El incendio por Juan Schnitman
El cineasta estrena un film que funciona como un drama con tono de thriller. “Quería hacer una película sobre las últimas veinticuatro horas de una pareja, pero luego eso fue mutando a algo mucho más extraño”, señala.
Por Oscar Ranzani
Con 35 años, Juan Schnitman debuta como director solista con El incendio, tras formar parte del cuarteto creador de El amor (primera parte), que se completaba con Alejandro Fadel, Martín Mauregui y Santiago Mitre. El film, que se estrena mañana, tuvo su première mundial nada menos que en la Sección Panorama del Festival de Berlín de febrero de este año. El guión, correspondiente a Agustina Liendo, plantea la historia que Schnitman tenía en su cabeza y que pudo plasmar con gran solvencia en el rodaje. Se trata de una historia cortita en el tiempo (todo transcurre prácticamente en 24 horas), pero intensa. La pareja de treintañeros la componen con notables interpretaciones Pilar Gamboa (en la ficción Lucía) y Juan Barberini (Marcelo). Lucía y Marcelo lograron juntar 100 mil dólares para poder mudarse y tener un departamento soñado, con ayuda monetaria de la familia de ella. Al principio, todo parece marchar sobre ruedas. Pero un llamado termina por desmoronar la operación. Falta alguien que tiene que firmar la escritura y todo se cae hasta el día siguiente. Pero lo que entra en crisis o más bien eclosiona es la pareja. Desde ese momento, la historia muestra un clima opresivo de dos novios con conflictos amorosos y de convivencia, en los que intervienen el dinero, las drogas, el sexo, pero sobre todo las problemáticas de seres urbanos de clase media. ¿Podrán solucionarse esos conflictos? Eso se responderá con el correr del tiempo. O no. “Quería hacer una película sobre las últimas veinticuatro horas de una pareja, pero luego construyendo la historia eso fue mutando a algo mucho más extraño”, comenta Schnitman en diálogo con Página/12.
–¿Coincide en que se trata de un drama con tono de thriller?
–Sí, nosotros bromeábamos un poco con la idea de policial de pareja. Y era algo que nos ordenaba a la hora de escribir. La película tiene mucho dinero, sexo, violencia y un arma. Y, sin embargo, es una película de una pareja.
–De conflictos de una pareja...
–Sí, pero es una pareja con todos sus problemas. Había algo de eso que funcionaba como una idea rectora para escribir la película.
–También la definió como una película de “terror interno”. ¿Por qué?
–Hay algunos momentos de la película que yo trataba de pensarlos en clave de cine de terror. El comienzo con ellos dos en la cama, con ese plano cenital... yo pensaba cómo se filmaría si fuera una película de terror. Y me parecía que ésa era la manera. Y hay otras cosas que suceden con el fuera de campo y el sonido. En una parte de cierta violencia que se desata en el departamento, la cámara está sobre la protagonista y el terror es ella escuchando cómo el otro destruye algunas cosas. Esas pequeñas ideas también nos ayudaban a pensar la película a la hora de hacerla.
–¿En qué medida considera que estos conflictos de parejas jóvenes se dan con mayor asiduidad en la clase media urbana, que es la clase a la que pertenecen estos jóvenes?
–Me parece que es una película de gran ciudad. En este caso, es en Buenos Aires, con una serie de particularidades que tienen que ver con esta metrópolis, pero es una película que podría ser, en algún grado, universal. En toda gran ciudad, el acceso a la vivienda es un tema importante, también hay cierto grado de inseguridad, que es algo que está como trasfondo en la película.
–Y en toda gran ciudad hay conflictos de pareja...
—(Risas.) En todos lados hay conflictos de pareja. Ojalá fuera en las grandes ciudades solamente.
–¿Es común la combinación entre amor y violencia en las parejas jóvenes o éste es un caso extraordinario?
–Espero que no. En ese sentido, tratamos de construir personajes muy particulares y muy especiales. No están tratando de representar un espectro amplio de gente. Tienen particularidades. Tratamos de trabajar también estas pequeñas diferencias sociales que hay entre ellos dos. Ella es de una clase media un poco más alta y él de una más baja. Y por esa pequeña diferencia perciben el dinero de manera diferente. La gran ciudad y las tensiones que se viven allí llevan a un estado que puede hacer que salten cuestiones violentas con los condimentos adecuados.
–Un poco la pregunta que surge es si la idea de comprar un departamento es un proyecto genuino de la pareja o una válvula de escape.
–Yo creo que las dos cosas son imposibles de discernir. En muchas ocasiones, las parejas huyen hacia adelante, por decirlo de alguna manera. Ejemplo: estás en un momento de crisis y te casás; estás en un momento de crisis y te mudás con tu pareja.
–Toda crisis implica, a la vez, una posibilidad de cambio, ¿no?
–Sí, y también como manera de sortear esa crisis con un proyecto en común que redobla la apuesta de esa manera. Ese redoblar la apuesta, a veces, funciona y, a veces, no.
–¿Cómo trabajó la violencia física del personaje? ¿Buscó un tono lo más realista posible en ese aspecto?
–Tratamos de que la exploración de la violencia fuera muy repartida entre los dos personajes; no trabajamos la violencia de género. Trabaja la violencia como un elemento más de poder que están teniendo los personajes en ese día horrible. Pero después sí buscamos que toda la película tuviera una impronta lo más realista posible y lo más cercana posible, que fuera una historia donde la identificación resultara sencilla. Si bien los personajes están pasando por momentos muy extremos, hay algo de eso que uno puede reconocer en lo propio. Sin haber llegado a esos extremos hay algo de uno que está ahí.
–¿Tangencialmente la película refleja las dificultades de la clase media argentina como, por ejemplo, la de acceder a una vivienda?
–Sí, me interesan los temas sociales y políticos. Soy un gran lector de diarios y me interesaba mucho que en esta película la impronta de realidad fuera muy directa y tratara de los problemas que uno tiene. Y el acceso a la vivienda, al menos que haya una ayuda extrafamiliar, es una especie de quimera en este momento. Es complicado. Conozco pocos amigos de mi edad que han podido comprar su propia casa con sus propios medios. En ese sentido, es un tema actual, donde se juegan esas diferencias sociales de las que hablábamos antes. De repente, unos padres que pueden colaborar con la compra de una casa generan un conflicto de una pareja porque el joven no quiere aceptar ese dinero. Y ahí se juegan un poco las diferentes percepciones sobre el dinero. Esas cosas también separan y generan ruido en la pareja.
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