Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La película olvidada: El rostro impenetrable, 1961, dirigido por Marlon Brando.

La venganza tiene dos caras o El rostro impenetrable, One-eye Jacks, de Marlon Brando

Por Anne Villaleur

Selección de dossiers du cinéma y traducción del francés de Héctor Enrique Espinosa R.

Primero y único filme realizado por Marlon Brando, El rostro impenetrable (1961) ha sido visto curiosamente por muchos críticos. Rápidamente se contempló el filme como esencialmente el de un estrella –y, lo que es más, el de un monstruo sagrado- preocupado en poner en evidencia el valor y desplegar sus defectos – en recurrencia, su lentitud, su pesadez. El propio título estadunidense One-eyed Jacks (traducido alegremente como “el sirviente de un solo ojo”) se ha convertido en una pieza por encargo, conforme se desarrolla, muy evidentemente, como lo dice Louis Bory, los sirvientes de ojos a la carta sin ver más que un solo provecho, como puede ser, en “jacks” la idea de los malos -pero con todas  las reservas. En todo caso el plural resulta capital porque no es solamente Dad Longworth (Karl Malden) quien traiciona a su amigo Rio (Marlon Brando) que está en presidio, sino todos aquellos que tienen dos caras, comprendido Rio y otros. Una última  pregunta: ¿Es este un western? Todo sucede en el Valle de la Muerte y en un pueblecillo  californiano, hay dos asaltos a banco, bandidos, un sheriff, cabalgatas, pero es totalmente inútil discutir para saber si debemos considerar el filme en un caso o en otro. Pero no solamente el filme va a contra corriente en estos puntos de vista, sino además llega con frecuencia, en más de una secuencia, a retomar la causa precedente.



Desde el inicio su óptica es desordenada. Luego de una panorámica por un muro de piedras amontonadas, cortada por un inserto de un morral y unos fusiles (muro que encontraremos enseguida en la pieza donde permanece Rio herido, y luego en la prisión), asistimos a escenas típicas del western: asalto a un banco, cabalgata de huida, el saloon con muchachas, cabalgata inmediata que lleva a los evadidos al Valle de la  Muerte donde uno de los dos parte en busca de seguridad. Del verde de las praderas a los colores clásicos del salón, pasamos al rojo de las montañas y al rubio del desierto rayado por la tempestad de arena. Pero la captura es muda, como para subrayar que todo eso es muy conocido y porque ahí queda y, en revancha, hay un alto en ese movimiento: en una buena demora, Rio pasa su tiempo seduciendo a una alegre muchacha,  presentándose como un honesto hombre tan sentimental que le ofrece al objeto de su amor una sortija aparentando que fue de su querida madre. Sin olvidar, en el momento del escape, retoma esa prenda de amor. Seguida de secuencias de exposición destinadas a situar a Rio, un bandido de boca torcida, redoblado en bajeza, y es que así en verdad por el hombre que le traicionó: Dad Longworth. Mini-western con sus punteos: vigorosos bandidos, mujeres objeto, malvados que despiertan simpatía ante los más malos que ellos y después, ciertamente, de la acción y un desorden que dará la medida.

Este preámbulo subraya por contraste hasta que punto el filme se aleja del estereotipo y se alejará cada vez más., hasta hacer comprimirse en las secuencias que hacen referencia a la primera parte o al final, juzgado por ciertos convencionalismos, más que nada no es resolutivo y quedaremos lejos del final feliz. A partir del momento  en que Rio sale del presidio donde ha permanecido cinco años, Marlon Brando va a tratar de mostrarnos los personajes que no tienen sitio en un mundo maniqueísta. Uno solo entre ellos, Clyde, un cómplice de Dad convertido en sheriff, no tiene más que  hipocresía, pereza, odio. No es el mismo caso de Amory, el bandido que recluta Rio a partir de su liberación. Ciertamente Amory no es un personaje de gran espesor psicológico. Es un hombre de acción, que se ha relacionado con Rio por necesidad; no tiene simpatía por él, más allá de sus desventuras y sus tergiversaciones, ha matado a Modesto, el Mexicano que intentó defenderlo. Modesto no era un sentimental. Probando admiración y amistad por Rio parte con Amory pero se rehúsa a que cometan el robo en  que Rio fue acusado inicialmente. Es todo. He aquí a los personajes secundarios. Dad Longworth es en principio quien justifica el título luego de que Rio le dice  en esencia: “Tienes dos caras, solo yo conozco la verdadera”. ¿Pero cuál es la verdadera? ¿La del bandido que traiciona a su amigo? ¿La del buen sheriff, buen marido, o buen suegro?  Superficialmente el primero. ¿Pero si ha podido jugar de buen  sheriff para asegurar su nueva honestidad, que es la que contrae al desposar a María, una joven madre, y ser un buen padre para Luisa? Igualmente si desenmascarado injuria a María, tanto como si ataca a Rio para quebrantarlo, no podemos reducir a Dad  solamente a sus lados malvados. María es una buena madre, buena esposa, pero no sabemos que hay de verdadero tras los insultos de Dad. A pesar de todo es el personaje  más puro, como Luisa, la dulce, la tierna Luisa a punto de acostarse con un señor que ella conoció después de algunas horas en que no todo pudo realizarse, por mucho, como  la heroína pura. La ternura, el dulzor –que no excluye la determinación- está en la mirada que coloca el realizador sobre estas dos mujeres, las cuales son las antípodas de la mujer-tipo del western: gansa blanca, valiente enderezadora de entuertos o cantante de salón…


De hecho en cuanto a héroes, Rio está bastante lejos de la tradición. Es un bandido que concibe su venganza como un bandido. Apenas ha salido del presidio,  contempla asaltar un banco y en la misma oportunidad matar a Dad. Con Luisa se conduce exactamente como con la mujer que ha querido seducir antes de su arresto: los mismos engaños (esta vez es un agente del gobierno), el mismo regalo emotivo (un collar de pacotilla reemplaza a la sortija de su mamá). La misma oportunidad para Brando de introducir la escena de la seducción: cielo de paz mientras que al lado no hay más que el ruido y zapatos. Si, después, aprueba la necesidad de defender a una dama a quien brutaliza un hombre, todavía tiene un buen reflejo, mientras que el otro saca su revolver, él tira primero y lo mata. Cuando es azotado por Dad y aplastada su mano, se  repone con tenacidad, no necesita probar su valor para sobrevivir a la misma vez; matar  a Dad y robar el banco. Mata a Dad. En revancha no traiciona a Amory, y resulta  evidente  que no habría traicionado a Dad. Y lo vemos aprender poco a poco a  conducirse bien con Luisa, aprender a amar a una mujer. Pero podemos decir que el  filme se termina con puntos suspensivos porque no sabemos absolutamente nada de que podrá suceder con Rio.

Es también evidente que no sería el sheriff, no solamente por Dad, sino por lo que  ha podido ver en el encantados sitio del pueblecillo. La primera visión es idílica:  Calma, alegría, fuentes, buena gente apacible entre las que un señor coloca flores en una canasta. Segunda visión: cuando Dad lo tortura, hombres y mujeres y hasta los niños  están presentes, ávidos de no perderse un detalle del espectáculo -y la secuencia es de una extraña brutalidad. Tercera visión, más sorprendente si es posible: todos esos  buenos ciudadanos, el rostro deformado por la ira, quieren linchar a Rio. Cuarta visión: el duelo a pistola Dad-Rio; el lugar es vaciado milagrosamente por sus mirones  pasajeros, sádicos linchadores. Y por todo ello hace pensar que lo cotidiano del pueblo es apacible como cualquier otro.

Si Marlon Brando nos incita sin cesar a revisar nuestra visión de las personas, es porque debe probar una notable destreza en la realización. La dirección de actores, esencial aquí, está lejos de ser marcada por Brando el comediante. Si utiliza en sí su  lado cuadrado en casi todas las escenas donde está en relación con sus asociados o con Clyde, tiene todo el ejemplo, más que el diálogo explicativo con Dad, ante los ojos de  María y Luisa. Es verdad que, para la mayoría de las escenas con Pina Pellicer, el realizador parece olvidar al artista Brando para fijar toda su atención en el rostro, desnudando de toda alegría, pero con un encanto indecible, de su compañera. Ternura, decepción, alegría, pena, determinación, todo puede leerse en ese rostro que por momentos adquiere una extraña belleza. La misma selección de Pina Pellicer, de sus colores, muestra el cuidado de Brando a la vez de poner valor y cuidado en la  composición de los colores. Ropa roja desde la primera aparición con Dad, blanco para la escena de seducción (planos magníficos de la muchacha corriendo en el agua), rojo de nuevo, con mantón azul claro cuando ella viene a ver a Rio, que se repone a la orilla del mar, curiosa vestimenta verde y negra que le da dos perfiles en la prisión, y finalmente la ropa azul y verde luego de la evasión de Rio, en los mismos tono fríos de la habitación donde hubo la explicación tempestuosa entre Dad y María. Otra secuencia de tonalidades particularmente estudiadas: el regreso al amanecer de Luisa a su recámara, cobija de rosa-malva sobre la cual se destacan algunos elementos, el vaso, la bata de Luisa…



Pero el contraste más sorprendente se sitúa en el exterior, con la introducción del agua antes de su liberación de presidio (en un río) y el leitmotiv del mar, ligado sobre todo a Rio y Luisa, mientras que el agua estancada será sobre todo el decorado para Amory y sus hombres. Pasamos del verde al rubio rosado del preámbulo a una sinfonía azul-verde en la segunda parte, pero todas las veces con referencia a las tonalidades del principio: dunas, rocaderos, el verde de los árboles, y polvo que se levanta en el lugar durante el duelo final, evocando la tempestad de arena de la traición. Las cabalgatas a la orilla del agua, las escenas en el exterior de la barraca donde Rio se alivia y practica tiro con la mano mala, las dos secuencias de amor Rio-Luisa (una de noche, la otra de día) no están situadas sencillamente en un decorado de mar: el mar juega un papel activo. A  tal punto que parece natural que Dad cabalgue delante del mar desconcertado cuando va  hacia la prisión de Rio. Numerosas secuencias están acompañadas por el ruido del mar, haciendo más pesados los silencios que utiliza Marlon Brando muy juiciosamente, y que infortunadamente cubren poco siguiendo los flotes de armonía de Hugo Freihofer. Esta  música invasora verdaderamente es el único factor pesado del filme donde Marlon  Brando da prueba por fin de una ironía saboteadora. En el bar donde Amory lo convence para el asalto, Rio, con su poncho rojo, adquiere bruscamente el aire de un emperador romano; y en el salón donde mata a un hombre, domina una reproducción de la Gioconda que parece mirar a Rio y a Dad mientras explican cómo arrastrar el cadáver mientras tanto.

Estos guiños de ojo no ayudan más que un pimiento suplementario al filme, tan conmovedor como la mar, donde el debutante Marlon Brando se muestra también con facilidad dentro de la brutalidad salvaje como en la sugestión de ternura. Pero nada es descuidado, y nada mal en los viejos caminos del cine que pudieron entregar valiosas lecciones fructíferas en El rostro impenetrable.

Ficha Técnica:

El rostro impenetrable. (One-eye jacks /La vengeance aux deux visages). 1961.

Realización: Marlon Brando.
Guión: Guy Trosper, Calder Willingham basados en la novela de Charles Neider La auténtica muerte de Hendry Jones.
Director de fotografía: Charles Lang Jr.
Director artístico: Hal Pereira, Joseph McMillan Johnson.
Música: Hugo Freihofer.
Edición: Archie Marshek.
Asistentes: Francisco Day, Harry Caplan.
Vestuario: Yvonne Wood.
Producción: Frank Rosenberg, George Glass, Walter Seltzer para Paramount.
Duración: 141 minutos.
Intérpretes: Marlon Brando (Rio), Karl Malden (dad Longworth), Pina Pellicer (Luisa), Katy Jurado (María), Ben Johnson (Bon Amory), Slim Pickens (Lon), Larry Duran (Modesto), Sam Gilman (Harvey), Timothy Carey (Howard), Miriam Colon (Pelirroja), Elisha Cook (Empleado del banco), Rodolfo Acosta (Jefe de rurales), Ray Teal (Cantinero), John Dierkes (Barbu), Hank Worden (Doc), Nina Martinez (Margarita)


Fuente: Portal Cineforever, http://www.cineforever.com/2011/07/11/la-venganza-tiene-dos-caras-o-el-rostro-impenetrable-one-eye-jacks-de-marlon-brando-por-anne-villaleur/

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