La cinta blanca, de Michael Haneke
Se estrenó la película que amenazó con ganarle el Oscar a El secreto de sus ojos: una pieza en blanco y negro del provocador Michael Haneke sobre un pueblo alemán durante la Primera Guerra donde se disciplina a los niños que dos décadas después serán los hombres del Reich.
Por Javier Alcacer
“Cuando haces una película, estás manipulando al espectador. Si pones la cámara acá en lugar de allá, vas a dar una idea diferente: entonces filmar siempre involucra la manipulación. La pregunta es: ¿con qué fin uno manipula al espectador? Yo digo que la manipulación es una forma de violación. La única forma aceptable de violación es cuando se viola al espectador para darle su autonomía, hacerlo consciente de su rol como receptor, como víctima, y así volverlo independiente”.
Estas palabras son del realizador Michael Haneke (Munich, 1942), que con este tipo de declaraciones se asegura la vigencia del rótulo de provocateur que ganó con sus películas, famosas por tratar temas incómodos de maneras incómodas y por los escándalos que suelen acompañarlas. La alienación, la incomunicación y la violencia no solamente física sino también discursiva, y su lugar en la sociedad contemporánea, son los ejes de su obra. “Si querés lidiar con los problemas sociales seriamente, no hay manera de evitar la violencia, está muy presente en nuestra sociedad”, declaró. Haneke suele reflexionar sobre estos tópicos a partir de historias crueles: quienes se hayan animado a ver películas como “Benny´s video”, “Funny games” y “La profesora de piano” sin duda tiene grabada en la memoria alguna de sus escenas despiadadas. Al horro propio del acto en sí se le suma el desapego de la mirada del director, carente de cualquier tipo de emoción, como si las imágenes fueran responsabilidad de una maquina impiadosa. Quienes lo acusaban de ser una suerte de moralista extorsivo vieron con mejores ojos “Caché escondido” (2005), filmada en París, en la que la cuota de sadismo era atenuada para dar lugar a una historia disfrazada de thriller que reflexionaba sobre las consecuencias de la masacre de ciudadanos argelinos en 1961. Su nueva película. “La cinta blanca”, ganadora de la Palma de Oro del último Festival de Cannes, reduce los golpes de shock al mínimo, y aun así es la más ambiciosa y más inquietante de todas ellas.
Ambientada en un pueblo alemán ficticio llamado Eichwald, “La cinta blanca” gira en torno de una serie de extraños accidentes que ocurren allí entre 1913 y 1914, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Filmada en blanco y negro inspirado por los trabajos de Sven Nykvist con Ingmar Bergman, el relato está narrado por la voz en off de un personaje que recuerda lo vivido y que en aquellos días era profesor de la escuela del pueblo. En los primeros minutos explica que busca reconstruir lo que pasó por que “a lo mejor así podría aclarar algunos de los sucesos que ocurrieron después en este país. Así, la película alterna entre las miserias de la vida doméstica y las consecuencias de los accidentes, que detonas las tensiones preexistentes: un campesino destruye un campo de coles; el granero se incendia, el hijo del Barón aparece golpeado. Nadie sabe bien qué está pasando, pero el profesor sospecha que algo saben sus alumnos, los hijos del pueblo. Niños que fueron criados con todo el rigor del puritanismo protestante y viven sometidos a estrictas reglas de conducta para tratar con los mayores. Con la excepción de su profesor, no reciben muestra alguna de cariño por parte de los adultos, quienes constantemente les recuerdan cómo deben comportarse ante ellos. Los más afectados por esto son los hijos del pastor, Klara y Martin, castigados por su padre por desobedecer en cuestiones triviales, como el horario de regreso al hogar en la noche. En el castigo, el pastor no sólo busca imponer su autoridad sino también que sus hijos abracen la culpa correspondiente por haberlo ofendido y por estar en falta con Dios. “Su madre y yo pasaremos una mala noche por lo que han hecho”, les dice y pasa a anunciarles que serán obligados a llevar una cinta blanca en el brazo como recuerdo de la pureza y la inocencia, virtudes de las cuales deberían ser portadores. En otra secuencia, el pastor le obliga a confesar a Martin que ha incurrido en “actos impuros”. Para que lo reconozca, le cuenta la historia de un niño que hacía lo mismo, empezó a aislarse, a mentirle a sus padres y luego murió. “Yo bendije su cadáver, parecía el de un hombre viejo”. A partir de entonces, a Martin se le atan las manos a la cabeza todas las noches. Ya no hace falta truculencia; momentos como éste, sin una gota de sangre, son tan impactantes como algunas de sus escenas más escandalosas de su obra.
Aunque la película jamás lo diga, no es difícil suponer qué estarían haciendo los niños del pueblo veinte años después. “Mi objetivo principal era examinar a un grupo de niños a los que se les inculcan valores transformados en absolutos, y cómo los aprehenden. Si fomentamos un principio o un ideal, ya sea político o religioso, al darle un status absolutista se vuelve inhumano, y eso lleva al terrorismo.” Por supuesto, a quienes la superioridad moral donde se ubica Haneke para filmar les moleste, no van a tener problemas en encontrar nuevos argumentos en “La cinta blanca” para reafirmar su posición. “Creo que se debe a que la mayoría de los programas de televisión y de las películas toman al público por idiotas. Por eso cuando son confrontados con una película que los toma en serio, lo ven como una afrenta”, contestó cuando le preguntaron por ello.
Alguna vez, Leonard Cohen escribió un poema titulado “Todo lo que hay que saber sobre Adolf Eichmann”. En él se examinan algunas de las características físicas de Eichmann, sin encontrar nada fuera de lo habitual. Sus últimos versos dicen: “¿Qué esperaban? / ¿Garras? / ¿Incisivos gigantescos? / ¿Saliva verde? / ¿Locura?”. La película “La caída” perseguía una finalidad similar: recordar que lo más terrible de Adolf Hitler era que había sido humano. En “La cinta blanca”, Haneke toma esto y lo lleva más allá todavía: no sólo teoriza acerca del origen de la maldad sino que, a través de la representación de un drama de principios del siglo XX, se pregunta qué males estaremos germinando a principios del siglo XXI.
La cinta blanca se estrenó el 22 de abril.
Ficha técnica ampliada
Título: La cinta blanca
Título original: Das weiße band
Dirección: Michael Haneke
País: Francia, Alemania, Austria
Año: 2009
Duración: 150 min.
Género: Drama, Bélico
Calificación: No recomendada para menores de 13 años
Reparto: Ulrich Tukur, Susanne Lothar, Josef Bierbichler, Burghart Klaußner, Marisa Growaldt, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Michael Schenk, Steffi Kühnert, Sebastian Hülk, Anne-Kathrin Gummich, Ursina Lardi, Leonard Proxauf, Leonie Benesch, Christian Friedel, Theo Trebs, Maria-Victoria Dragus, Lilli Trebs, Enno Trebs, Kai-Peter Malina, Vincent Krüger, Paraschiva Dragus, Aaron Denkel, Sara Schivazappa, Levin Henning, Ole Joensson, Leonard Boes, Marvin Ray Spey, Hanus Polak Jr.
Web: lacintablanca.blogspot.com
Distribuidora: Golem Distribución
Productora: Les Films du Losange, X-Filme Creative Pool, Wega Film
Presupuesto: 12.000.000,00 €
Casting: Carmen Loley, Markus Schleinzer, Simone Bär
Departamento artístico: Enzo Enzel
Departamento de transportes: Florian Haeger
Departamento editorial: Willi Willinger
Dirección: Michael Haneke
Dirección artística: Anja Müller
Diseño de producción: Christoph Kanter
Efectos especiales: Bernd Rautenberg, Gerd Feuchter, Jens Schmiedel, Marcus Schmidt, Rolf Hanke, Thomas Thiele, Till Hertrich
Fotografía: Christian Berger
Guión: Michael Haneke
Maquillaje: Anette Keiser, Waldemar Pokromski
Montaje: Monika Willi
Producción ejecutiva: Michael Katz
Producción en línea: Ulli Neumann
Sonido: Fabienne Chalendard, Vincent Guillon
Vestuario: Annette Bätz Moidele Bickel
Fuente: Pagina 12, suplemento Radar 18/4/10
Julio Diz
- Julio Diz
- Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.
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