«Sin Dios, ni patrón, ni marido»
“Me llamaron Alfonsina, que quiere decir: dispuesta a todo”
El documental Alfonsina, del suizo Christoph Khün propone una mirada profunda en la vida y obra de la escritora suizo-argentina Alfonsina Storni. A través de una narración poéticamente desgarradora, consecuente con el estilo de escritura y de vida de la poetisa, lleva adelante un relato que se hila con una voz en off exquisita que declama sus poemas y extractos de su diario íntimo. Visualmente cuidada, con fotos inéditas, imágenes de la época, pequeños fragmentos de ficción, declaraciones interesantísimas de la bisnieta, el nieto y ex alumnos, se cuentan detalles de su vida, de su forma de ser y su manera de mirar el mundo.
La fotografía y el guión asumen un rol primordial a la hora de describir una vida que fue signada por la pulsión de muerte, por el desamor, por la soledad y por la necesidad imperiosa de una mujer de abrirse camino en una sociedad que claramente no estaba preparada para ella. Dicen que una vez le preguntaron a Alfonsina si le temía a la muerte. Ella contestó: “No es necesario, camina con nosotros desde que nacemos”.
Esta producción logra desarmar el mito y resaltar las bondades de su peculiar voz poética, de su obra que logró marcar una generación en la que la mayoría de los intelectuales eran hombres. Alfonsina descristaliza la leyenda, y cuando eso ocurre, aparece la verdadera Alfonsina Storni.
“Alfonsina es, de entre toda la literatura realizada por mujeres, el basamento de una
folclorización. Entró en las calles y en el cancionero popular [...] Alfonsina, en fin, constituye
otro mito de los argentinos. Tanto que basta con su nombre de pila, con menor alcance, como
‘Carlitos’ Gardel o ‘Eva’ Perón”. Gabriela Mizraje
Alfonsina nunca quiso ser mito. Sino voz. Y fue, en una época peculiarmente difícil para las mujeres, la vocera del pensamiento que se intentaba acallar. Sus poemas, su obra completa, puede resumirse en pocas palabras; anarquía, feminismo, y la crítica cruda de la realidad que tanta pena le trajo. Más allá de su yo literario, porque Alfonsina además fue la construcción poética de un personaje, su lucha constante contra las reglas prefijadas -que a ella le resultaban, no menos que injustas- signó su literatura, su vida y sus decisiones. Que una mujer pudiera ser dueña de su propio destino, era, para la moral de comienzos del siglo XX, simplemente revolucionario.
A través de toda su obra, se percibe una pulsión de muerte, que se relaciona directamente con la impotencia de no poder cambiar el orden imperante. No poder ser madre soltera, no poder entrar a los círculos literarios de la época, no poder ser libre. Alfonsina no aceptó jamás ninguna de esas prohibiciones y se abrió camino en un camino de hombres, con su femineidad a cuestas, y sus ideas, ideas que serían reflejadas en su obra y que se harían eco en la popularidad de sus primeros poemas, y luego en el sector femenino de su época.
“Alfonsina es una abeja inédita entre las cantadas por los poetas griegos; la avispa que en el
vuelo se persigue a sí misma, antes de caer en el matorral de mirtos; la abeja-avispa que danza
un baile desgarrante, buscando su propia carne, para sangrarla en una pirueta de juego que yo
le entiendo, que suele hacerme llorar”. Gabriela Mistral
Su segunda etapa como escritora es quizás más sombría. Alejada del modernismo que tiñó sus poemas adolescentes, proliferaron los poemas vanguardistas y adultos de la poetisa. En ellos, la sonoridad continúa, la belleza también, pero el panorama que describía era el de una mirada absolutamente desgarradora. No hay paz en aquellos poemas, sino lucha. No hay esperanza, sino conciencia. Y en esa conciencia mortecina fue acumulándose, como en un puñado de arena, la imagen de esta mujer sola, que le canta al hombre ausente, a la muerte, a los deseos incumplidos. Todo, sin miedo. Aún en su poema final, aquel que escribió tres días antes de su suicidio, no hay tristeza. Hay convicción y coraje, hay decisión, hay libertad. “Voy a dormir” es considerado el testamento poético de la escritora, y de alguna manera, su epitafio. Un día antes de morir, Alfonsina envía el poema al diario La Nación. El diario anuncia su muerte junto con la publicación de su poema. Este hecho es el que impregnó al poema de una solemne popularidad, en la raíz de un mito que se resignificaría con las múltiples lecturas posteriores a su desaparición física. No hay angustia de despedida en él, más bien, la tranquilidad del libre albedrío, que concuerda y es consecuente con su ideología poética. A partir de ahí surge el mito, la leyenda.
Alfonsina nunca quiso ser mito. Alfonsina siempre quiso ser voz.
A.S.
“Voy a dormir”
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos encardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Fuente: http://www.mardelplatafilmfest.com
El documental Alfonsina, del suizo Christoph Khün propone una mirada profunda en la vida y obra de la escritora suizo-argentina Alfonsina Storni. A través de una narración poéticamente desgarradora, consecuente con el estilo de escritura y de vida de la poetisa, lleva adelante un relato que se hila con una voz en off exquisita que declama sus poemas y extractos de su diario íntimo. Visualmente cuidada, con fotos inéditas, imágenes de la época, pequeños fragmentos de ficción, declaraciones interesantísimas de la bisnieta, el nieto y ex alumnos, se cuentan detalles de su vida, de su forma de ser y su manera de mirar el mundo.
La fotografía y el guión asumen un rol primordial a la hora de describir una vida que fue signada por la pulsión de muerte, por el desamor, por la soledad y por la necesidad imperiosa de una mujer de abrirse camino en una sociedad que claramente no estaba preparada para ella. Dicen que una vez le preguntaron a Alfonsina si le temía a la muerte. Ella contestó: “No es necesario, camina con nosotros desde que nacemos”.
Esta producción logra desarmar el mito y resaltar las bondades de su peculiar voz poética, de su obra que logró marcar una generación en la que la mayoría de los intelectuales eran hombres. Alfonsina descristaliza la leyenda, y cuando eso ocurre, aparece la verdadera Alfonsina Storni.
“Alfonsina es, de entre toda la literatura realizada por mujeres, el basamento de una
folclorización. Entró en las calles y en el cancionero popular [...] Alfonsina, en fin, constituye
otro mito de los argentinos. Tanto que basta con su nombre de pila, con menor alcance, como
‘Carlitos’ Gardel o ‘Eva’ Perón”. Gabriela Mizraje
Alfonsina nunca quiso ser mito. Sino voz. Y fue, en una época peculiarmente difícil para las mujeres, la vocera del pensamiento que se intentaba acallar. Sus poemas, su obra completa, puede resumirse en pocas palabras; anarquía, feminismo, y la crítica cruda de la realidad que tanta pena le trajo. Más allá de su yo literario, porque Alfonsina además fue la construcción poética de un personaje, su lucha constante contra las reglas prefijadas -que a ella le resultaban, no menos que injustas- signó su literatura, su vida y sus decisiones. Que una mujer pudiera ser dueña de su propio destino, era, para la moral de comienzos del siglo XX, simplemente revolucionario.
A través de toda su obra, se percibe una pulsión de muerte, que se relaciona directamente con la impotencia de no poder cambiar el orden imperante. No poder ser madre soltera, no poder entrar a los círculos literarios de la época, no poder ser libre. Alfonsina no aceptó jamás ninguna de esas prohibiciones y se abrió camino en un camino de hombres, con su femineidad a cuestas, y sus ideas, ideas que serían reflejadas en su obra y que se harían eco en la popularidad de sus primeros poemas, y luego en el sector femenino de su época.
“Alfonsina es una abeja inédita entre las cantadas por los poetas griegos; la avispa que en el
vuelo se persigue a sí misma, antes de caer en el matorral de mirtos; la abeja-avispa que danza
un baile desgarrante, buscando su propia carne, para sangrarla en una pirueta de juego que yo
le entiendo, que suele hacerme llorar”. Gabriela Mistral
Su segunda etapa como escritora es quizás más sombría. Alejada del modernismo que tiñó sus poemas adolescentes, proliferaron los poemas vanguardistas y adultos de la poetisa. En ellos, la sonoridad continúa, la belleza también, pero el panorama que describía era el de una mirada absolutamente desgarradora. No hay paz en aquellos poemas, sino lucha. No hay esperanza, sino conciencia. Y en esa conciencia mortecina fue acumulándose, como en un puñado de arena, la imagen de esta mujer sola, que le canta al hombre ausente, a la muerte, a los deseos incumplidos. Todo, sin miedo. Aún en su poema final, aquel que escribió tres días antes de su suicidio, no hay tristeza. Hay convicción y coraje, hay decisión, hay libertad. “Voy a dormir” es considerado el testamento poético de la escritora, y de alguna manera, su epitafio. Un día antes de morir, Alfonsina envía el poema al diario La Nación. El diario anuncia su muerte junto con la publicación de su poema. Este hecho es el que impregnó al poema de una solemne popularidad, en la raíz de un mito que se resignificaría con las múltiples lecturas posteriores a su desaparición física. No hay angustia de despedida en él, más bien, la tranquilidad del libre albedrío, que concuerda y es consecuente con su ideología poética. A partir de ahí surge el mito, la leyenda.
Alfonsina nunca quiso ser mito. Alfonsina siempre quiso ser voz.
A.S.
“Voy a dormir”
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos encardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Fuente: http://www.mardelplatafilmfest.com
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