Por Adrián Massanet, 28 de abril de 2011
Leo en cierto diario global que la galería Catherine Houard de París va a dedicarle un homenaje a una de las figuras más importantes de la industria audiovisual norteamericana en el último tercio del siglo XX. No famoso quizás a un nivel mediático, pero sí determinante en todo lo que tiene que ver de dar un empuje formal y logístico a su disciplina. Hablamos, claro, de uno de los más reputados directores artísticos y diseñadores de producción, maestro de cientos de profesionales que surgieron después que él (muy pocos de los cuales han demostrado su talento, humildad y rigor), detentador de un estilo tan reconocible como la puesta en escena de un director o la caracterización de un actor célebre, el ya legendario (y casi octogenario) Dean Tavoularis. Así, además de dar la noticia, podemos hacer un somero repaso a su trayectoria.
Qué pena no poder estar en París antes del 21 de mayo (quizá alguno de nuestros lectores sí tenga la oportunidad, o resida en París y pueda contárnoslo con detalle), pero al menos podemos, siempre, disfrutar de las películas a las que aportó su talento. Otros grandes diseñadores de producción, como Dante Ferreti, Eugenio Caballero, Stuart Craig o Peter Lamont, no me parece que hayan dejado una huella tan profunda en sus trabajos (por muy brillantes que sean algunos de ellos), y en gran parte creo que le deben mucho a Tavoularis en la creación de espacios y atmósferas, en la elaboración de ambientes anímicos de gran profundidad, en lo que significan sus películas de desarrollo del trabajo conjunto entre operador de fotografía y escenógrafo, una suerte de revolución que durante los años setenta dio un empujón decisivo para que el diseño de producción fuera algo más que un escenario eficaz. Para que fuera un concepto tan importante como la luz.
Una cosa está más que clara: Francis Ford Coppola sabe rodearse de los mejores. En el sonido y el montaje con gente como Walter Murch. En la fotografía con otros como Gordon Willis, John Toll, Vittorio Storaro, Michael Ballhaus. Y en el diseño de producción con visionarios como Eiko Ishioka y genios como Dean Tavoularis, que ha sido la piedra catedralicia de sus producciones más importantes. La unión de ambos es tan importante y apasionante como la de Jack Fisk y Terrence Malick. Pero Tavoularis no empezó con él. Su primer trabajo fue para Arthur Penn en la esencial ‘Bonnie y Clyde’ (‘Bonnie and Clyde’, 1967). Y ante el éxito de su colaboración, repitió con Penn en ‘Pequeño gran hombre’ (‘Little Big Man’, 1970). Pero su encuentro con Coppola es parecido al encuentro de este con Pacino.
De ascendencia griega (su nombre en griego es Ντιν Ταβουλάρης), sus padres emigraron a Estados Unidos y pudieron darle una buena educación. Estudió arquitectura y pintura en importantes escuelas de arte, pero había crecido y vivido su adolescencia muy cerca de los estudios de Hollywood. Destacó tanto que logró un trabajo en la factoría Disney, lugar en el que aprendió a dibujar los mejores story-boards. Según él, aquellos años en Disney fueron decisivos, ya que aprendió más que en ninguna otra parte. De hecho, a pesar de que es el jefe del departamento de diseño, él mismo se encarga de dibujar los story-boards de todas sus películas, y de preparar las láminas con los diseños. Durante el duro rodaje de ‘El padrino’ (‘The Godfather’, 1972), una producción bastante más modesta de lo que parece, Tavoularis tuvo que romperse la cabeza para crear los interiores más creíbles que se recuerdan, a pesar de que la mayoría de ellos eran sets (los despachos, habitaciones, el hospital…). El resultado fue asombroso: una continuidad de espacios y de tiempo a pesar de que muchos interiores no tenían nada que ver con los exteriores.
Coppola supo que había dado con alguien realmente fenomenal, y Tavoularis se puso a trabajar casi en exclusividad para él, con excepciones como ‘Adiós, muñeca’ (‘Farewell, My Lovely’, Dick Richards, 1975), sobre el original de Raymond Chandler, que sabía diferenciarse, en su ambiente de cine negro, del “estilo Corleone”. Para ‘El padrino, parte II’ (‘The Godfather, part II’, 1974), tuvo que recrear la Sicilia de principios de siglo, y establecer dos líneas temporales en Nueva York, la de los años veinte, con una Little Italy sensacional, y la de los años cincuenta, además de conseguir que República Dominicana pareciera la Cuba precastrista. Fue su primera nominación de cinco, y la única vez que ha ganado el Oscar. Pero no fue su última gran hazaña. Para ‘Apocalypse Now’ (id, 1979) creó una infernal selva vietnamita, pero en Filipinas, y construyó el increíble complejo de la secta de Kurtz basándose en el palacio de Angkor Wat. En ‘Corazonada’ (‘One From the Heart’, 1982) recreó las calles más famosas de Las Vegas, así como su aeropuerto y las afueras, completamente en estudio.
En los años ochenta trabajó casi siempre para Coppola, en todas sus películas. En los años noventa sus proyectos fueron menos interesantes, con colaboraciones con Phil Joanu en ‘Análisis final’ (‘Final Analysis’, 1992), para Philip Kaufman en ‘Sol naciente’ (‘Rising Sun’, 1993), con Warren Beatty en ‘Bullworth’ (id, 1998). Pero la cada vez menos prolífica carrera de Coppola repercutió también su obra, y no hubo grandes proyectos en los que trabajar. La última película para su amigo fue ‘Jack’ (id, 1996), pero pudo hacer el inteligentísimo diseño de producción de ‘La novena puerta’ (‘The Ninth Gate’, Roman Polanski, 1999). Inactivo desde 2001, ha vuelto a la brega de un rodaje con la última película de Polanski, titulada originalmente ‘God of Carnage’, y sobre cuyo final de rodaje en París ya habló hace un tiempo Juan Luis en Blogdecine.
A su edad, tiene poco ya que demostrar a nadie, aunque esperamos que homenajes como el que se le dedica ahora a este mago, no sea uno de esos que celebran el fin de una carrera. Con todo, a sus casi ochenta años, Tavoularis puede quedarse tranquilo de haber cambiado para siempre su profesión, inspirando a muchos colegas suyos a crear universos cerrados en sí mismos, proyección de los demonios interiores de personajes tan atormentados como Michael Corleone o el “loco” Kurtz.
EL BRILLANTE TRABAJO EN LA SOMBRA DE TAVOULARIS.
Una exposición en París recorre el trabajo del director artístico de cineastas como Coppola ('Apocalypse Now') o Polanski ('Un dios salvaje')
Por ÁLVARO P. RUIZ DE ELVIRA - Madrid - 27/04/2011
Trabajó en la trilogía de El Padrino, sufrió los horrores del rodaje de Apocalypse Now y recreó de la nada Las Vegas de neón de Corazonada. No solo Francis Ford Coppola ha querido tenerle a su lado en los últimos 44 años. También Roman Polanski, Michelangelo Antonioni, Wim Wenders o Arthur Penn, entre otros, han requerido sus servicios. Dean Tavoularis (Lowell, EE UU, 1932) es una de esas personas que desde la oscuridad de las sombras que produce el brillo cegador de las grandes estrellas de Hollywood hacen que todo funcione. A sus 79 años y tras cinco candidaturas a los Oscar como Mejor director artístico (se llevó el de El padrino II), Tavoularis sigue en activo. Una exposición en París, donde además se encuentra ahora rodando con Polanski, recorre su trabajo cinematográfico y artístico.
Con la muestra 'El mago de Hollywood' la galería parisina Catherine Houard rinde homenaje a Tavoularis hasta el 21 de mayo con la exposición de algunos de sus trabajos originales. Tavoularis, de familia inmigrante griega, nació en Massachussetts pero se crió en Los Angeles. Allí estudió arte, cine y arquitectura. Comenzó su carrera en Hollywood en los estudios de Walt Disney, donde estuvo siete años y aprendió a hacer story boards (en todas sus películas participa de forma activa en su elaboración). De Disney siempre ha dicho que fue "la mejor escuela del mundo" para un artista que empieza a hacerse un hueco.
En 1967 Arthur Penn le encargó la dirección artística de Bonnie y Clyde, la primera de la treintena de películas en las que ha trabajado desde entonces. La última, la adaptación que Polanski está rodando de la obra teatral Un dios salvaje, de Yasmina Reza. En la exposición se pueden ver sus obras artísticas personales, llenas de color y brillo, y algunos de sus trabajos para películas como Corazonada, La ley de la calle o Apocalypse Now. De esta última, dijo recientemente en una entrevista en Cahiers du cinema: "Que la lucha por hacer Apocalypse Now se vea reflejada en el aspecto de la historia está bien. Con esta película, si sientes la dificultad de la creación, eso puede aumentar la experiencia del film".
Tavoularis ganó un Oscar, en 1974, por El padrino II. Fue también candidato por la tercera parte de la película, en 1990, y por El mayor robo del siglo (1978), de William Friedkin, Apocalypse now (1979) y Tucker (1988). Con Coppola trabajó en gran parte de sus producciones salvo alguna excepción llamativa como Drácula. Aparte de Coppola, ha trabajado, entre otros, con Antonioni (Zabriskie point , 1970), Arthur Penn (Bonnie y Clyde, 1967), Pequeño gran hombre, 1970), Wim Wenders (El hombre de Chinatown, 1982) , Warren beatty (Bulworth, 1998) o Roman Polanski (La novena puerta, 1999).
Fuentes: Blog de cine, ELPAIS.COMCultura
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