Sergio Subero sobre el formato más enormemente pequeño de la historia cinematográfica.





1. Pensando en las posibilidades, ventajas y hasta limitaciones con las que te hayas encontrado a la hora de hacer una película,

¿cómo definirías al Super 8?

AD: Un soporte que presenta desafíos peculiares –que para mí es accesible, frágil y misterioso– me invita a trabajar lo próximo, lo cotidiano. En la mano de algunos autores puede proyectarse desde ahí a lo universal con una solidez contundente.

PM: El formato de cine más diminuto de la historia –junto al 8mm– puede volverse, con un poco de paciencia e indiferencia frente a las tonterías que se repiten a menudo (sobre la fragilidad, la poca disponibilidad, etc.), algo bastante flexible e infinito, a través del cual uno podría llegar a explorar los límites de lo (cinematográficamente) posible. Técnicamente, el Super 8, a veces mucho más que el 16mm o el 35mm, permite transitar por los callejones traseros de su propia tecnología y diseño, transformándolo en un formato completamente desformateable.

SS: El Super 8, fabricado con fines hogareños, es el formato cinematográfico menos costoso y más reducido. Es a partir de esta economía de recursos donde nacen para mí sus ventajas: la película viene dentro de un cartucho, lo que permite que no haya que enhebrarla; las cámaras son cómodas y fácilmente transportables: pueden volar por el aire, tirarse por un tobogán o andar en bicicleta; y lo mismo pasa con los proyectores: son fáciles de usar y muchos caben en una mochila. Además, lo que parecía una limitación de los fabricantes, dejó de serlo a la hora de sobreimprimir una película. Con cuidado se puede abrir manualmente el cartucho filmado, luego rebobinarlo y filmar de nuevo cuantas veces creamos necesario. Pero el tamaño también es una limitación. Trabajar directamente sobre la cinta fílmica (al ser tan pequeño el tamaño de los fotogramas) dificulta su intervención precisa y minuciosa si queremos rayarlos, pintarlos, quemarlos y demás.





2. ¿Cuál (o cuáles) te parece la mejor película que se haya hecho en este país para ilustrar esa definición y por qué?

AD: Passacaglia y fuga (1974), de Jorge Honik. Es una película que surge, justamente, de un recorrido sensible por espacios y detalles en la intimidad de un hogar. Es una obra generada con un dominio preciso de la técnica, pero su valor no se instala en este hecho, no impone un malabarismo virtuoso, sino que se presta a la intensidad de la experiencia estética más allá de los artificios. Te hace sentir ese vínculo especial que uno genera con algunos objetos, espacios, texturas, paisajes, presencias; y sólo en algunos minutos las vuelve palpables en el inexorable devenir del tiempo.

PM: La escena circular (1982), de Claudio Caldini, Espectro (2010), de Sergio Subero, y El Quilpo sueña cataratas (2012), de Pablo Mazzolo, establecen a mi entender una suerte de tendido histórico en el que esta potencialidad maleable (en la que el carácter técnicamente visionario se complementa con una mirada pura) parece llegar hasta el borde mismo de los horizontes creativos analógicos. Esas películas apuntan hacia un camino en el que el Super 8 se vuelve un agujero negro, un laboratorio en movimiento, un castillo de naipes.

SS: Gamelan (1981), de Claudio Caldini, es sin lugar a dudas la mejor película argentina y la más cercana a mi definición e interés. Sin entrar en consideraciones formales y estéticas, Gamelan vuela y se libera del control de la mirada del ojo humano. La cámara, atada a dos sogas, es la extensión de las manos de Caldini y –como en una danza– gira de acuerdo a los movimientos circulares de su cuerpo. Hacerla en otro formato hubiese requerido de una fuerza motriz prácticamente imposible (o hubiese sido demasiado agotador).

3. ¿Qué le dirías acerca de tus películas a alguien que las va a ver por primera vez en el Festival?

AD: Preferiría no decir nada, pero estamos en un festival. Así que hablaría del marco en el que está hecha cada película. Que Sobre Belgrado nació de la experiencia que tuve la primera mañana en la que desperté en Serbia, cuando me sacaron de la cama los graznidos de miles de cuervos, que me llevaron a salir del edificio para encontrar una nube de pájaros negros que volaban alterados de un lado a otro. Y que Aula Magna es un trabajo en proceso de un poema de despedida de la casa en la que viví durante los últimos diez años, un espacio muy importante para mí y para muchos amigos, escenario de recuerdos invaluables, un refugio, un lugar donde sentirse seguro y querido. Pero, en todo caso, estos comentarios pueden también no tener nada que ver con esas películas y reducir la experiencia de cada uno frente a la pantalla.

PM: Que son películas íntimas y personales, que intentan ser el reflejo más directo de lo que pasa por mi visión. Esto no tiene nada que ver con algo documental.

SS: Les diría que mis películas intentan ser perfectas y luminosas, pero terminan siendo un poco torpes, toscas y amateurs, entre otras cosas. Les diría que tengan paciencia, que a veces es necesario mirar durante algunos minutos para, quizás, disfrutar de un solo fotograma.


Fuente: www.mardelplatafilmfest.com



viernes, 12 de abril de 2013

Estrellas en el cielo: Karl Malden.

Karl Malden (Chicago, 22 de marzo de 1912 - Brentwood, Los Angeles, 1 de julio de 2009),1 cuyo nombre real era Mladen George Sekulovich, fue un actor estadounidense.




Actor estadounidense, nació en Chicago, Illinois, el 22 de marzo de 1912. Ganó el premio Óscar y el Premio Emmy. Su carrera duró más de setenta años actuando en películas clásicas como Un tranvía llamado deseo, La ley del silencio y El rostro impenetrable, todas con Marlon Brando, también participó en superproducciones como Patton. Otras interpretaciones notables son como Archie Lee Meighan en Baby Doll y Zebulon Prescott en La conquista del Oeste ambas con Carroll Baker. Su papel más popular en televisión fue como el teniente Mike Stone en la serie de los setenta Las calles de San Francisco, con un joven Michael Douglas.

Primeros años

Malden era el mayor de tres hermanos en una familia modesta; su padre Petar Sekulovich era de origen serbio y su madre Minnie Sekulovich, de la República Checa. Su nombre original era Mladen George Sekulovich (Mladen George Sekulović, en serbio: Младен Секуловић). Cuando comenzó su carrera como actor cambió su nombre a Karl Malden.

En 1917, cuando Malden tenía cinco años, la familia se trasladó desde Chicago a Gary en Indiana, donde su padre trabajó como obrero siderúrgico y lechero. Malden hablaba serbio hasta que fue a la escuela. En el colegio era un chico bastante popular, estrella del equipo de baloncesto del instituto y actuaba ya en algunas obras escolares y en las que su padre organizaba en la iglesia. Fue en estos partidos de baloncesto donde se rompió la nariz en dos ocasiones, dejándosela deformada tal como fue conocido durante toda su carrera.




Tras su graduación en 1931 del Emerson School for Visual and Performing Arts estuvo trabajando como obrero siderúrgico al igual que su padre, hasta 1934.

En septiembre de 1934, con una beca y los pocos ahorros de que disponía prosiguió sus estudios de arte dramático en el Goodman Theater, más tarde DePaul University, donde conoció a la que sería su esposa, la actriz Mona Greenberg (conocida como Mona Graham) con quien se casaría en 1938. Se graduó en el Chicago Art Institute en 1937 pero pronto, sin trabajo y sin dinero, debió volver una vez más a Gary.

Inicios de su carrera

Su primera aparición como actor se produjo en 1937 en Broadway y en 1940 debutó en el cine en la película They Knew What They Wanted. También trabajó en teatro donde conoció un joven desconocido Elia Kazan, con el que unos años después rodaría algunas de sus películas más afamadas.

Su trabajo como actor se vio interrumpido por la Segunda Guerra Mundial, pues Malden participó en las Fuerzas Aéreas del ejército norteamericano. Tras la guerra retomó su carrera, participando en una obra Truckline Cafe, junto a un joven y desconocido Marlon Brando. Durante esta época aunque no tenía un exceso de ofertas para trabajar, participó en algunas otras obras teatrales, hasta que recibió la invitación para interpretar un importante papel en la obra All My Sons con la ayuda del director, Elia Kazan. Con este éxito, logró el salto definitivo al cine.




Carrera cinematográfica (1950-1980)

La carrera de Karl Malden tomó gran impulso en los años cincuenta comenzando con El pistolero (The Gunfighter) a la que siguió Halls of Montezuma, ambas en 1950. Al año siguiente trabajó en Un tranvía llamado deseo (1951), donde interpretaba a Mitch, el mejor amigo de Stanley Kowalski y protagonizaba un romance con Blanche DuBois (Vivian Leigh). Por esta película ganó el Óscar al mejor actor de reparto.

En La Ley del silencio (1954), interpretaba a un predicador que influía en Terry Malloy (Marlon Brando) para testificar contra el mafioso Johnny Friendly (Lee J. Cobb). Baby Doll (1956), donde interpretaba a un ardiente marido, frustrado por una esposa casi adolescente. Antes y después de su llegada a Hollywood, actuó en docenas de películas desde finales de los cincuenta hasta principios de los setenta como: Fear Strikes Out (1957), Pollyanna (1960), El hombre de Alcatraz (1962), La conquista del Oeste (1962), The Cincinnati Kid (1965) y Patton (1970). En esta última interpretó al general Omar Bradley, quien aún vivía y asesoró en el rodaje sobre cuestiones históricas. Después de su película Summertime Killer (1972), se le fue haciendo más difícil encontrar nuevas películas, sin embargo también protagonizó la película televisiva El secuestro del Achille Lauro (1989).




Trabajo en televisión

Las calles de San Francisco
Después de años de trabajo en cine y en teatro, en 1972, el productor Quinn Martin propuso a Malden el papel de teniente Mike Stone en Las calles de San Francisco. Aunque originariamente fue una película para la televisión, la cadena ABC pronto la convirtió en una serie. Para interpretar a su joven compañero, el inspector Steve Keller, se escogió al entonces desconocido Michael Douglas.

En Las calles, Malden interpretaba un veterano policía con más de veinte años de experiencia al que se le asignan como compañero a un joven oficial graduado recientemente. En su primera temporada, fue un éxito y supuso la respuesta de ABC a otras series de éxito de los setenta como Hawaii 5-O, Ironside, Kojak, McMillan y su esposa y La mujer policía.

Filmografia:


1993 Vanished Without a Trace
1992 Back to the Streets of San Francisco [TV]
1991 Absolute Strangers [TV]
1990 Call Me Anna [TV]
1989 The Hijacking of the Achille Lauro [TV]
1988 My Father, My Son [TV]
1987 Nuts
1986 Billy Galvin
1985 Alice in Wonderland [TV]
1984 Fatal Vision [TV]
1984 With Intent to Kill [TV]
1984 Urge to Kill [TV]
1983 Twilight Time
1983 The Sting 2
1981 Miracle on Ice [TV]
1980 Word of Honor [TV]
1979 Meteor
1979 Beyond the Poseidon Adventure
1979 Skag [TV]
1977 Captains Courageous [TV]
1972 Un Tipo con una Faccia Strana
1972 The Summertime Killer
1972 The Streets of San Francisco [TV]
1971 The Wild Rovers
1971 Il Gatto a Nove Code
1970 Patton
1968 Blue
1968 Hot Millions
1967 Billion Dollar Brain
1967 Hotel
1966 The Adventures of Bullwhip Griffin
1966 The Silencers
1966 Murderers' Row
1966 Nevada Smith
1965 The Cincinnati Kid
1964 Cheyenne Autumn
1964 Dead Ringer
1963 Come Fly with Me
1963 How the West Was Won
1962 Gypsy
1962 All Fall Down
1962 Birdman of Alcatraz
1961 One-Eyed Jacks
1961 The Great Impostor
1961 Parrish
1960 Pollyanna
1959 The Hanging Tree
1957 Fear Strikes Out
1957 Time Limit Director
1957 Bombers B-52
1956 Baby Doll
1954 On the Waterfront
1954 Phantom of the Rue Morgue
1953 I Confess
1953 Take the High Ground
1952 Ruby Gentry
1952 Diplomatic Courier
1952 Operation Secret
1951 The Sellout
1951 A Streetcar Named Desire
1951 Decision Before Dawn
1950 Halls of Montezuma
1950 Where the Sidewalk Ends
1950 The Gunfighter
1947 Kiss of Death
1947 Boomerang!
1946 13 Rue Madeleine
1944 Winged Victory
1940 They Knew What They Wanted


Fuentes: Portal Busca Biografias, http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/2640/Karl%20Malden
Portal Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Malden,

jueves, 11 de abril de 2013

Haneke, de la crueldad al retrato del amor.



"Amour", la historia de una pareja parisina de ochenta y tantos años que encarnan Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, cuyo largo y feliz matrimonio entra en crisis cuando la salud de la mujer empieza a declinar.

POR LARRY ROHTER - The New York Times



Michael Haneke con Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant en el set de "Amour", un filme sobre una pareja mayor.

En el Festival de Cine de Cannes de este año, donde una película del director austríaco Michael Haneke ganó la Palma de Oro por segunda vez en cuatro años, algunos críticos, y hasta unos pocos de sus colegas cineastas, aseguraron que percibían la emergencia de un Haneke más amable.

El comentario fue notable, dado que durante veinticinco años Haneke ha practicado lo que el autor de un libro sobre el realizador califica de "cine de la crueldad".

En octubre, Haneke, que tiene setenta años, llegó al Festival de Cine de Nueva York para la proyección de su nueva película, Amour, la historia de una pareja parisina de ochenta y tantos años que encarnan Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, cuyo largo y feliz matrimonio entra en crisis cuando la salud de la mujer empieza a declinar.

Cuando se le preguntó a Haneke si Amour anunciaba un nuevo estilo, el director lo desmintió. "Siempre trato de abordar cada tema que toco con la mayor seriedad y eficiencia posibles", dijo. "Eso significa, por ejemplo, que si hago una película sobre el amor, necesariamente va a ser más tierna que si hago un filme en el que se representa la violencia en los medios, como Juegos sádicos", uno de sus trabajos más polémicos, que dirigió en alemán en 1997 y luego en inglés en 2008.

"Me voy a sentir muy feliz si en algún momento la gente dice: `Michael se ha vuelto más inteligente y suave con la vejez’", afirmó. "Pero tendremos que esperar a ver cómo es mi próximo proyecto".

Antes de Amour (que este otoño ¬boreal¬ tuvo un estreno global y que se estrena el 19 de diciembre en los Estados Unidos), Haneke había abordado una serie de temas difíciles y hasta desagradables. Su debut en 1989 con El séptimo continente versa sobre una familia que se suicida, mientras que La cinta blanca presenta el patriarcado opresivo en un pueblo alemán en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

"Es el maestro de la representación de la crueldad pero adopta una posición ética" contra la impiedad, la violencia y las traiciones que le gusta representar, a veces con un detalle escalofriante, dijo Oliver C. Speck, autor de "Cuadros sádicos: Los conceptos fílmicos de Michael Haneke" y profesor de estudios cinematográficos de la Virginia Commonwealth University de Richmond, Virginia.

Trintignant, que tiene ochenta y un años e hizo Y Dios creó a la mujer con Brigitte Bardot en 1956, señaló: "He trabajado en más de 135 películas, y para mí Michael Haneke es en la actualidad el mejor director del mundo". En sus películas, Haneke parece disfrutar de jugar con las expectativas del público y las convenciones cinematográficas.

En Juegos sádicos, cuando la protagonista dispara contra uno de los intrusos que torturan a su familia y parece que está a punto de escapar, el otro atacante toma un control remoto y rebobina la película para evitar que eso pase. "Como público, queremos un cierre; queremos que todo se represente de forma fluida, sin que queden preguntas abiertas", dijo Speck.

"Pero él se asegura de que entendamos que no puede representarse la totalidad y de que, si alguien dice que se puede, se trata de un mentiroso o de un fascista". Otro elemento habitual es su tendencia a usar los mismos nombres para sus personajes: George, Anne y Eva.

Atribuyó la repetición en parte al hecho de que "observo el mismo entorno y la misma clase social" ¬la alta burguesía europea¬, "que es la clase de donde procedo".

A la pregunta sobre la unificación de temas en su trabajo, contestó: "En mi trabajo trato de crear un diálogo en el cual quiero provocar a los destinatarios, estimularlos a usar su propia imaginación. No digo las cosas que éstos quieren escuchar, no halago su ego ni los reconforto coincidiendo con ellos. Tengo que provocarlos, tomarlos tan en serio como me tomo a mí mismo".

"Cuando veo una película o leo un libro, lo que espero es eso, que se me tome en serio. Quiero que se me lleve a cuestionarme, a poner en duda cosas que pienso que sé".


Fuente: Revista Ñ, 28 de noviembre de 2012.

domingo, 7 de abril de 2013

Berlinale 2013, Soderbergh convence con su último thriller y lo nuevo de Tanovic apunta al palmarés.



Seguimos con el repaso a las películas más destacadas del 63ª festival de Berlín, inaugurado la semana pasada. El lunes comentamos las reacciones que han despertado títulos tan esperados como ‘The Grandmaster’ (Wong Kar-wai, 2013) o ‘Before Midnight’ (Richard Linklater, 2013) y hoy es el turno de los nuevos trabajos de Steven Soderbergh, Danis Tanovic y Bille August, entre otros.






‘Efectos secundarios’ (‘Side Effects’)

El decano de Greendale Soderbergh ha vuelto a la Berlinale para presentar su nuevo trabajo, un thriller protagonizado por Rooney Mara, Jude Law, Channing Tatum y Catherine Zeta-Jones. Hay especial interés en porque se supone que es la última película de Soderbergh antes de su anunciada retirada (temporal) del cine, lo que no significa que vaya a dejar de dirigir, de hecho ha realizado un telefilm para el canal HBO, ‘Behind the Candelabra’ (2013), con Michael Douglas y Matt Damon.
Sobre ‘Efectos secundarios’, dice Justin Chang en Variety que es “un entretenimiento absorbente y astutamente impredecible”. Peter Travers, de Rolling Stone, sigue en la misma línea al calificarlo de “thriller infernal, retorcido, asombroso y acompañado de sorpresas”. Carlos Boyero también la defiende en El país que Soderbergh “logra algo tan elogiable como mantener la atención del espectador de principio a fin”. Por el contrario, Luis Martínez escribe esto en El mundo: “una historia que se enreda sobre sí misma una y otra vez en una suerte de thriller disparatado entre el ‘noir’ carnal de De Palma y el trampantojo milimetrado de Hitchcock”. También suelta que “las frases largas, como el cine reflexivo, ahogan”, quizá afectado aún por los efectos secundarios de la película… Por cierto, se estrena en España el 14 de junio.






‘Camille Claudel, 1915’

A la derecha tenéis el cartel del nuevo trabajo de Bruno Dumont, protagonizado por Juliette Binoche, quien da vida a la mujer del título, una escultura conocida por su colaboración y relación con el también escultor Auguste Rodin —historia que quizá hayáis visto en ‘La pasión de Camille Claudel’ (‘Camille Claudel’, Bruno Nuytten, 1988)—. ‘Camille Claudel, 1915’ se centra en la etapa final de la vida de la artista, internada en un manicomio. Jordan Mintzer en The Hollywood reporter destaca el “perturbador retrato” de la protagonista y califica de “fascinante” la interpretación de Binoche, si bien critica al cineasta que distraiga la atención fijándose en otros pacientes de la institución.
A Boyero el cine de Dumont le resulta “insufrible” y parece incapaz de valorar la película, centrándose en atacar al cineasta por mostrar “el patético estado de gente que no interpreta, y que tampoco tiene capacidad para disfrutar del dinero que les hayan pagado por su lamentable presencia ante la cámara. Dumont ama tanto el realismo que practica la villanía para conseguirlo”. Martínez sigue un poco revuelto, deja escrito que la película es “exagerada, encendida, extrema, incompresible y brutal. Imprescindible incluso”… pero luego suelta que también es “profundamente aburrida”. Me encanta cuando la gente dice cosas así. Es una película maravillosa, pero también un coñazo. Es un film sobresaliente, le pondría un 6. ¿¿En qué quedamos??






‘Pardé’

También conocido como ‘Closed Curtain’, es el nuevo trabajo de Panahi, en colaboración con Kamboziya Partovi porque, como recordaréis, el cineasta sigue arrestado en su domicilio y las autoridades iraníes le han prohibido hacer cine (con relativo éxito, de momento). Sobre eso gira la película, sobre gente perseguida, filmada bajo las peculiares circunstancias que rodean al director. Boyero argumenta que la denunciable situación que vive Panahi no debería llevar a aplaudir sus películas, y dice que esta última es “metafórica, incomprensible y aburridísima”. Tampoco ha salido contento de la proyección Martínez, opina que ‘Pardé’ “se sumerge en una complicada red de metáforas, alegorías y mundos paralelos que acaban por ahogar la limpieza de un relato que, antes que nada, busca la emoción”. Víctor Martín-Pozuelo comenta en Videodromo que la de Panahi es una película “para valientes” que explora “las posibilidades del lenguaje cinematográfico”. Quedáis avisados.






‘Night Train to Lisbon’

Dirige Bille August y protagonizan Jeremy Irons, Mélanie Laurent, Bruno Ganz, Charlotte Rampling y Christopher Lee, motivos suficientes para interesarse por este film, adaptación de ‘Tren nocturno a Lisboa’, de Pascal Mercier. La trama gira en torno a un profesor suizo de lenguas clásicas que abandona su trabajo y se marcha a la capital portuguesa para buscar a un doctor y poeta que luchó contra el dictador Antonio de Oliveira Salazar. En La vanguardia escribe Salvador Llopart que Irons está “magnífico” pero que el relato es “artificial” y “mecánico, como en un culebrón”. Martínez no está de acuerdo sobre el trabajo del protagonista, dice que “hiperactúa”, pero sí coincide en lo poco que le ha convencido el trabajo de August, al que acusa de “hacer poesía de postal rancia de cada encuadre, de cada línea de guión”. David Rooney escribe en The Hollywood reporter que el film le ha aburrido y que “carece de pulso dramático”. Mejor nos vamos olvidando de este título…






‘Epizoda u zivotu beraca zeljeza’

También llamado ‘An Episode in the Life of an Iron Picker’, es el último trabajo del bosnio Danis Tanovic y se centra en la cruda vida de una familia gitana que come gracias a la venta de hierro. Joan Sala en Filmin resume lo que opina sobre la película diciendo que es un “spin-off de ‘La muerte del Sr. Lazarescu’ que huele a premio”; destaca que la labor de los actores, no profesionales, “contribuye maravillosamente al absoluto sentido de autenticidad y realismo social que desprende” el film de Tanovic. Martínez, que parece obsesionado por los “15 centímetros” de algo, compara la realidad de Bosnia que retrata Tanovic con la de España y dice que la película es “sencilla, cruel, sincera” y “diminutamente inmensa” (¿¿??). Dan Fainaru, de Screen daily, destaca la visión “desoladora pero tristemente auténtica” de unos hechos que Tanovic recrea y filma como si fuera un documental, con sus pros y sus contras. Parece candidata a entrar en el palmarés, habrá que verla.


Fuente: Blog de cine.