Julio Diz

Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.

jueves, 27 de agosto de 2020

Original Soundtrack: Marvin Hamlisch

 


POR 

Marvin Frederick Hamlisch nació el 2 de Junio de 1944 en New York City. De familia judía, siendo su padre acordeonista y director de orquesta, demostró desde muy pequeño su habilidad para la música, siendo capaz de interpretar al piano cualquier melodía escuchada en la radio. Empezó sus estudios antes de los 7 años en la Escuela Juillard Pre-College Division.

Creció escuchando musicales y de entre sus favoritos se encuentran My Fair Lady, Gypsy, West Side Story o Bye Bye Birdie. Comenzó a trabajar en Broadway como pianista en los ensayos de Funny Girl, que protagonizó Barbra Streisand, con la que continuó su amistad a lo largo de los años, escribiendo música para algunas de sus películas como El amor tiene dos caras (The mirror has two faces) o dirigiendo sus conciertos, cuando la cantante decidió salir de su prolongado retiro.

dsb-marvin-hamlisch-barbra-streisandComo compositor dentro del mundo del cine comenzó con producciones modestas como El nadador (The swimmer), Robo, huyo y lo pescaron (Take the Money and run), o Bananas (Bananas), hasta que ya fue buscado para otros proyectos como Gente corriente (Ordinary people), La decisión de Sophie (Sophie’s choice), Salvad al tigre (Save the tiger), Castillos de hielo (Ice castles), El próximo año, a la misma hora (Same time, next year) o la adaptación para televisión de Un tranvía llamado deseo (A streetcar named desire), que le proporcionaron alguna nominación a los premios Oscar, en el apartado de canción original o banda sonora.


  
Entre sus trabajos más populares está desde luego la banda sonora y canción para Tal como éramos (The way we were) y la adaptación musical para El golpe (The sting), por las que consiguió en 1973 tres premios Oscar, record no conseguido por ningún otro músico en el mismo año hasta la fecha.

La imposibilidad de John Barry por problemas fiscales, de poder volver a Inglaterra para trabajar en una película de la serie de James Bond para las que había compuesto la mayoría de bandas sonoras, dio a Marvin Hamlisch la oportunidad de trabajar en La espía que me amó (The spy who loved me) por las que también fue nominado al Oscar como Banda sonora y canción.
  
Sus trabajos en el campo del teatro musical comenzaron como arreglista de los números de danza de Seesaw (1973), que compuso Cy Coleman, donde coincidió con Michael Bennett que escribió el libreto y cuando tuvo que trabajar en A chorus line (1975), buscó a Hamlisch para la partitura. Luego vendrían They’re playing our song (1978), centrada en la colaboración de un músico y una letrista y sus problemas de relación de pareja,  inspirada claramente en su experiencia personal con Carole Bayer Sager, con la que escribió este musical.

En 1983 vendría Jean Seberg, basado en la vida de la actriz de mismo nombre, que fue un fracaso de público y nunca llegó a Broadway. Smile (1986) fue su siguiente proyecto con letras de Howard Ashman, que también fracasó y tuvo que cerrar tras 58 funciones.Siguiendo con el musical, en 1993 estrenó The goodbye girl, con letras de David Zippel, adaptando el guión de Neil Simon para la película del mismo título, aquí contó con Bernadette Peters y Martin Short como protagonistas,  aunque obtuvo un discreto éxito con 188 funciones en Broadway, que animaron a exportarlo a Londres.El año 2002 estrenó en Broadway Sweet smell of success, basado en la amarga película del mismo título de 1957 dirigida por Alexander Mackendrick, que fue nominada a 7 premios Tony, aunque solo consiguió el de mejor actor en un musical, que fue para John Lithgow,  que compartía protagonismo con Brian d’Arcy James y que a pesar de las nominaciones sólo aguantó 109 funciones en cartel.

Su último trabajo en teatro fue en una obra de Nora Ephron, con el título de Imaginary friends (2006), a la que escribió algunas canciones con letras de Craig Carmelia. Estaba basada en la relación entre Lillian Hellman y Mary McCarthy, siempre enfrentadas en sus planteamientos y en sus historias sentimentales con los hombres con los que compartieron su vida, Dashiell Hammett y Philip Rav, respectivamente.
  
Tras trece años de inactividad en el mundo del cine, volvió para hacerse cargo de El soplón (The informant) en el año 2009, con Matt Damon de protagonista, siendo su trabajo bastante ignorado aunque bien valorado por los aficionados a las bandas sonoras.

Trabajando con Richard Holmes como letrista para el musical de "The nutty professor" (El profesor chiflado), basado en la película del mismo título que protagonizó Jerry Lewis, que se encargó de dirigir su adaptación al musical, estrenado en Nashville en Julio de 2012,  como estudio previo a llevarse a Broadway, no pudo verlo en Broadway ya que le sobrevino la muerte el 6 de Agosto de 2012 en la ciudad de Los Ángeles, dejando un vacío enorme en la historia de la música de cine, teatro y musical americano.Lamentablemente su último musical aún sigue sin estrenarse en Broadway. Estaba trabajando también en otro musical con el titulo de "Gotta dance".


Extraido de :https://www.love4musicals.com/2012/08/07/marvin-hamlisch-musico/

El oro de Ulises, Peter Fonda vuelve a encontrar su destino en el cine


Es el actor principal de El oro de Ulises, que se presenta en el festival marplatense Y se lo considera probable candidato al Oscar en 1998




(Mar del Plata. Enviado especial).- 

No sería extraño, al final de las diez jornadas que dura el Festival, verlo a Peter Fonda ganar el Ombú de Plata al mejor actor. Y él lo sabe. Desde que la película El oro de Ulises se estrenó en junio en los EE.UU., su actuación ha sido celebrada en forma unánime y se lo considera un probable candidato para el Oscar. Toco madera , dice sonriendo. El filme de Víctor Núñez se presentó ayer en competencia y tuvo en Fonda a la estrella del día.El hijo de Henry Fonda, hermano de Jane y padre de Bridget ha llegado a los 57 años en un envidiable estado atlético y profesional. Pese a una juventud signada por los excesos -en los 60 hizo suyo el estilo de vida de sexo, droga y rock and roll-, hoy se lo ve íntegro, lúcido y con expectativas puestas en su futuro. Se lo debo todo a esta película -dice-. Creo que es la mejor actuación que hice en mi vida. Su carrera, lo reconoce, fue al revés de lo habitual. Nací famoso -explica-. Nunca tuve que buscar fama. Era el hijo de Henry Fonda y eso era suficiente para mí. Estaba muy orgulloso de serlo. Luego pude hacerme un nombre por mí mismo. Eso fue en 1969, cuando protagonizó ese sorprendente éxito convertido en hito cultural que fue Busco mi destino, de Dennis Hopper. Cuando le mostré la película a mi papá, él me dijo: Hijo, yo sé que vos pusiste mucho esfuerzo y dedicación en esto, pero no va a funcionar. Por suerte, se equivocó.




A Fonda -que vive en un rancho en Montana con su segunda esposa, con quien lleva 23 años de casado- le fascina hablar de su saga familiar. Es más, será el tema de sus memorias (titulada Dont Tell Dad, No le digas a papá) que está a punto de editar. Su tema preferido: papá Henry. El Henry Fonda que todos conocen no es el mismo que cenaba todas las noches con su familia -dice-. Era un hombre que no sabía expresarse emocionalmente con sus hijos. Muy distanciado y reservado. No nos tocaba ni nos abrazabaPese a los malos momentos que vivió, Peter asegura no tener angustias. Hice las paces con mi padre -recuerda-. Sus últimas palabras fueron: Hijo, te quiero mucho. No tengo más tristezas. Para su personificación de Ulises, Fonda reconoce haber tomado mucho de la forma de actuar, y de ser, de su padre. Traté de trabajar con mínimos recursos expresivos. Creo que menos es más en cine. Tengo mis favoritas entre las películas de mi padre. Son Viñas de ira y Pasión de los fuertes, de John Ford. Ahí se puede ver a qué me refiero con menos es más. Si se le pregunta sobre su hermana Jane, lo primero que hará es mostrar orgulloso su cinturón con un águila pintada como la bandera de los Estados Unidos y dirá: Ella me lo regaló. ¿No es bárbaro? La quiero muchísimo y tenemos una relación excelente. Sé que ella está muy contenta por lo que me está pasando y yo estoy feliz por la relación que tiene con Ted Turner, que es un hombre que la adora, la idolatra. Y ella está muy feliz. 



Fonda admite que uno de sus sueños más preciados sería actuar junto a su hija, Bridget. Cuando ella era adolescente, me contó que quería ser actriz. Yo le dije: Ni se te ocurra. Insistió y la convencí de que estudiara. Pero en Nueva York, no en Los Angeles, donde lo único que hacen es tomar sol. Estudió allí, trabajó muchísimo y ahora soy yo quien escucha sus consejos. Tenemos una gran relación. Mi sueño sería interpretar a su padre en un filme dirigido por Víctor Nuñez. También me gustaría dirigirla. Es muy talentosa. .El oro de Ulises (Ulees Gold, en el original) tiene muchos puntos de contacto con la cinematografía de su padre, especialmente sus trabajos para Ford. Aquí, él interpreta a un hombre viudo, excombatiente de Vietnam, que debe cuidar de sus dos nietas, ya que su hijo está en la cárcel y su madre es una adicta a las drogas. Es una historia realista -dice-, de seres de carne y hueso. Ulee es un hombre que tiene dificultades de comunicación, que se dedica al cuidado de abejas y que encuentra una razón para volver a su familia y hacerse responsable por su destino. Su figura hoy es casi mítica, junto a la de Dennis Hopper, para los cineastas independientes de los EE.UU. Fonda es consciente del legado de ese filme. Busco mi destino significó mucho para mi generación y significa muchas cosas hoy -comenta-. Todo por lo que peleábamos, el ideal de libertad, sigue en vigencia. Mientras recuerda la película, pregunta qué fecha es. Y comenta: Hace 30 años, un día de noviembre de 1967 como hoy, yo me sentaba a escribir Busco mi destino -recuerda-. No me imaginaba todo lo que iba a pasar con ella. Como tampoco, seguramente, imaginaba que treinta años después, una película como El oro de Ulises lo iba a devolver al primerísimo plano del cine mundial. ¿El Oscar? Me conformo con estar entre los candidatos -dice-. Pedir más sería mucho. 

Y se marcha mordiendo una sonrisa.
Es el actor principal de El oro de Ulises, que se presenta en el festival marplatense Y se lo considera probable candidato al Oscar en 1998




Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/peter-fonda-vuelve-encontrar-destino-cine

viernes, 14 de agosto de 2020

Roma por Alfonso Cuarón.

Alfonso Cuarón estrena Roma en Netflix

Las mujeres y la ciudad


De entre todos los directores de cine mexicanos que Hollywood importó en las últimas décadas, Alfonso Cuarón es quizá el más versátil: en su obra caben la ciencia ficcón de Gravedad o Hijos del hombre, el blockbuster de Harry Potter y la intimidad de Y tu mamá también. Hacía diecisiete años que no rodaba en su país, sin embargo, racha que quiebra con Roma, una película en blanco y negro ambientada en los 70, inspirada por la historia de su propia familia y especialmente la de su madre y su nana de origen indígena, y que lleva ese título por Colonia Roma, uno de los barrios más singulares de la Ciudad de México. Estrenada en Venecia, donde ganó el León de Oro, acaba de cerrar el festival de Mar del Plata y desde el próximo 14 de diciembre se podrá ver por Netflix, en una de las apuestas más fuertes del gigante del streaming.






Todos los caminos que conducen a Roma son autobiográficos. Roma ciudad, Roma progenitora, loba romana o mexicana. Como la Roma de Federico Fellini o la de Adolfo Aristarain, la Roma de Alfonso Cuarón tiene inscripto en el ADN narrativo las bases de los recuerdos personales de su creador. En el caso de la película del cineasta mexicano se trata de una Roma de la infancia, esa zona de la Ciudad de México conocida, precisamente, como Colonia Roma, ubicada casi en el centro de la congestionada metrópolis, destruida y vuelta a erigir. Roma recrea también un país que atravesaba un proceso irreversible de cambio. Y el entretejido familiar que sacudió y abrazó y reconfortó al futuro realizador en aquellos tiempos lejanos. Las mujeres. Dos mujeres. Mamá Sofía y Cleo, la criada. La de arriba y la de abajo. Tal vez a ambas, pero sin dudas a la segunda, está dedicada Roma, el más reciente peón en la carrera de obstáculos de Netflix a la hora de ocupar y dominar los casilleros del prestigio autoral. El estreno mundial de la película tuvo lugar en el Festival de Venecia –donde obtuvo nada más y nada menos que el León de Oro, el premio mayor de la competencia oficial–, ha disfrutado en apenas dos meses de un sinnúmero de exhibiciones en eventos cinematográficos (fue el film de clausura del Festival de Mar del Plata) y tendrá un lanzamiento reducido en salas comerciales en ciudades de los Estados Unidos, México, Canadá y Europa, al tiempo que es presentada libremente en la plataforma, para todos los suscriptores del mundo, desde el próximo viernes 14 de diciembre. Un cambio en las reglas de juego del gigante del streaming luego de una auténtica batalla campal contra el Festival de Cannes, en mayo de este año, que culminó abruptamente cuando Netflix se retiró del juego al negarse a estrenar en simultáneo sus producciones en los cines franceses. Una carrera por el brillo y el renombre que seguramente obtendrá una nueva corona en las inminentes nominaciones a los premios Oscar.

Argentina, sin embargo, no será de la partida de las proyecciones colectivas en la confortable oscuridad de las salas. Una pena, teniendo en cuenta la obsesiva búsqueda formal de una película que realza el placer visual de los negros, blancos y grises: Roma fue rodada en blanco y negro por el propio Cuarón, quien ofició de director de fotografía, con la Alexa 65, una de las más poderosas cámaras digitales del mercado profesional, en busca de resultados visuales cercanos, por momentos, al hiperrealismo, detalle que inevitablemente se perderá en gran medida en las pequeñas pantallas hogareñas. En declaraciones al medio especializado Indiewire unos meses antes de la presentación del film en Venecia, Cuarón dejó en claro algo que, sin duda, se parece bastante a una decisión salomónica: “Roma es una película hablada en idioma español, filmada en blanco y negro e interpretada por un reparto de actores desconocidos. Cuando Netflix nos ofreció formar parte del proyecto mi principal preocupación era no poder llegar a la mayor cantidad de espectadores posible. Ni siquiera lo digo en términos comerciales, sino para asegurarle una larga vida a la película. Tuvimos que pensar cuál era la mejor manera de que el film se viera en salas de cine pero, al mismo tiempo, llegara a una gran cantidad de público alrededor del mundo”. Si se trata o no de “la película más personal de Cuarón”, como se ha repetido hasta el hartazgo desde su primera proyección pública hace poco menos de tres meses, es algo que sólo el paso del tiempo podrá consignar o refutar. El director de Gravedad, Y tu mamá también, Hijos del hombre y Harry Potter y el prisionero de Azkaban ha venido alternado largometrajes multimillonarios con otros de menor escala, filmando en su país natal y en el seno de Hollywood, en idioma inglés y en español (Roma es, sin embargo, su primera producción rodada en México en diecisiete años). De los miembros del selecto grupo de mexicanos de su generación –la de aquellos nacidos en los años 60– importados por la industria de cine de habla inglesa, un seleccionado que también integran Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu, tal vez Cuarón es el que ha demostrado mayor versatilidad e independencia. Y, cuestiones de gusto mediante, talento.


La larga transición


“Es la película más esencial de toda mi carrera”, le dijo al periodista de Indiewire, sin medias tintas. “Es la película que estuve construyendo desde mi debut, Solo con tu pareja, en 1991, y es la primera vez que logro transmitir por completo todo lo que quería transmitir. Es una historia que, bajo muchas formas y con distintas insinuaciones emocionales, ha estado presente desde el momento en el que quise ser director de cine. El noventa por ciento de las escenas surge de mis recuerdos, a veces directamente, otras de manera más oblicua. Se trata de un momento en el tiempo que me moldeó, pero también de una época que moldeó a un país. Fue el comienzo de una larga transición en México.”  


Siguiendo en esa línea íntima, el director confesó que la película fue rodada estrictamente en orden cronológico (algo excepcional en términos industriales) y que las idas y venidas del guion, absolutamente detallado y escrito de antemano, eran comunicadas al reparto de actrices y actores en cuentagotas, jornada a jornada de rodaje, de manera que nunca estuvieran seguros de cómo continuaría la historia. Hace un par de semanas, el realizador explicó a un periodista de la revista The Hollywood Reporter que “cada actor recibía órdenes y explicaciones contradictorias, lo cual implicaba cierto caos en el set todos los días. Pero exactamente así es la vida: caótica. No puedes planear realmente cómo vas a reaccionar ante ciertas situaciones”. En el principio, una mujer baldea el piso de baldosas de la entrada de un garage. Barre y limpia y quita un poco de caca de perro. De pronto, en el agua estancada se refleja el paso de un avión, metáfora visual que permite múltiples lecturas. Sobre el final, luego de algo más de dos horas de proyección, otra aeronave cruzará el cielo, esta vez sin medio acuoso de por medio, nuevamente libre de interpretaciones. Quién se afana en la tarea es Cleo (la debutante Yalitza Aparicio, maestra jardinera de profesión, en una interpretación inolvidable), una de las dos empleadas cama adentro de la familia, una chica de la región de Oaxaca de origen humilde e indígena. No es lo único que suele hacer Cleo durante el día y la noche: también baña a los chicos, los hace dormir, cocina, lava y tiende la ropa. Como cualquiera de las otras criadas de las casas vecinas, con las cuales se cruza a veces en la terraza, medianera de por medio. Su tarea principal, sin embargo, ya sea por obligación, costumbre o una mezcla de ambas cosas, es la de la nana, toda una institución en la sociedad mexicana.


Los patrones de Cleo conforman una típica familia de clase media de buen pasar, aunque más pronto que tarde se hará evidente el terremoto que está a punto de mover los cimientos de aquello que parecía ina- movible. Una separación en ciernes que deja a Sofía (la actriz profesional Marina De Tavira) a cargo de sus cuatro hijos. Aunque, en gran medida, será Cleo quien deberá hacer las veces de dique de contención emocional. Y, en muchos sentidos, adoptar el rol de madre. La relación entre ambas mujeres no es sencilla pero la película deja en claro que las relaciones de poder clásicas entre patrones y criados no están exentas de zonas grises, algunas amorosas, otras algo perversas. Desde un primer momento, Roma intenta acaparar lo minúsculo y lo grandioso, lo íntimo y lo colectivo, lo personal y lo épico. A lo largo y a lo ancho de una trama que recorre los dos primeros años de la década del 70, el film hace hincapié en los pequeños gestos de los personajes –en particular los de la sufrida Cleo– al tiempo que registra indirectamente hechos y circunstancias que los exceden: cambios sociales, desastres naturales y humanos, ciertas decisiones personales que terminan teniendo un efecto drástico en aquellos más cercanos y/o queridos. En Roma conviven el dolor y el cariño, un embarazo no esperado con la masacre de estudiantes de Corpus Christi, la crianza de los hijos con los sacudones de una sociedad con dolores de parto. Pero siempre, en el centro, sin excepciones, está Cleo. En el Festival de Telluride, Alfonso Cuarón presentó el largometraje frente a una sala repleta y expectante, detallando aún más las ligazones personales de la historia y las de los personajes centrales: “Rodamos en los lugares donde las situaciones tuvieron lugar realmente. Logré reunir un 70 por ciento de los muebles que formaban parte de mi hogar gracias a diferentes miembros de mi familia dispersados en todo México. Y logré encontrar un reparto de actores y actrices físicamente parecidos a las personas reales. Todo ello para seguir la historia de ese personaje llamado Cleo, la empleada doméstica de mi casa, la nana. Terminamos formando parte de su familia o ella de la nuestra. El otro personaje, desde luego, está basado en mi madre. Pero el punto de vista es, casi siempre, el de Cleo”.


Memoria emotiva


“Para mí lo más interesante de todo el proceso fue la idea de que, de alguna manera, sueles dar por sentado a la gente que amas. No las tomas como individuos. Tu mamá es tu mamá. Es la persona que te nutrió y lo último que quieres escuchar es algo acerca de su vida sexual. Al trabajar en la historia, tuve extensas conversaciones con la Cleo real. Y al escribir su personaje me vi forzado, por primera vez en la vida, a acercarme a ella como una mujer. Una mujer que proviene de una clase social más desventajada y también de un linaje indígena, en una sociedad montada sobre las diferencias sociales de manera perversa: como en todo el mundo, la raza y la clase están íntimamente ligadas. Así que ésta es la mujer que me crió. Es raro decir ‘madre sustituta’ porque es una palabra extraña. Pero ese es el caso de tantas trabajadoras domésticas o nanas. A veces tienen mucha más presencia en tu vida que la madre biológica.” El punto de vista de Cleo. La mirada de una mujer silenciosa, de voz baja y suave, que alterna el español con el idioma mixtec cuando la comunicación se da exclusivamente con su compañera de trabajo. Es a través de sus ojos que el espectador observa el desarrollo del drama familiar pero, al mismo tiempo, mucho más que eso, de sus propios conflictos personales –hay un novio amante de las artes marciales y también de los actos de desaparición ante situaciones imprevistas– y de aquello que ocurre en las calles, en la sociedad. El concepto de entramado íntimo como ventana al mundo queda graficado a la perfección en una de las escenas más inolvidables de la película, ejemplo de las enormes ambiciones de Roma en su doble rol de retrato y fresco: un evento singular que termina casualmente siendo marco de lo extraordinario. Cuarón utiliza allí la pantalla ancha como una tela de gran tamaño y, en esa y otras instancias, el plano-secuencia en movimiento se transforma en la herramienta cinematográfica indispensable para transmitir emociones (el nivel de atención a los detalles de época es asombroso, pero la cámara nunca se detiene en ellos más tiempo del necesario). En otros, en cambio, el reposo del registro de lo cotidiano ocupa el centro absoluto del interés narrativo. Finalmente, la trama se reserva un par de momentos de enorme emotividad donde el realizador termina de darle forma a la idea de film como memoria emotiva reconstruida, un genuino y sentido canto de amor a esa persona que forjó, cobijó, protegió y nutrió su infancia.




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Olivia de Havilland cierra la edad dorada de Hollywood.

La actriz de 'Lo que el viento se llevó', que residía desde los años sesenta en París, muere a los 104 años

Era la última estrella del Hollywood clásico, la única superviviente que quedada de esa película mítica que fue 'Lo que el viento se llevó', hoy en el punto de mira por su estela de racismo. Ganadora de dos Oscar de la Academia, el astro más longevo del celuloide murió este domingo a los 104 años, según informó su representante a 'The Hollywood Reporter'. Difícil en este día no pensar en otro gigante de la gran pantalla, Kirk Douglas, otro exponente de la industria de los grandes estudios que falleció en febrero. Con dos estatuillas por sus interpretaciones en 'La vida íntima de Julia Norris' y 'La heredera', la intérprete británico-estadounidense murió hoy a los 104 años en París, donde encontró su verdadero hogar. Vivía desde los años sesenta en la capital francesa, en un lujoso piso de la calle Benouville, en el glamuroso distrito XVI.
     
Olivia junto a su odiada hermana Joan Fontaine

Fuerte carácter

Acostumbrada a encarnar papeles de mujeres almibaradas, la actriz sin embargo tenía un temperamento recio y litigante. Plantó cara al omnipotente sistema de los grandes estudios por las abusivas condiciones laborales que sufrían los artistas y para sorpresa de muchos salió victoriosa. Por algo su lema era «Never give up» (nunca te rindas). Llevó a los tribunales a la Warner aburrida del encasillamiento a que la sometían.
A lo largo de su carrera, la intérprete participó en títulos emblemático como 'Robin de los Bosques', 'Nido de víboras 'y 'Si no amaneciera'. La noticia de su fallecimiento fue confirmada por su antigua abogada, Suzelle M. Smith, a la revista 'Variety'. «Anoche, el mundo perdió un tesoro internacional, y yo perdí a una amiga y cliente querida. Murió en paz en París».
Junto a Errol Flynn en Robin de los bosques

La primogénita del abogado Walter de Havilland y de la actriz Lilian Fontaine, nació en Tokio en 1916. Como su hermana, Joan Fontaine, Olivia tenía una salud delicada, lo que obligó a que las dos niñas, después de la separación de sus progenitores, se mudaran con su madre a California. De Havilland fue educada en una ambiente diletante. Recibió lecciones de ballet, piano y dicción. Aprendió a leer a edad temprana mientras su madre le recitaba pasajes de Shakespeare.
Hastiada de que los personajes de mayor encarnadura dramática fueran acaparados por Bette Davis, se quejó, y como represalia la Warner no le dio trabajo en seis meses. No le quedaba más remedio que hacer de morena ingenua, pues de rubia candorosa ya se encargaba Anita Louise. Con todo, se sobrepuso a la adversidad y al final acabó trabajando a las órdenes de monstruos de la dirección como Raoul Walsh, Michael Curtiz, William Wyler, Robert Siodmak y Robert Aldrich, entre otros. Con Errol Flynn formó una pareja icónica del cine que hizo ganar dinero a espuertas al productor Jack Warner. No llegó a más con el galán del bigote trazado con tiralíneas porque ella no quiso, pues Flynn bebía los vientos por ella.


Su gran oportunidad llegó cuando la eligieron para dar vida a la dulce Melania Hamilton de 'Lo que el viento se llevó', a pesar de que el productor Jack Warner no la veía en el traje de refinada dama sureña.
Se casó con el novelista Marcus Goodrich, del que se divorció en 1953 y con quien tuvo un hijo, Benjamin. En 1955, contrajo nupcias por segunda vez con Pierre Galante, de quien se separó en 1979 y con quien tuvo una hija, Gisèle.

extraido de https: www.elnortedecastilla.es/culturas/cine/muere-olivia-havilland