Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

sábado, 12 de junio de 2010

Tiempo de revancha.

EL CINE DE ADOLFO ARISTARAIN.




En las miles de escuelas de cine que existen actualmente en la Argentina –que albergan en su totalidad a una mayor cantidad de estudiantes que los que hay en la Unión Europea entera–, todo el mundo habla maravillas de Lucrecia Martel, todo el mundo quiere filmar como ella. En lo personal, no tengo ninguna duda: Martel es la directora más interesante (con mayor proyección también) que ha irrumpido en el panorama del cine argentino durante los últimos años. Ahora bien, como señalaba semanas atrás el crítico Jorge Carnevale en la revista cultural de “Clarín”, sorprende que nadie, entre ese sinnúmero de estudiantes, hable de filmar como Aristarain; les costaría bastante, porque ahí se impone el rigor de lo que se está contando, la urgencia de ser claro sin abrumar al espectador. Como pasa con los grandes directores, Aristarain tiene un estilo, una manera de narrar que no se nota. Es la manera de un clásico. La escritura invisible.

Es probable que muchos de ellos no estén enterados de la existencia de un filme llamado Tiempo de revancha, y como afirma Carnevale, quizá sea hora de volver a un filme ejemplar como éste. En 1981 nada se podía decir ni mostrar en el cine argentino. Si bien el tiempo de la censura y el miedo estaba llegando a su fin, cuando Adolfo Aristarain y el sello Aries se embarcaron de lleno en el proyecto, todavía seguía plenamente vigente, inconsciente de su propia decadencia.

Federico Luppi se encontraba, desde hace varios años, exiliado en España, luego de que la dictadura militar prohibiera la exhibición de La Patagonia rebelde, una película que recreaba los trágicos hechos que se sucedieron en 1922, a causa de la brutal represión desatada por parte del Ejército argentino ante una rebelión de habitantes y sindicalistas de la provincia de Santa Cruz. Aristarain lo convenció, y finalmente Luppi decidió regresar a la Argentina para protagonizar una película por la que cosechó parte de los mayores galardones de su vasta trayectoria.






Con estructura de thriller, el largometraje se adentra en las peripecias de Pedro Bengoa, un operario desempleado que logra ocultar su prontuario como dirigente sindical, para de ese modo conseguir un trabajo como dinamitero en una multinacional que explota una cantera de cobre en el interior de la Argentina. Decidido a “sentar cabeza” y dejar en el olvido las antiguas revueltas, en la mina, Bengoa se reencuentra con Di Toro, viejo compañero de luchas. Éste le hace ver las peligrosas prácticas que, en procura de lograr mayor rentabilidad y con completa impunidad, la empresa lleva adelante, poniendo en peligro la vida de los trabajadores y quebrantando las leyes. A pesar de sus intenciones iniciales, un hombre acostumbrado a batallar, un espíritu revolucionario como Bengoa no puede permanecer indiferente ante la situación, y junto a su colega deciden fraguar un accidente con la intención de sacarle una sustanciosa indemnización a la inescrupulosa multinacional. El plan acaba en una tragedia cuando Di Toro muere en el simulacro. Luego de la explosión, Bengoa es sacado de entre los escombros, y desde allí hasta el final de la película ya no pronunciará una sola palabra más: se finge mudo, llevando el asunto hasta las últimas consecuencias, pese a que desde la empresa lo vigilan, lo graban y lo presionan constantemente, sin darle respiro. Bengoa duerme y hasta tiene relaciones sexuales amordazado, para no traicionarse. Y es que, en definitiva, la película de Aristarain habla de eso: de la dignidad, de la necesidad de resistir los embates, de no bajar los brazos, de no traicionarse.






La filmografía de Aristarain es pródiga en personajes que transitan por los bordes de la utopía, poniendo de relieve el ideario de filiaciones izquierdistas del propio director; pero sin embargo, intuyo, ninguno habrá quedado tan marcado a fuego en su memoria como Pedro Bengoa. La composición de Federico Luppi es sencillamente magistral, toda una clase de ímpetu y compenetración actoral. Aristarain siempre ha remarcado que sus modelos cinematográficos los halló en el viejo cine norteamericano. Surgen naturalmente los nombres de John Ford, de Raoul Walsh y de Howard Hawks. Se nota que el director argentino mamó buena parte de sus aptitudes tras las cámaras de ese cine de los años cuarenta y cincuenta, de cintas clásicas como The Quiet Man, White Heat y The Big Sleep. A diferencia de lo que sucede hoy en día, el espectador no percibe siquiera la mano del director, característica que en la mayoría de los casos resulta más difícil de lograr que los supuestos alardes técnicos de los directores que filman fuera de foco y se creen genios.






Pletórica de sarcasmo, inundada de voces acalladas que pugnan por salir a la superficie, en Tiempo de revancha se filtran un manojo de metáforas subrepticias, que están ahí, presentes, pero que tienen que ser leídas entrelíneas, puesto que la explicitud es un regalo con el que Aristarain no contaba en 1981. Escribe Carnevale: El filme no habla de militares, sino de un país transitado por el miedo, un miedo al que unos cuantos le sacan provecho. No hay bajada de línea ni la menor retórica: la dinámica de la narración lo dice todo.





Ficha técnica

Tiempo de revancha (1981)
Dirección: Adolfo Aristarain
Guión: Adolfo Aristarain

Fecha de Estreno: 30 de julio de 1981


Intérpretes:

Federico Luppi, Pedro Bengoa
Haydeé Padilla, Amanda Bengoa
Rodolfo Ranni, Torrens
Julio De Grazia, Larsen
Ulises Dumont, Bruno Di Toro
José Jofre Soares, Aitor
Aldo Barbero, Rossi
Enrique Liporace, Basile
Arturo Maly, Dr. García Brown
Jorge Hacker, Guido Ventura
Alberto Benegas, Golo
Ingrid Pelicori, Lea
Jorge Chernov, Jorge
Cayetano Biondo, Bautista
Marcos Woinski, El Polaco
Héctor Calori, Médico
Lidia Catalano
Carlos Verón
Carlos Trigo
Osvaldo de la Vega
Aldo Pastur, Operario 2 en cantera
Enrique Latorre
Jorge Velurtas
Rafael Casadó
Enrique Otranto, Psicólogo
Marcela Sotelo
Cristina Aroca, Intérprete
Carlos Vern
Felipe Méndez, Operario 1 en cantera
Miguel Angel Llobet, Botones
Alejandro Arando, Especialista en audiometría






Equipo Técnico

Producción: Héctor Olivera y Luis Osvaldo Repetto
Jefe de Producción: Alejandro Arando
Asistente de Dirección: Jorge Gundín
Fotografía: Horacio Maira
Cámara: Nicolás Paradiso
Vestuario: Marta Albertinazzi
Montaje: Eduardo López
Música: Emilio Kauderer
Sonido: Daniel Castronuovo
Asistente de producción: Raúl Ahumada y Néstor Jones
1er ayudante de dirección: Alberto Lecchi
2do ayudante de dirección: Antonio Barrio
Foto fija: María Inés Teyssié
Maquillaje: Elvira Ramos
Efectos especiales: Alex Mathews
Director de 2da unidad: Jorge Gundín
Escenografía: Abel Facello
Corte de negativo: Margarita Bróndolo

Fuente: Vagabundeoresplandeciente.blogspot.com
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