Debería existir una palabra para ese tipo de películas que se encuentran a medio camino entre secuela y reboot —reinvención—, pero como no la hay, solo lo llamaremos Blade Runner 2049, o mejor, 2049. Esta cinta es quizás más sutil en la forma en que se refiere al clásico distópico de Ridley Scott, que otros reboots como Star Wars: The Force Awakens, pero no es necesario hacer la comparación.
Debería existir una palabra para ese tipo de películas que se encuentran a medio camino entre secuela y reboot —reinvención—, pero como no la hay, solo lo llamaremos Blade Runner 2049, o mejor, 2049. Esta cinta es quizás más sutil en la forma en que se refiere al clásico distópico de Ridley Scott, que otros reboots como Star Wars: The Force Awakens, pero no es necesario hacer la comparación.
Por ejemplo, es fácil ver guiños de personajes de la Blade Runner original en 2049: el detective privado Rick Deckard es ahora el estoico K; la femme fatale Rachael es Joi, un acompañante holográfico que se balancea en la línea entre lo robótico y lo humano; el loco Roy Batty es ahora la asesina Luv. Además, no debemos dejar de mencionar la manada de replicantes que se hacen pasar por humanos y policías con segundas intenciones. De hecho, uno de los pocos personajes que no se repite es la ciudad de Los Angeles, cuya arquitectura está sorprendemente disminuida en comparación con el primer film. El resultado final está desprovisto de un alma cívica, por decirlo de alguna forma, pero quizás ése es el punto.
Los Angeles en Blade Runner era una paradoja: una ciudad muerta, pero vibrante; sucia, pero siempre bajo la lluvia; superpoblada, pero en constante proceso de quedar abandonada. Es un patrimonio complejo que pertenece tanto a la ciudad como a la cinta. Los Angeles ha servido de telón para muchas películas y su arquitectura única ha sido invocada por cineastas e historiadores del arte. La ciudad tiene un papel tan importante en la historia del cine, que películas como Kiss Me Deadly (1955) pueden ser consideradas recuerdos de una arquitectura que ya no existe.
Un ejemplo destacado es el edificio Bradbury, un hito arquitectónico en el centro de Los Angeles que ha sido registrado tanto en películas de cine negro —D.O.A., Marlowe, Chinatown— como en aquellas de ciencia ficción y fantasía —The Outer Limits, The Night Strangler—, por lo que se dio por hecho que también tomaría un papel relevante en Blade Runner.
De hecho, la batalla final de Blade Runner en el Bradbury es probablemente el rol más importante del edificio. Que haya participado en películas de la década del 40 y en distopías del siglo XXI, sugiere su naturaleza atemporal y refleja la ecléctica arquitectura de su edificio.
En consecuencia, Los Angeles de Blade Runner no es tan diferente de Los Angeles de Chinatown. Ambos filmes entienden que Los Angeles, como ciudad, nos habla sobre el potencial del espacio vacío y del interés en el espacio densificado. Comparen a Deckard haciéndose paso entre personas y animales en las calles de Los Angeles en el club de Taffy Lewis (Hy Pyke) con la gente que repentinamente rodea a J. J. Gittes (Jack Nicholson) al final de Chinatown. Cada escena logra que un espacio urbano abarrotado parezca extrañamente ingrávido: Blade Runner gracias a la técnica de slow motion, mientras Chinatown lo logra gracias a una aireada fotografía.
Ambas películas también entienden la naturaleza siniestra y gótica de los edificios de la ciudad estadounidense: lo que era arquitectura neocolonial española en Chinatown se convierte en academicismo francés en Blade Runner. Además, uno podría postular que Blade Runner trata el tema central de esta última cinta: el agua y su importancia para la civilización.
La bien cuidada propiedad de Evelyn Cross Mulwray (Faye Dunaway) en Chinatown está a una sequía de distancia de parecerse a la zona desértica del Río Porciúncula, donde Gittes se encuentra con tierra agrietada, muebles abandonados y un niño solitario montado en un burro. Si hubiera estado lloviendo, la escena podría ser de Blade Runner.
Esta distinción surrealista ha sido restada de 2049: la narración no se queda en Los Ángeles, la película incluso se abre más allá del límite norte de la ciudad. Y estas ubicaciones lejanas carecen de identidad. No hay estructuras históricas. La sede central del Departamento Policial de Los Angeles (LAPD, por su sigla en inglés) en el centro de la ciudad realmente no parece tan diferente de las granjas de California o de los depósitos genéricos de San Diego. Tampoco hay mucha variación dentro de las escenas. Mientras que Blade Runner se llenó de luces y sombras contrastantes, 2049 tiene una paleta monocromática, prácticamente en mayúsculas: las tierras de cultivo son GRISES; Las Vegas es ANARANJADO; una noche en la playa es NEGRA. Es como si el color fuera un sustituto de la arquitectura.
De hecho, si hay algún vestigio de un paisaje local notable, es la ubicuidad de los anuncios públicos (y no únicamente por la forzada "maldición de Blade Runner"). En nuestra era, las vallas publicitarias de Sunset Boulevard en Hollywood tienen una omnipresencia que se acerca a lo chillón. En el futuro de Blade Runner, las corporaciones multinacionales bombardean a una población cada vez más desilusionada con deslumbrantes imágenes. Mientras en 2049, los comerciales son aún más invasivos. En el final de la película, K se encuentra con una valla publicitaria enorme (MORADA) con el holograma de Joi mientras camina por las calles de la ciudad. Ella es a la vez familiar e indistinguible de la Joi de cualquier otro hombre solitario, un gigante que se extiende a lo largo de la costa, evitando la individualidad. Abrumado, K se derrumba.
El futuro es ahora homogéneo, un desafortunado efecto colateral de la globalización. Cuando la cultura global es la cultura local, Los Angeles se parece a San Diego, entonces ¿por qué Sunnyvale, California, no debería parecerse a Qingdao, China? Además de la contaminación y el crisol urbano, el futuro retratado en 2049 puede no ser tan distinto desde el punto de vista arquitectónico como antes, pero no es menos aterrador e impresionante desde el punto de vista cinematográfico que en Blade Runner.
Colin Newton es un escritor freelance en Los Angeles. Su trabajo ha sido publicado en diarios locales y blogs, y cubre temas relacionados a arte y cultura. Escribe sobre cine, filosofía y más en IdolsAndRealities.wordpress.com.
Fuente: www.plataformaarquitectura.cl
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