Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El sabor de la verdad.


Un dramaturgo y director teatral elige su película favorita: Carlos Mathus y Un día muy particular, de Ettore Scola.

Un día muy particular.

(Una giornata particolare, 1977)
Dirigida por Ettore Scola, sobre guion de Ruggero Maccari y Maurizio Costanzo, con música de Armando Trovaioli.





La película cuenta el encuentro azaroso entre Antonieta (Sofía Loren), una ama de casa casada y con seis hijos, y su vecino Gabriele (Marcello Mastroianni), un periodista homosexual, durante el día en que Hitler visitó a Mussolini, en Roma, el 8 de mayo de 1938. Mientras toda la familia de ella sale a la calle de la mano de su marido fascista (interpretado por John Vernon) para atestiguar “el gran evento”, Antonieta se queda en casa para completar sus tareas domésticas. En todo el edificio sólo queda un hombre, Gabriele, que acaba de perder su trabajo en la radio y que pronto será deportado a Sardinia, por su inclinación antifascista y por su homosexualidad. Al encontrarse por casualidad en el edificio, comienzan a conversar y ella incluso llega a insinuársele un poco, ignorante de la inclinación sexual de él. En el transcurso de solo un día nace entre estos dos personajes, que enseguida dejan entrever su dolorosa soledad, una profunda amistad, que está llamada a terminar demasiado pronto.

Una giornata particolare participó de la competencia oficial en Cannes de 1977, y luego ganó el Globo de Oro y el premio César al mejor film extranjero de 1977; su director y su actriz protagónica fueron galardonados con el David Di Donatello. La Academia de Hollywood nominó al film como mejor película en idioma extranjero, y a Mastroianni como actor protagónico. En un papel secundario aparecía Alessandra Mussolini, nieta del Duce y sobrina de Loren, y más tarde dirigente del movimiento neofascista italiano.

Por Carlos Mathus

Hay películas que me producen una sensación muy fuerte y muy difícil de definir, una angustia que me persigue mucho tiempo después de verlas. Son muy pocas: el cine me gusta mucho, pero rara vez me impresiona. Una de esas pocas películas, de las que más de cerca me ha tocado, es Una giornatta particolare, de Ettore Scola. Y es que alguna vez tuve una relación muy especial con esa película.

Fue en los ’80, cuando vivía en Brasil. Yo viví más de diez años en Brasil, y trabaje mucho allá. Y en un momento me pidieron que adaptara para el teatro esta película de Scola. Yo acepté sin haberla visto, y recién entonces fui a verla. Al salisteis del cine, me dio vergüenza haber aceptado: nunca iba a llegar a hacer algo tan bueno, tan emocionante, tan poderoso como eso que había hecho Scola con Mastroianni y Sophia Loren. Iba a tener que olvidar lo que Scola había puesto en mí, borrarlo para poder seguir adelante. No iba a ser fácil.

Lo más notable –que es lo que pasa siempre, creo- es que supe que era una gran película, pero no supe bien por qué. Algo me había pegado con fuerza. Toda esa historia social que se mueve detrás de los protagonistas, pero en especial la manera en que lo plantea Scola: no directa, sino siempre por atrás, rodeándolos a ellos dos. Que en medio de las circunstancias enormes –es 1938, Hitler llegó a Roma a visitar a Mussolini y el pueblo salió a las calles a saludarlos- viven una historia simple. El encuentro entre ellos dos es de esas cosas que están por encima de uno, esas cosas que uno cree que está haciendo, pero en las que en realidad uno no toma ninguna decisión: son cosas que están decididas, para las que estamos destinados. Como las cosas simplemente ocurrieran. En ese sentido, yo tenía por momentos la sensación de estar viendo un documental, algo verdadero. Eso es un logro de Scola, pero también de Mastroianni y Loren, que no parecen ser actores actuando, parecen estar viviéndolo de verdad; es increíble la vida que consiguen dar a sus protagonistas. A su vez, la narración, la cámara, jamás perturban nada de lo que está sucediendo: no es una representación, es la verdad misma. Mi madre era soprano, así que yo me crie desde bebé en el teatro, así que supe desde siempre la mentira que es el arte; pero con Una giornatta particolare creí estar viendo la pura verdad.

A pesar de que el contexto es la guerra que está por venir, una situación dura y violenta, lo que uno recuerda de la película es su ternura, lo contrario, el contraste entre afuera y adentro. La emoción, la angustia de estos personajes que están muy solos, que están condenados desde un comienzo, porque el suyo es un amor que no puede existir, que está destinado a terminarse enseguida. La angustia es insoportable.
En aquel momento en que debí afrontar este trabajo en Brasil, me divertí todo lo que pude. Traduje y adapté la obra, que se estrenó en San Pablo en 1987 con dos excelentes actores: Gloria Menezes y Tarcisio Mieira. Fue un éxito, pero yo después ya no volví a ver la película. La emoción había sido demasiado fuerte, me tocaba mucho, y yo ya no quiero angustiarme cuando voy al cine. Lo que queda en el recuerdo de aquella emoción, que quizá provino de algo que yo estaba empezando a entender cuando la vi por primera vez, algo que tenia que ver con toda mi vida. Yo nací en 1940, así que en mi infancia el tema de la guerra estuvo siempre muy presente. Mi padre nos dejó y se fue de casa cuando yo era chico. Más tarde, yo supuse que mi padre había sido nazi. Nunca pude comprobarlo, y en casa no se hablaba de eso, pero son conjeturas que hice en base a cosas que encontré más tarde, a algunas fotos. En todo caso, es algo que no voy a saber con certeza jamás, es una historia que completé yo solo. Y sé que cuando vi Una giornatta particolare esa historia empezaba a cerrarse. De golpe, frente a la película de Scola, sentí que toda mi vida se relacionaba con eso, con ese mundo que rodea a los protagonistas y entendí, antes desde la emoción que desde el intelecto, por qué aquello había sido tan terrible.

Es algo que proviene de muy adentro. Esa angustia que, como dije, es tan difícil de definir, pero que es lo que yo busco desde entonces transmitir, aunque sea muy poco, en mis propias obras.

Fuente: Diario Pagina 12, suplemento Radar, 21 de febrero de 2010.

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