Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

sábado, 25 de febrero de 2017

Mirar películas con lupa.

 

Cine. Ensayos de Kracauer sobre el séptimo arte, que incluyen apreciaciones sobre Orson Welles, Jean Vigo, Roberto Rossellini, pero también Dumbo.

Por ROGER KOZA



Siegfried Kracauer. Ensayista.

 
       
La colección de cine de la editorial El Cuenco de Plata merece un reconocimiento por parte de la cinefilia de habla hispana. Los libros publicados son extraordinarios, y Ensayos sobre cine y cultura de masas , de Siegfried Kracauer, refrenda una vez más la “línea argumental” de la colección: una traducción impecable, una elección imprescindible.

Dividido en cuatro secciones, precedido por un breve prefacio y una justificada introducción por parte de los compiladores de la versión estadounidense, y con un lúcido posfacio de Martin Jay, este libro compuesto por la mayoría de lo publicado por Kracauer desde su arribo a EE.UU. en 1941 sintetiza la sensibilidad teórica del autor: las películas emiten signos de un tiempo específico y un crítico de cine es aquel que sabe leerlos y enunciarlos. Su famosa afirmación acerca de que un crítico debe ser antes que nada un crítico social se constata en su sistema de lectura, que no desestima la descripción física de un plano y el análisis general de las formas cinematográficas.

En Ensayos sobre cine... hay pasajes teóricos contundentes que anuncian la célebre política de los autores y una modalidad temprana de problematización de los géneros del cine. El capítulo dedicado a Jean Vigo y a Preston Sturges, por ejemplo, son notables en tanto Kracauer consigue exponer la propia evolución interna de la obra de los directores sin prescindir de los condicionamientos sociales externos a ellas. Algo similar sucede cuando identifica la aparición repetida de una figura sádica de terror en el cine de Hollywood, que asocia con el siniestro avance del nazismo.

El libro también cuenta con críticas de películas de la época. Leer una reseña del autor sobre Paisá y El ciudadano , de Rossellini y Welles respectivamente, es esperable, pero no un análisis sobre Dumbo , donde además intuye proféticamente una evolución estética en la que el referente podría disiparse de la propia ontología del cine. Algún día una imagen podría dejar de corresponderse con lo real. ¿No era el cine una misteriosa redención física de la realidad? Hay también algunas reseñas no abocadas al cine. Uno de los libros en cuestión es Lo imaginario de Sartre.

La peculiar posición de Kracauer respecto de los círculos literarios de izquierda de Nueva York y su ambivalente relación con la Escuela de Fráncfort constituyen un núcleo de intereses que exceden el cine. Hay un capítulo magnífico que incluye una disputa directa entre el autor y su amigo Theodor W. Adorno en torno a la dialéctica (negativa). En varios capítulos, lateralmente, se verifica una apreciación edificante respecto de la cultura de masas, en las antípodas de la característica desconfianza de Adorno y sus discípulos. Aquí un ejemplo de su prosa y de esa polémica. Decía Kracauer: “Preston Sturges, desde siempre catalogado como un entertainer, es indudablemente mucho más que eso... Y además ¿qué tendría de malo que Sturges fuera un simple entertainer? Nada debería ser tomado más en serio que el entretenimiento capaz de congraciarse con millones de seres anónimos”.


Fuente: Revista Ñ, http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Mirar-peliculas-lupa_0_1660634077.html

viernes, 10 de febrero de 2017

Apuntes del 31 Festival.

«En ‘Los Modernos’ interpelamos, pegamos y amamos sin límites»





Al ritmo de tangos de Carlos Gardel y con un hipnótico blanco y negro, Los modernos, de Mauro Sarser y Marcela Matta llega a la Competencia Latinoamericana para contar las vicisitudes de una pareja inmersa en el torbellino de la modernidad. Sin artilugios técnicos y con una base narrativa clásica, la ópera prima de la dupla uruguaya indaga en el amor, la libertad sexual, la paternidad y las pasiones, con un guion mordaz que desnuda las imposturas de una sociedad y los temores cotidianos que nos alejan de nuestros deseos.

¿Cómo fue su acercamiento al tema de Los modernos?

Los Modernos nace como un deseo de hablar de ciertos temas y tirar ciertas barreras que veíamos en el cine local e independiente general. Quisimos alejarnos de un cine lento, de personajes callados y de conflictos casi inexistentes. Queríamos hacer una película con una estructura clásica, dinámica, entretenida, con personajes cercanos, con conflictos universales, pero buscando ese ingrediente original alrededor del que se construye la trama. Entonces nos pusimos a mirar nuestro entorno y a nosotros mismos, para tratar esos temas desde un lugar conocido. Por momentos es todo verdad con algo de mentira, y por otros, es todo un invento con algo de verdad. Nosotros trabajamos con lo que teníamos a mano en ese momento de nuestras vidas. Incluso rodamos es nuestras casas y la de nuestros amigos. Lo maravilloso de la ficción es la posibilidad de jugar con esa realidad. Explorar desde la escritura el "¿qué hubiera sucedido si...?" y llevarlo hasta las últimas consecuencias. Nos permitimos acariciar nuestras pasiones, enfrentar nuestros miedos, y pegarle a los malos que nos rodean cada día en nuestro trabajo, en la calle, en una pantalla. Sí, en esta película interpelamos, pegamos y amamos sin límites, es más fácil hacerlo ahí que en la vida real.


Juegan todo el tiempo con las líneas narrativas, relacionadas directamente con la elección técnica, en pos de un preciosismo estético. ¿Cómo fue el proceso de búsqueda de esa identidad?

La propuesta general de la fotografía y del lenguaje surgió de la intersección de dos variables: la realidad y la intención. El blanco y negro nos permitía reducir costos a la vez que funcionaba a nivel dramático y estético. Tenía que ver con los personajes, con la historia, con la música, con la ciudad. En cuanto a la fotografía sucedía algo similar. Trabajar con la luz real de las locaciones -salvo breves excepciones-, o, en el caso del fuego, que la fuente de luz fuera fuego y no un artificio que lo emulara, como se suele hacer en la industria, fueron decisiones que nos gustaban al mismo tiempo que nos ayudaban a hacer viable el proyecto. Es interesante como, en tiempos de imágenes perfectas y edulcoradas, volver a lo básico resulta un bálsamo. En cuanto al lenguaje cinematográfico es algo similar, no contábamos con artilugios técnicos, grúas, travellings o steadycam. La dinámica de la escena estaba dada por el movimiento de los actores frente a la cámara y algunas veces, cuando el momento dramático lo ameritaba, el uso de cámara en mano.

¿Cómo surge la idea de la utilización del blanco y negro? ¿Podría haberse contado esta historia en color?

El blanco y negro se instaló en este proyecto con un signo de inevitabilidad, no era posible hacerlo de otra manera, todos los caminos, cosas que en su momento parecieron casuales, decisiones que pretendían ser prácticas, todo confluyó en una estética que tenía que ver más con el espíritu de la película que con otra cosa. El blanco y negro se abrazó al título de la película con un juego de contraste similar al que lo hizo la música de Gardel. Pintó también la ciudad, las casas de los personajes y a ellos mismos, neutralizando otros colores, poniendo énfasis en las situaciones, en los conflictos, olvidándose de la estridencia en la dirección de arte y dando paso a este universo creado sólo para Los Modernos.

¿Cómo fue la experiencia de rodar su primer largometraje?

Como para rodar no tuvimos ninguna clase de apoyo o fondos, diseñamos un sistema de producción especial con un pequeño equipo que se entusiasmó con el proyecto a pura expectativa. El rodaje duró cuatro meses. Era difícil coordinar agendas porque todos trabajábamos. Por suerte éramos pocos, el equipo técnico estaba formado por seis personas, nada más. No se trataba de un mega rodaje al estilo de la publicidad, con cuatro camionetas enormes, un ómnibus de catering en la puerta y un equipo de cuarenta personas. Éramos cuatro gatos locos con una cámara, un trípode y un par de micrófonos. Tuvimos la suerte de trabajar con gente muy talentosa, que fueron capaces de pasarle por encima a estas limitaciones.

Hay claras referencias, tanto al mundo del cine, como del arte. ¿Cuáles son sus referentes más directos?

Cinematográficamente hablando, los grandes maestros del cine clásico norteamericano de las décadas entre 1940 y 1980 han sido nuestros preferidos. De ellos aprendimos casi todo lo que sabemos de contar historias en este lenguaje del Cine.

¿Cuáles son sus expectativas acerca de la presentación de la película en el 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata?

Como siempre las expectativas pasan por ver cómo recibe el público del festival a la película. Estar seleccionados, y en competencia, ya lo vemos como un gran logro y estamos muy felices por eso. Nos importa mucho la mirada de nuestros hermanos argentinos sobre nuestro trabajo y, sin lugar a dudas, la mirada internacional que sabemos podemos encontrar en un festival con el prestigio y la historia del de Mar del Plata. Venimos contentos y con ganas de disfrutar de esta fiesta y de mostrar con orgullo nuestro trabajo.



Agustina Salvador

 



Fuente: 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata