Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Leopoldo Torre Nilsson: Creación e imagen... parte 1.

Asi, "sin amor, pensando que iba a ser un oficio, una técnica", aquel adolescente que había nacido en Buenos Aires el 5 de mayo de 1924 y que cursara estudios en el Florida Day School, se inició como ayudante de dirección de su padre en 1939 con "Los pagares de Mendieta".

Desde ese momento, su participación activa en la obra de Leopoldo Torres Rios -uno de los pioneros del cine argentino, permanente cultor del cine popular, a excepción de "La vuelta al nido" (1938), un film expresionista que fracasó comercialmente por haberse adelantado a su época- enumera diecisiete títulos, ya como asistente, coautor, guionista o compaginador y dos títulos menores en los que asistió a Luis Bayón Herrera.

En contraposición a su formación técnico-cinematográfica, con films de corte netamente popular y sin mayores pretensiones temáticas, la formacion cultural de Leopoldo Torre Nilsson fue gestándose a través de largas lecturas de autodidácta, con autores como Kafka, Proust, Dos Passos y Joyce, entre los extranjeros y Borges, Roberto Arlt y Horacio Quiroga entre los argentinos. A estas lecturas, Torre Nilsson sumaba un elemento tan imprescindible como necesario: ver cine de todas las épocas. Mucho y bueno.

Leopoldo Torre Nilsson adolescente (de Pié) durante la filmación de "Adiós, Buenos Aires", junto a Floren Delbene, Leopoldo Torres Ríos, José Agustín Ferreyra (de visita en el set) Carlos Torres Ríos y Oscar Nelson.

Todo artista refleja en su obra, invariablemente, un testimonio. Las ideas que expresa, la época, los sentimientos. Y la obra de Leopoldo Torre Nilsson en algunos momentos acusada de preciosidad temática, constituye, en si misma, no sólo uno de los más valiosos documentos testimoniales de nuestra cinematografía, sino también de nuestra cultura, de nuestro país y su historia, sometida desde siempre a la influencia europea. En 1947, basándose en su cuento "El muerto", realizó su primer intento como director cinematográfico: "El muro", un cortometraje de vanguardia, con lenguaje por momentos ingenuo, pero con algunos elementos que con el correr del tiempo llegarán a ser constantes en su carrera directriz: profundos buceos de la soledad, la rebelión social y un universo tan lírico como novelesco.

Torre Nilsson solía definir a "El muro" como "un pecado de juventud". Pero viendo el film en perspectiva, lo podemos distinguir como su primer rechazo hacia el cine comercial, ese cine que tanto por sus amistades, por el medio en que desarrollaba su actividad, como por la influencia de su padre, podía haberle significado un provechoso camino.

Pero Torre Nilsson se sintió impulsado hacia un cine distinto, con una dificultosa lucha por la búsqueda de una temática seria y la posible expresión de su mundo; con una profunda indagación en el alma de sus criaturas y su problemática existencial, arrastrada desde la infancia y ubicada en el plano social contemporáneo.

Un universo propio, particular, no sólo aferrado a su visión personal, sino a la recreación de ambientes, personalidades y psicologías de determinados sectores de nuestra sociedad, que comenzaron a caracterizar su obra.


"El muro"

En "El muro" hay dos problemas a contemplar: uno, el que deriva de su proyección, que puede interesarnos o no, que puede merecer aclaraciones o desden; entra en la corriente, superada en Europa, no practicada aqui de los films de vanguardia, con sus debilidades técnicas y sus audacias formales y con gota de suprarrealismo (más bien expresionismo en este caso) y el otro, el aspecto moral, la intención de gritar, gritar en este desierto que ni siquiera es académico de nuestro cine, gritar mal, desacertadamente, pero gritar aunque sólo sea para que oiga una sola persona y despierte.

"El muro" se exhibió dos veces en Buenos Aires en exhibiciones organizadas por Gente de Cine que dirige Roland. No hay noticias de las contingencias que ese grito pudo haber provocado.

¿Fracaso del film, fracaso del publico?. "El muro" fue una tentativa por crear entre nosotros un cine de experimentación. Todavía tengo esperanzas de que sea continuada.

                                                                                                                 Leopoldo Torre Nilsson


Extraído de Los films de Leopoldo Torre Nilsson, 1980, Ediciones Corregidor


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