Tras siete años sin dirigir, regresó detrás de cámaras en “Leones por corderos”. El film –en el que también actúa, con Meryl Streep y Tom Cruise- analiza la política bélica norteamericana.
Por David M.
Halbfinger, para The New York Times y Clarín
Robert
Redford llega a las oficinas de Leones por corderos empapado luego de correr un
mediodía por el Napa Valley. Es una buena preparación, ya que seguramente va a
tener unos meses muy candentes. Está dando los últimos toques a su película más política desde “Todos los
hombres del presidente” y se dispone a la pelea.
Como si
quisiera prepararse para la batalla, Redford colgó columnas de opinión que
condenan al gobierno de Bush en una cartelera de la casa que alquiló y
convirtió en centro de posproducción. “El perfil de un cobarde”, es uno de los
títulos. “Esta vez no digan que no estábamos sobre aviso”, dice otro.
En una hoja
amarilla se leen en mayúsculas las palabras “Frustración, responsabilidad y
tristeza” de su puño y letra. Es un recordatorio, un resumen de los temas del
film. Pero Redford hace una mueca cuando le pregunto sobre la nota. “Tal vez se
podría eliminar tristeza”, sugiere. “Eso asusta al público y lo aleja”.
De todas maneras, agrega, “me parece muy triste.”
Redford, que
tiene setenta y un años, (en el momento del rodaje), generó muchas expectativas
con Leones por Corderos, a pesar de que la misma contó un presupuesto modesto
de 35 millones de dólares. La película es la primera que protagoniza Tom Cruise
desde su racha de mala prensa y su salida de Paramount el año pasado. Es la
primera de United Artists desde que Cruise y su socia, Paula Wagner, se hicieron cargo del sello. Y es el primer
trabajo como director de Redford desde la decepcionante “Leyendas de vida”, del
año 2000. Tendrá que estar a la altura de sus estrellas, entre las que se
encuentran el propio Redford y Meryl Streep, cuya presencia ya da lugar a
especulaciones sobre las posibilidades de la película de alcanzar el Oscar.
Por otra
parte, a Redford le preocupa que su película se vea injustamente agrupada con
varias películas de guerra que se estrenan en estos días. “Quería decirle al
estudio que no la convirtiera en algo sobre la guerra –dice-. No es sobre eso.
La guerra es el catalizador, pero no es el tema. Es algo más importante.”
El guión de
Matthew Michael Carnahan (que también escribió “The Kingdom”), relaciona tres
confrontaciones: un senador republicano (Cruise) trata de venderle una nueva
estrategia para la guerra de Afganistán a una persona escéptica de Washington
(Streep); un profesor universitario (Redford) trata de alentar a un estudiante
de ciencias políticas talentoso pero reticente (Andrew Garfield); y dos
soldados (Derek Luke y Michael Peña) intenta sobrevivir a un enfrentamiento en
una montaña de Afganistán.
Si “El candidato”, la crítica de 1972 a las campañas políticas, terminaba con el personaje de Redford preguntando, “¿Qué hacemos ahora?”, “Leones por corderos” hace una pregunta diferente pero con mucha más insistencia: “¿Cómo llegamos aquí?”
“Lo que me
atrajo fue pensar cuales son los
factores ocultos que nos llevan al mismo lugar una y otra vez –dice-. Hay
patrones de conducta que siempre nos salieron muy caros y que ahora nos cuestan
mucho más, nos cuestan todo vestigio de respeto que hayamos tenido en el mundo.
Cuando analizo mi época, cuando recuerdo el macartismo, y luego Watergate, el
escándalo Irán-contras, y ahora esto… Si se analiza todo eso se ve que hay un
hilo común. La misma sensibilidad: “Todo pasa por ganar”. El poder. Y las
consecuencias son cada vez de mayor magnitud”.
La película
juzga con severidad a los políticos, los periodistas, los grupos mediáticos,
los jóvenes. En definitiva, a todos, excepto a quienes se ofrecen como
voluntarios para luchar por su país.
“Se puede
decir que esto relaciona diferentes cosas que hice a lo largo de mi carrera”,
señala Redford. Menciona “El candidato”, su clásico político; “Todos los
hombres del presidente”, que inspiró a una generación de periodistas; y el
thriller de espionaje “Los tres días del cóndor”. “También están las películas
sobre el poder del engaño, como “Quiz Show”, agrega.
Redford
declara que hace mucho tiempo que quería hacer una película sobre la
politización de las universidades, “sobre un profesor que no fuera ortodoxo y
que se opusiera al poder en una institución convencional.”
La idea que
se convirtió en “Leones… se le ocurrió a Carnahan, el guionista, hace un año,
un día estaba haciendo zapping en busca de un partido de fútbol. “Había estado
pensando en que ridícula era la guerra y en cómo habíamos podido elegir a un
tipo que no se preocupaba por leer una historia militar antes de iniciar no una
sino dos guerras, cuando lo peor que se puede hacer es librar una guerra en dos
frentes”, recordó Carnahan, que tiene 34 años. “Encontré una nota de la CNN
sobre cuatro o cinco soldados que se había ahogado cuando su camioneta había
caído al Tigris y pensé: “Dios mío, qué manera horrible de morir.” Luego seguí
haciendo zapping porque quería encontrar el partido”.
“Esa noche
me di cuenta que soy tan hipócrita como la gente de nuestro país que no soporto
–agrega-, la clase de gente que saltea las noticias para llegar a los
chimentos. Eso se convirtió en “Leones por corderos”. Fue mi forma de exorcizar
eso, de expresarlo y de ver si tenía algún eco.”
El proyecto
puede haber establecido un nuevo récord de velocidad. La agencia CAA lo adoptó
y pronto lo llenó con sus clientes: Streep, Redford y Cruise, que buscaba una
nueva película para iniciar su nueva incursión en la dirección del estudio
United Artists. “Es el cronograma más exigente con el que trabajé”, dice
Redford: apenas un año entre el anuncio y el estreno.
Redford
trabajó con Carnahan en el ajuste del guión, para “lograr que las palabras
tuvieran la mayor fuerza posible despojándolas de todo adorno.” Carnahan señaló
que ese trabajo “no puede hacerse sin desplegar los argumentos que supongo
tienen lugar en la vida real, en las oficinas del Congreso y de los diarios,
así como en combate.”
Para
Redford, la película es “sobre los que nos sirven y los que elegimos”. Pero
afirma que le preocupa que “a los Estados Unidos no les gusta mirarse.”
Como era
previsible, algunos bloggers conservadores calificaron la película de
antiestadounidense, infiriendo que el personaje de Cruise tendrá que ser el
villano para adaptarse a los puntos de vista liberales de los realizadores.
“Estoy preparado para las malas interpretaciones –señala Redford-, pero habría
sido lo más fácil del mundo convertirlo en un villano que se alisa los bigotes
y simplemente disfrutar con su caída. Sin embargo, pensé: “No. Hay que darle un
lugar legitimo en la historia”.
El senador
de Cruise asesta algunos de los golpes retóricos más poderosos de la película. “Cuanto
mejor es, más atemorizador resulta”, dice Redford. “Tiene que haber una similitud con lo
que vivimos los últimos seis años: doble discurso, no contestar preguntas de
forma directa, todos esos elementos de manipulación. Pero mejor.”
Redford
comenta que vaciló en dirigir la película, pero que le gustó el papel que
interpretó y que disfrutó lo que llama el duelo entre profesor y alumno. Para
el papel del estudiante –un papel que “sin duda habría interpretado cuando empecé”-
buscó en vano una cara nueva estadounidense antes de decidirse por Garfield, un
actor de teatro británico a cuyo acento contribuye que es hijo de un
estadounidense. “A Bob (Redford) le gusta estar seguro de todo”, declaró
Garfield, que agregó que por momentos el duelo actoral le resultó aterrador.
Garfield
agregó que durante la producción experimentó algo así como un despertar político.
Leía a Noam Chomsky entre una toma y otra. Ahora, con la vehemencia propia de
sus 24 años, agrega: “Espero que la película sirva como un llamado a las armas
para mi generación”. Las expectativas de Redford en relación con la película no
son tan ambiciosas. "Lo único que espero es que la gente piense –dice-.
Que la película entretenga de forma tal de hacer a la gente pensar.”
Traducción: Joaquín Ibarburu
Extraído de Diario Clarín, sección Espectáculos,
martes 13 de noviembre de 2007.
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