Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Este lado del arco iris.

ALICIA YA NO VIVE AQUÍ (Alicia Doesn't Live Here Anymore, 1974) 
Por Javier Castro
Cartel del film
1974. ALICIA DOESN'T LIVE HERE ANYMORE (Alicia ya no vive aquí) 
EEUU-Reino Unido. Productor: James B. Harris. Producción: Anya, Harris-Kubrick Productions, Seven Arts Productions y Transwood para MGM. Guión:Valdimir Nabokov y Stanley Kubrick, según la novela del primero. Fotografía:Oswald Morris, en b/n. Música: Nelson Riddle y Bob Harris. Dirección artística:William C. Andrews. Montaje: Anthony Harvey. Duración:
 152 minutos.














La primera vez que vi esta película en el cine, en una filmoteca, pensé al comienzo que se habían confundido y habían puesto El mago de Oz en su lugar. Mas que por el color, que en la de Fleming es blanco y negro en esta primera parte mientras que en la de Scorsese está muy saturado (te puede dejar casi ciego si lo ves en una tele un poco vieja), el comienzo recuerda a aquélla en el aspecto de ensoñación infantil, el recuerdo de tiempos mejores en los que aun se podía soñar. Pero a este lado del arco iris los sueños siempre se frustran, para bien o para mal, porque la realidad impone sus condiciones. A veces se dan segundas oportunidades, como en esta película, pero nunca como te las esperas. Como dice Meryl Streep a través de su personaje de Memorias de África (Outland Africa, 1985. Sidney Pollack), «cuando dios quiere castigarnos, hace realidad nuestros sueños».

Muy lejos en el espacio y en el tiempo de la granja en la que Alice soñaba con ser cantante, ella es ahora un ama de casa frustrada y desilusionada. Tiene un marido de carácter irascible, que la ignora como se ignora a quien está siempre a tu lado, y un hijo bocazas y demasiado avanzado para su edad, aspecto positivo que sus poco agudos padres no saben potenciar. Fantasea con una amiga sobre lo bien que podría estar sin un hombre. Pues un buen día le llega la oportunidad de comprobarlo. Su marido muere en un accidente y la deja sin apenas nada. Tras vender lo poco que tiene, se va por el mundo a buscar fortuna como cantante, la promesa de un sonido de un millón de dólares, como dice la canción de Bruce.

Afortunadamente Scorsese no nos atormentará con las canciones de Alice. Sólo un poco al comienzo para que sepamos que no lo hace mal, pero tampoco bien. La conocida atracción de Scorsese por la música la ha mostrado a la menor oportunidad, como por ejemplo en su interpretación como secundario en Alrededor de la medianoche ('Round Midnight, 1984) de Tavernier, la película New York New York (íd., 1977), el documental El último vals o la gloriosa banda sonora de Apuntes del natural (Life Lessons), el episodio que dirigió del collage Historias de Nueva York (New York Stories, 1989). Pero esta vez no es lo que le importa. Tampoco nos deprime con la desesperada búsqueda de trabajo de una cuarentona, que aunque atractiva, tiene poco que hacer en un mundo de veinteañeras. Sólo al comienzo nos nuestra sus avatares. Lo que de verdad importa a Scorsese es la búsqueda de la propia identidad de esta mujer, de su situación en este mundo, su relación con su hijo y su necesidad de amor.

Por eso, tras el onírico comienzo la cámara empieza moviéndose nerviosa, desencuadrando y ocultando a los protagonistas tras los objetos cotidianos, esos tras los que habitualmente nos escondemos y que nos protegen de nosotros mismos, con un montaje confuso, como si se le hubieran quedado cortas las tomas y las hubiera tenido que montar con lo poco que se salvó. A pesar del efecto que pretende mostrar, la desestabilización y las dudas de Alice, para mi gusto es la parte más floja de la cinta. Pero a medida que la vida de Alice se estabiliza (o lo parece), con ella se tranquiliza la cámara. Tras un primer trabajo como cantante en un bar de copas y una relación aparentemente ideal pero al final tormentosa con un veinteañero interpretado por Harvey Keitel, deberá irse a otra ciudad huyendo de él y aceptar un trabajo de camarera. Allí conocerá a un apuesto cantante, perdón, ganadero interpretado por Kris Kristoferson con el que mantiene una relación con altibajos pero con aparente futuro. Aunque no deja de causar cierto desasosiego el saber que, a pesar de las ilusiones que Alice tiene puestas en su carrera como cantante, y de contar aparentemente con el apoyo de su hombre, seguramente habrá de conformarse con la comodidad del hogar y volver a renunciar a sus sueños como hizo en el pasado. Mientras tanto, el niño sigue a la madre de aburrimiento en aburrimiento y de vez en cuando conociendo a alguien interesante de su misma edad, como esa niña precoz interpretada por una tierna Jodie Foster con la que tiene varios puntos en común.

Pero si alguien destaca es el papel protagonista de una sutil y matizada Ellen Burstyn, que tras unos comienzos deslumbrantes con sus papeles en El exorcista (The Exorcist, 1973. William Friedkin) y esta película (por la que obtuvo el oscar en 1975) ha tirado más por el teatro, sin demasiada fortuna en el cine, hasta que en 2000 protagonizó Requiem for a Dream del estrambótico Darren Aronofsky por la que volvió a ser seleccionada (película que, dicho sea de paso, detesto cordialmente). Aquí realiza el papel de su vida, escrito para su exclusivo lucimiento, y de lo cual por tanto se resiente la película, ya que los demás personajes son sólo comparsas creados a su medida. En este sentido la película da la impresión de ser un encargo para aprovechar el tirón que la actriz había alcanzado con El exorcista.

El guión va evolucionando de la tragedia familiar, a la lucha por la supervivencia y la dignidad, para ir diluyéndose conforme avanza la película en drama sentimental, aunque paradójicamente la cinta gana interés por una mejor construcción de los personajes, aunque las situaciones en las que se mueven sean un tanto forzadas, tendiendo a buscar la felicidad de la protagonista por encima de la verosimilitud de la acción.

En definitiva, una película que sin dejar de ser interesante esta en la media de las producciones del director, y lejos de las grandes obras de finales de los 70 y comienzos de los 80. Sobre un tema muy similar, con una protagonista de igual nombre en un claro homenaje a esta película, el genial Woody Allen hizo Alice (íd., 1987), que sin estar entre las mejores de su autor es una película mucho más certera en el tratamiento de las emociones y necesidades que mueven a los seres humanos.

http://www.miradas.net/0204/estudios/2003/02_mscorsese

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