Hay algo en la forma de ver hoy las series que me recuerda la relación que alguna vez tuve con el cine como espectador, y que creía perdida para siempre.
Por Eduardo Villar

Algo de aquellas tardes maravillosas de cine continuado rescato ahora en las series que para algunos son el nuevo cine. No las miro según se van estrenando en en televisión –soy incapaz de esa disciplina horaria–, sino en la computadora, cuando todos o casi todos los capítulos están disponibles. Es ahí que se puede recuperar aquella relación adictiva e infantil con la pantalla. Sólo se puede sentir la falta de una cajita amarilla llena de maní con chocolate para ir devorando con cada capítulo, pero cada uno sabrá encontrar un sustituto. Nada más placentero que llegar al final, ver los créditos pasando lentamente por la pantalla y esperar sin impaciencia unos 20 segundos la presentación del siguiente capítulo, siempre con la misma música. Y así, cuatro o cinco veces. Hasta el cansancio o el hartazgo. En medio de una gripe que me obligó a cinco días de cama, acabo de zamparme de esa manera la buena mezcla de humor, drama y acidez que hay en los trece capítulos de la segunda temporada de Orange Is the New Black.
Y antes, sin gripe, buscando el tiempo, había hecho más o menos lo mismo con la segunda temporada de la extraordinaria House of Cards, con Vikingos y con Lie to me. No sé si las series son el nuevo cine. A mí me divierten como las películas que veía, una tras otra, en la adolescencia.
Extraído de http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/television/Nuevo-cine-visto_0_1181881819.html
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