Después de que nos riésemos muchísimo con el diario de rodaje de Woody Allen
sobre ‘Vicky Cristina Barcelona’ y con el titulo del film –si Almodóvar hubiese
titulado ‘Volver’ con el mismo juego, sería ‘Raimunda Agustina Alcanfor de los
Infantes’— la propia película, que se estrenó ayer, 19 de septiembre, ha tenido
menos capacidad de provocar carcajadas que lo que la rodea.
‘Vicky Cristina Barcelona’, protagonizada por Scarlett Johansson, Rebecca Hall,
Javier Bardem y Penélope Cruz, cuenta la historia de Vicky y Cristina, dos
jóvenes estadounidenses (Johansson y Hall), a las que Juan Antonio (Bardem), un
pintor español, les propone pasar un fin de semana de sexo y turismo en Oviedo.
Reticente una y deseosa la otra, aceptan. Cuando una de ellas lleva un tiempo
conviviendo con el artista, aparece María Elena (Cruz), la ex-mujer de éste, y
la relación se enrarece.
Allen, en su malograda visita a España, rueda unas cuantas postalitas de
Barcelona, Oviedo, Avilés –sin alejarse mucho de cómo habría rodado Garci
Asturias— y envía a sus personajes a todavía otro tópico turístico más: Sevilla.
Por supuesto, se retrata el temperamento mediterráneo con un toque de exagerada
estereotipificación, que podría no entenderse así si se pensase que es la
naturaleza de los artistas lo que el autor quiere representar como algo alocado
y desbordante. La historia fluye, no obstante, por los huecos que dejan libres
estas caricaturas y el film funciona, aunque probablemente mejor fuera de
nuestras fronteras que aquí.
Funciona, sí, pero lleno de altibajos en cuanto a su calidad, indefinido en
cuanto a tono o género y errabundo en cuanto a su narración. Si bien en un
principio la historia tiene muy claro hacia dónde se dirige, el final SPOILER
desconcierta ligeramente, ya que la conclusión, sin llegar a ser inexistente, sí
se podría considerar débil. Antes incluso de alcanzar ese final, ocurren unos
hechos que claramente se han precipitado, como si algo obligase al neoyorquino a
terminar la película ya, aquí y ahora y, por lo tanto, a echar mano de lo que
más rápidamente le puede cerrar las tramas FIN DEL SPOILER
Existen dentro de ‘Vicky Cristina Barcelona’ varios momentos muy brillantes. No
sólo son aquellos únicos instantes en los que Allen deja que su film se acerque
a la comedia, sino también escenas de gran temperatura dramática o sensual en
las que los actores logran una gran química y credibilidad. Pero decía que los
altibajos abundaban porque estos buenos momentos están rodeados de mucho cine
que, sin llegar a ser malo, es anodino y poco digno del Allen que hemos conocido
en cintas anteriores.
Supongo que no merece mucha discusión que esos mejores momentos son aquellos en
los que tenemos en pantalla a Penélope Cruz. Empeñada en hablar español a pesar
de los ruegos de su ex-marido –tan claramente orientados a que la película se
entienda en EE. UU. y poco justificados de guión que parecen otra de las
bromas—, María Elena es una artista tan atormentada por su propia mente que
sufre unos arrebatos capaces de poner la piel de gallina al espectador por su
autenticidad. A la vez, la exageración es tal que no hay problema para echarse
unas risas. Aquí supongo que sí tenemos ventaja los españoles y que en otros
países no les harán gracia esas ocurrencias del personaje de Cruz. Parecido es
el efecto que provoca el actor que hace de padre de Bardem, con el cual nos
reímos por escucharlo hablar en nuestro idioma como si estuviese ajeno a todo lo
que le rodea.
La interpretación de Bardem también está muy lograda, pues va teniendo ante
nosotros la evolución que tiene a los ojos del personaje de una de las
norteamericanas. Tanto su físico como su carácter son perfectos para el papel
que interpreta. El personaje de Johansson no es fácil de llevar a cabo, ya que
está lleno de contradicciones y la joven actriz y desempeña sin problema. Hall,
que es el rostro menos conocido de los cuatro, da vida al ser más típico de los
films de Woody Allen: una estadounidense algo neurótica y cultureta que quiere
tener toda su vida controlada porque considera que así tienen que ser las cosas.
También ella es perfecta para este papel que, mucho antes que el de Bardem,
podría funcionar como ese trasunto suyo que Allen tiende a incluir en todas sus
obras.
El quinto personaje, esa voz en off tan presente, se podría haber limitado a
aparecer en el inicio y en el final para recalcar SPOILER que parece que nada ha
cambiado, pero eso es sólo aparente… o incluso podría no decirnos ni eso, pero
es que a Allen le gusta dejar muy clara su tesis FIN DEL SPOILER. La canción con
la que se ilustran los créditos iniciales, que luego se sigue utilizando es algo
molesta, también.
Vale la pena ver ‘Vicky Cristina Barcelona’ aunque sólo sea por la pobre oferta
que nos propone la cartelera, pero también porque sus momentos de mayor calidad
son suficientes para que se pase un buen rato y que no prevalezca la sensación
de haber perdido el tiempo o el dinero de la entrada. La curiosidad de ver a
Bardem y a Cruz discutiendo como pareja con tal veracidad que parece que han
trasladado sus disputas reales a la pantalla también provocará en muchos
espectadores las ganas de acudir a la sala y, de ser así, es imposible que se
salga decepcionado. A pesar de ello, en la lista donde ordené las películas de
Allen de menos buena a mejor, tendría uno de los puestos más altos.
Vicky Cristina Barcelona ¿Woody?
No me lo esperaba. Queda claro cuando en el post de los estrenos de la semana me
relamía con la llegada a los cines de lo nuevo de Woody Allen. Uno de mis
directores favoritos, uno de los principales responsables de mi afición por el
cine. Y me encuentro aburrido en la sala. Primero paciente, luego resignado,
finalmente abatido. Al salir del cine, mon amour me preguntaba qué día iríamos a
ver la nueva de Woody. Mi respuesta a su sardónica pregunta fue la misma que le
dediqué a la película que acabábamos de ver… una silenciosa mueca de desagrado.
Woody Allen viene a España para dirigir su nueva película y parece que se pierde
por el camino. Antes de la que nos ocupa, había rodado tres en Inglaterra. No
recuerdo haber notado, al verlas, que se demostrara que habían sido rodadas
allí, no recuerdo que la narración de la historia estuviera supeditada a la
exhibición de los encantos del país, como si de un vulgar publirreportaje se
tratara. En ‘Vicky Cristina Barcelona’ sí. Parece hecha para turistas, con una
vaga y aburrida reflexión sobre el amor como excusa.
Suponía que Woody aprovecharía la ocasión para soltar sus habituales chistes
sobre España o nuestras costumbres, que no perdería la oportunidad de mostrar la
belleza de la ciudad de Barcelona. Pero de ahí a lo que he visto en ‘Vicky
Cristina Barcelona’ hay un mundo. Para empezar, pocas veces me ha molestado
tanto una banda sonora como la de este film, que casi consiste en la irritante
repetición de dos temas; especialmente insufrible resulta oír tantas veces el
estribillo del tema compuesto por Giulia y Los Tellarini.
Eso sí, para molesta, la primero cansina y luego insoportable voz en off del
narrador de la historia. No es que sea innecesaria, es que se dedica a
explicarnos lo que ya estamos viendo, sin que la acción requiera ningún tipo de
aclaración. Realmente incomprensible. Como también el que haya momentos, en
algunas secuencias, donde se enfoca el fondo, en lugar de mostrar de forma
nítida a los protagonistas. No me explico cómo puede ocurrir eso en una película
como ésta. ¿Usaron cámaras de ultimísima generación y no encontraban el
botoncico del enfoque automático? ¿Será una broma de Woody sobre el cine
español? Puede ser.
Inevitable hablar del reparto, por la entidad de sus actores y por ser un
apartado que brilla casi siempre en los films de Allen. En este caso, al ser una
obra tan mediocre, el trabajo de los intérpretes también está por debajo de lo
deseable, aunque no tanto como otras facetas de la película. Por cierto, y para
que conste claramente, para mí el principal culpable es el genio neoyorquino, el
director, el que debe llevar el timón, que naufraga de lo lindo, seguramente por
responsabilidades monetarias, con uno de sus peores guiones (¿lo escribiste tú
realmente, Woody, o fue alguna becaria?). Así pues, como iba diciendo, del
reparto… destacar muy por encima del resto a Penélope Cruz. La gran sorpresa
positiva de esta película; la única que parece que sabe lo que está haciendo y
porqué. La actriz española está soberbia, impresionante, bellísima siempre y
desquiciada cuando toca. Javier Bardem también tiene momentos buenos,
inspirados, de actor que está sobrado y lo demuestra cuando le da la gana, pero
no hay constancia en ese buen hacer, a menudo está en la escena simplemente
posando, como otra parte del paisaje más que debe ser mostrada a los futuros
turistas. Sigo apuntando a lo escrito por Allen, muy flojo, lleno de diálogos
vacíos y estirados de forma cansina.
Del resto de los principales, volver a subrayar lo que ya llevo diciendo desde
hace bastante tiempo: Scarlett Johansson es un maniquí. Siempre hace lo mismo,
posar con sus morritos y lucir ropa ajustada. ¿Dónde está su supuesto talento
como actriz? Sí, es muy guapa, pero también lo son otras actrices que han
demostrado que valen para actuar. Por cierto, ¿no había nadie que pudiera
enseñarle a coger mejor una cámara de fotos? Y no hablemos de las dos escenitas
en las que se lía con Cruz… vaya manera de “acariciarle” la cara, ¡si parecía
que le quería sacar un ojo! Rebecca Hall está mejor, quizá sólo porque Allen
está muy acostumbrado a escribir y dirigir papeles de ese tipo, casi una versión
femenina de sus típicos protagonistas neuróticos; sin embargo, el personaje se
gasta muy pronto, cuando está claro que ha traicionado sus convicciones y sólo
le queda hacer lo obvio, cosa que tarda bastante en aceptar, demasiado, para que
finalmente no sirva de nada (podríamos hablar aquí del final, pero está tan
clara la simplona moraleja que tampoco hay para debate). Y lo de Patricia
Clarkson es otra tontería más del guión; surge por ahí, dice dos chorradas
sacadas de la manga para provocar que la protagonista actúe en contra de sus
convicciones y se acabó.
Hace poco comentaba las mejores películas de Woody. No esperaba tener que
modificar mi selectísima lista, pero tampoco, ni de lejos, que ‘Vicky Cristina
Barcelona’ fuese la peor película del cineasta. Quizá el tiempo, quizá las
revisiones, la sitúen un poco más arriba, pero las sensaciones que me produjo,
encontrarme completamente fuera de la película, bostezando, aburrido, frustrado
por no encontrar nada de valor en lo que estaba viendo, me hacen ser así de
contundente. No puedo decir otra cosa. Y por supuesto, no recomiendo ir al cine
a ver lo nuevo de Woody Allen. Pero, como él mismo dijo una vez, no pasa nada,
el año que viene estrena otra.
'Vicky Cristina Barcelona', las dos americanas y el amor
Que ‘Vicky Cristina Barcelona’ se haya llevado el Globo de Oro a la mejor película comedia o musical resulta cuando menos, sorprendente. Ya no me refiero a que películas como ‘Escondidos en Brujas’ lo merecen muchísimo más que ésta, sino a que la categoría de “comedia” suena a cachondeo. Y todo por la necesidad de querer etiquetarlo todo. La penúltima película de Woody Allen se encuentra más dentro del drama que de cualquier otro género. Tema aparte es lo que haya querido ver la prensa extranjera en Hollywood, influenciados sobre todo por el personaje al que da vida una pletórica Penélope Cruz, cuyas incursiones en la trama pueden llegar a provocar la carcajada, pero parten de situaciones totalmente dramáticas (más de lo que parece a simple vista). De ahí a decir que ‘Vicky Cristina Barcelona’ es una comedia hay un trecho verdaderamente largo. El tono es el de una comedia, pero lamentablemente el film se queda a medio camino de todo, algo de lo que se ha sorprendido prácticamente todo el mundo. Que Allen, con tanto buen cine a sus espaldas, nos haya regalado una película como ésta, puede parecer un claro síntoma de cansancio del gran director, o simplemente demuestra que los genios también se equivocan. Pero no nos pongamos
condescendientes. ‘Vicky Cristina Barcelona’ no hay por dónde cogerla.
Esta vez Allen deja de lado a sus personajes obsesivos, de profundo calado bergmaniano, y en esta parte del film (desde el principio hasta la irrupción de un personaje que cambiará el curso de la historia), Allen se inspira claramente en el bello film de François Truffaut, ‘Las dos inglesas y el amor’, una de las películas más emotivas del director francés, y que ha servido de inspiración a gente como Martin Scorsese (concretamente en ‘La edad de la inocencia’). La situación es prácticamente idéntica, cambiando evidentemente el lugar (aquélla acontecía en París) y la nacionalidad de los personajes. Hasta el uso de la voz en off tiene
la misma intención. Pero si en el film francés, ésta era un perfecto complemento a modo de narrador externo a los hechos (interpretado por el propio director), con connotaciones literarias, en el film de Allen, la voz molesta más que ayuda o viste. No sólo subraya en algún momento lo que ya estamos viendo en imágenes, sino que en
otras nos narra algo que la imagen es incapaz de transmitir y por lo tanto no vemos. Esta alarmante falta de claridad de intenciones se extiende a los demás elementos del film, probablemente el más desequilibrado y tambaleante de toda la carrera de Allen.
La inteligente y original propuesta que Juan Antonio hace a las dos americanas presenta el primer conflicto de los personajes, al menos en teoría. Pero nada de eso, todo transcurre con la más absoluta tranquilidad y sin complicarse demasiado. Los personajes tienen reacciones que entran en la más absurda de las lógicas (nada que ver con los habituales personajes de Allen),y mientras tanto, el director neoyorkino se limita a ofrecernos un catálogo de Barcelona, como si no la conociésemos más que él (que demostrado queda con esta película que no la conoce en absoluto). Sus exteriores se limitan a lugares famosos; no es como cuando filma en Nueva York, que cualquier calle le vale para vestir al film con la atmósfera adecuada. Pero aquí no, y, o bien ha sido por su ignorancia con respecto a la ciudad, o porque simplemente Barcelona, por muy bonita que sea, no tiene el impresionante encanto que tiene Nueva York. De todos modos, éste es uno de los aspectos que menos importa en la película.
Cuando la ex-mujer del pintor hace acto de presencia, el film cambia de tono. Se vuelve casi una tragicomedia en la que nada de lo expuesto queda resuelto con convicción (lamentable el episodio de la pistola). Al menos podemos disfrutar de la brillante interpretación de Penélope Cruz, cuya actuación tapa los agujeros de un guión indigno de Allen. Es genial verla controlando a la perfección un personaje que sufre de desequilibrio emocional, no resultando histriónica en ningún momento, y ganándole la partida a unas perdidas Rebecca Hall y Scarlett Johansson. La primera da vida al personaje más típico dentro del universo Allen, y la segunda hace simplemente el tonto (no, no he encontrado otra forma de decirlo, limitado que es uno). Codeándose con todas Javier Bardem, con un personaje interesante, pero que termina convirtiéndose en algo muy, muy simple. A Patricia Clarkson y Kevin Dunn no merece la pena ni mentarlos, sus buenos nombres quedan manchados por lo puramente
anecdótico.
Al final la perplejidad se apodera del espectador, por decirlo suavemente. No me atreveré a decir que es la peor película de Woody Allen (servidor no puede con ‘Toma el dinero y corre’, por ejemplo), pero desde luego es la peor que ha realizado en los últimos años. La experiencia de rodar en nuestro país no creo que le haya satisfecho del todo (había tres proyectos para rodar aquí, y ya nada se sabe de
eso). Ahora toca esperar ‘Whatever Works’, que ya tiene terminada, y con la que ha vuelto a su admirada Nueva York. Esperemos que el Greenwich Village le devuelva el talento por el que es conocido, y que en ‘Vicky Cristina Barcelona’ no asoma por ningún lado.
Fuente: Blog de cine, 20/09/08, 25/09/08 y 2/01/09
Julio Diz
- Julio Diz
- Nació en la ciudad de Lanús, Buenos Aires, Argentina, el 27 de junio de 1956. Desde muy pequeño concurrió al cine, descubriendo a Walt Disney en el viejo Cine Monumental de la ciudad de Bernal. Ya de grande, Román Polanski y su film, “Cul de Sac” fueron los movilizadores hacia el cine de culto. En los años ’70, estudió cine en la EDAC, (Escuela de arte cinematográfico) de la ciudad de Avellaneda. En los ’80 cursó en CECINEMA, (Centro de estudios cinematográficos) dirigido por José Santiso, y asistió al Seminario Introducción al lenguaje cinematográfico, dictado por Simón Feldman. Incursionó en el Cine de Súper 8 y 16 MM. Asociado a UNCIPAR (Unión cineistas en paso reducido), fue cofundador del Biógrafo de la Alondra. Es editor de Woody y todo lo demás, Series de antología y el presente blog. Actualmente trabaja en su primer libro, “Los tiempos del cine”.
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