Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

domingo, 4 de octubre de 2009

El cine según Federico Fellini


Selección de textos por Gilbert Salachas

¿Qué significa hacer un film?

El cine se parece muchísimo al circo. Es probable que si no hubiese existido el cine no habría encontrado a Rossellini, y si el circo fuese todavía un espectáculo de cierta actualidad, me habría gustado ser director de un gran circo, porque el circo representa, justamente, una mezcla de técnica, de precisión y de improvisación. Al mismo tiempo que se desarrolla el espectáculo preparado y repetido, se arriesga realmente algo; es decir, simultáneamente, se vive. Por supuesto, hay cosas que no tienen nada que ver con la creación de la fantasía: hay jirafas y tigres, hay animales. Y esta manera de crear y de vivir al mismo tiempo, sin límites fijos a los que debe someterse un escritor o un pintor, hundiéndose en la acción, constituye la médula del espectáculo del circo. Existe esa fuerza, ese coraje… Y me parece que el cine es la misma cosa. En efecto ¿Qué significa hacer un film? Naturalmente, se trata de poner orden en ciertas fantasías y narrarlas con cierta precisión. Sin embargo, cuando se filma, todo nos emociona: la vida del equipo, los encuentros, las nuevas ciudades que deben visitarse para ambientar la historia, toda la vida cinematográfica nos emociona y nos enriquece, mientras se trabaja.





Cineasta: hombre de espectáculo

Soy un hombre que no soporta las definiciones, las etiquetas. Pienso que las etiquetas no deben ponerse sino sobre las valijas; en arte no sirven para nada. Se trata, en cierto momento, de saber si el que quiere narrar la realidad a los demás tiene la posibilidad de ser el intérprete de ella, porque si no es intérprete, será inútil que empiece. Por este motivo mi mayor admiración, la más cálida, la más ferviente se dirige, por ejemplo, a un autor como Ingmar Bergman. Ese es un hombre verdaderamente dotado. Un auténtico autor, un verdadero hombre de espectáculo. Bergman es el ejemplo de lo que entiendo por espectáculo, es decir que demuestra que en arte todos los medios son lícitos. Sólo he visto dos películas de Bergman: Las fresas salvajes y El rostro. En este sentido, El rostro me produjo una especie de depresión porque se trata, exactamente, de una historia que yo había escrito hace cuatro o cinco años y que tenía la intención de realizar, por supuesto, en un clima diferente. El es nórdico y yo soy mediterráneo, latino, pero el tema era exactamente el mismo. Pero ¿Qué quería decir? ¡Ah! Esto: quisiera agregar que la manera de contar de Bergman, la riqueza de su temperamento y sobre todo su forma de expresar es exactamente la que, en mi opinión, conviene a un hombre de espectáculo, es decir una mezcla de mago y prestidigitador, de profeta y de payaso, de vendedor de corbatas y de sacerdote que predica. Esto debe ser un hombre de espectáculo.

Influencias

“Si puede hablarse de alguna influencia cinematográfica que me haya servido directamente en mi trabajo fílmico hasta Roma, ciudad abierta y Paisá, indudablemente debe ser la del cine francés que, por otra parte, hacia los años 40 imponía su ley a casi todo el mundo”.

Fuente: Fellini por Gilbert Salachas, Monte Avila editores, 1971

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