Tanto o más
conocida que su magnífica ‘Los cuchillos de Midwich’ y publicada seis
años antes de la obra por la que Wolf Rila y John Carpenter
sentirían tal atracción que terminarían llevándola a la gran pantalla, ‘El
día de los trífidos’, primera de las novelas que John Wyndham
publicó sin arroparse en un seudónimo, es uno de los títulos puntales de
literatura de ciencia-ficción del siglo XX. Y no es que lo diga un
servidor —que también— es que nombres como Brian Aldiss o Arthur
C.Clarke, no tuvieron arredros a la hora de señalarla como tal, llegando
el autor de ‘2001. Una odisea en el espacio’ a tacharla de ‘una
historia inmortal’.
Lógico era pues que, con ‘El pueblo de los malditos’ (‘Village of the Damned’, Wolf Rilla, 1960) habiendo cosechado un enorme éxito en su traslado a la gran pantalla, la adaptación del relato de tintes post-apocalípticos en el que aquél que fuera considerado como sucesor de H.G.Wells se anticipaba cuarenta años al terrorífico ‘Ensayo sobre la ceguera’ de José Saramago no tardara en conocer una traducción a veinticuatro fotogramas por segundo. Una traducción que llegaría en 1962 de la mano de Steve Sekely en la dirección, un realizador de origen húngaro que ya había coqueteado con el género a mediados de los años cuarenta, y de Bernard Gordon en un guión que, para desesperación de los amantes de la novela, demolía la misma hasta dejar de ella sólo un triste esqueleto carente de sustancia.
Curiosamente, el
libreto de ‘La semilla del espacio’ (‘The Day of the Triffids’, Steve
Sekely, 1962) estuvo acreditado durante muchísimos años a Philip Yost,
un escritor que ya había incursionado en la ciencia-ficción con ‘La conquista del
espacio’ (‘The Conquest of
Space’, Byron Haskin, 1955) —y que demostraría su mejor potencial para las
grandes epopeyas históricas hollywoodiense en cintas como ‘El Cid’
(‘id, Anthony Mann, 1961) o ‘Rey de reyes’ (‘King of Kings’, Nicholas
Ray, 1962)— pero que no era más que el nombre tras el que se tuvieron que
ocultar muchos compañeros señalados por la caza de brujas de McCarthy,
acogiendo en su sótano de París a gran cantidad de escritores que, como
Bernard Gordon, se vieron obligados a elegir el exilio tachados de
antiamericanos.
En cualquier caso,
y se deba la autoría del guión a quién se deba, lo cierto es que éste funciona
con una alarmante intermitencia nada más abandonar el camino trazado por
Wyndham, cosa que sucede en un porcentaje del metraje que supera con
mucho a aquello que se limita a adaptar de la forma más fidedigna posible el
texto original. Así, tras la necesaria introducción en la que ya podemos
observar, entre otras cosas, las irregulares formas narrativas de Sekely amén
de lo dispar de los efectos visuales del filme —aceptables los trucajes
ópticos para la lluvia de meteoritos, de risa aquellos que se utilizan para
los trífidos, las plantas asesinas que dan nombre al relato original—, la
cinta centra su primer acto en el terrorífico momento en que la población
mundial se queda ciega, funcionando bastante bien y anticipando, por ejemplo,
la escena inicial del hospital de ‘28 días después’ (‘28 Days Later’,
Danny Boyle, 2002).
Tras este primer tercio,
en el que la trama nos presenta a los actores principales —tan poco
convincentes en su práctica totalidad que no perderé el tiempo en analizar de
forma pormenorizada la labor de ninguno de ellos—, la cinta comienza a
discurrir por senderos que se van alejando a pasos agigantados de lo
establecido en la novela de Wyndham hasta el punto de que, en el momento en
el que se abandonan las islas británicas y se pasa al continente —atención a
la escena en España—, lo que nos espera es un largo divagar de episódicas
secuencias que van hilvanando una proyección que por momentos se torna en un
festival de lo absurdo, teniendo este aspecto del filme como claro
ejemplo todos los añadidos rodados en el faro y acreditados al legendario Freddie
Francis que se impusieron por parte de la productora cuando ésta vió que
el metraje rodado por Sekely era insuficiente.
Orientadas por
completo a servir de justificación para un forzadísimo happy ending
que rememora de forma directa a aquél con el que H.G.Wells jugara en ‘La
guerra de los mundos’ y que, al mismo tiempo, se aleja por completo de
las intenciones del planteado por Wyndham en la novela, poco hay a lo que
asirse en una producción que mucho se separaría de la efectividad que Rila
había obtenido con su espléndida interpretación de ‘El pueblo de los
malditos’ y que, veinte años después, conseguiría la miniserie de la BBC con
su precisa adaptación de un texto del que, violentado hasta decir basta,
no queda aquí más que un pálido reflejo.
Fuente: La noticia Ciencia-ficción: 'La semilla del espacio', de Steve Sekely fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez. |
Julio Diz
- Julio Diz
- Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.
martes, 5 de noviembre de 2013
CinemaFiction: La semilla del espacio, 1962, de Steve Sekely.
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