‘El intercambio’ (El sustituto en Argentina y ‘Changeling’ en el original, Clint Eastwood, 2008) era un proyecto que tenía Ron Howard para ser dirigido por él mismo. Se trataba de un hecho real acontecido a finales de los años 20 y principios de los 30, la desaparición y asesinato de varios niños, y que destapó un escandaloso caso de corrupción e incompetencia policial en el departamento de policía de Los Ángeles. Uno de esos casos que hoy día no se creería nadie, pero que realmente sucedió, sólo que en otra época más ignorante y con menos seguridad, dejando al descubierto una parte muy oscura del ser humano, acepción que a veces encuentro demasiado generosa cuando se trata del hombre en general. Material muy adecuado en cualquier caso para un cineasta como Clint Eastwood.
A él hay que agradecerle el
aceptar el guión de J.
Michael Straczynski, escritor televisivo en su primer trabajo
para el cine, el mismo día que lo leyó. Aunque Eastwood nos libró de la
dirección de Howard —tiemblo de solo pensar en los resultados— no pudo por
razones obvias impedir la influencia del mismo a niveles de producción. El
mítico actor/director pensaba en repetir con Hilary Swank tras ‘Million
Dollar Baby’ (2004), pero Howard impuso a Angelina Jolie
convencido por el look que ella tendría dando vida a una mujer de los años 30.
También supone el primer trabajo de Eastwood para Universal tras ‘Licencia para matar’
(‘The Eiger Sanction’, 1975), y el resultado es otra de sus obras mayores,
repleta de humanidad y una vez más sin concesiones al gran público.
De ‘El
intercambio’ se ha dicho que es un film muy academicista, y así
es. Hay en ella una gran elegancia y cuidado por los detalles, unos trabajos
excelentes de fotografía —Tom
Stern, nominado merecidamente al Oscar—, diseño de vestuario, y
sobre todo una gran dirección artística, obra y gracia del gran James M. Murakami
—que sustituye así a Henry
Bumstead, habitual colaborador de Eastwood fallecido en el
2006, y al que el director rinde homenaje al inicio del film cuando se ve un
bar llamado Bummy, como llamaban cariñosamente al director artístico—, y aunque
dicho término suele utilizarse de forma peyorativa, eso no impide que la mirada
y la mano de Eastwood estén latentes todo el relato. Un relato que por primera
vez desde ‘Los puentes
de Madison’ (‘The Bridges of Madison County, Clint Eastwood,
1995) tiene por protagonista principal a una mujer.
Dejando a un lado el drama de
una mujer a la que incluso llega a internar la policía en un hospital
psiquiátrico para que no moleste —en una parte que haría las delicias de Samuel Fuller—, ‘El
intercambio’ arremete contra todos los estamentos posibles sin ningún tipo de
piedad. Incluso aquellos personajes que están del lado de la protagonista como
el reverendo al que da vida un convincente John Malkovich —otra vez el estamento
religioso en un film de Eastwood— o el abogado que defiende a Christine Collins
(Jolie) parecen disfrutar del triunfo mediático que proporciona dicho caso.
Sólo el policía encarnado por Michael
Kelly parece el único realmente honesto en toda la trama. Su
personaje sirve además para dos de las mejores secuencias del film, la del
cigarrillo que se consume en sus manos mientras escucha una terrible confesión,
y el impactante instante del descubrimiento de los cadáveres —también muy
cercano al western—, momento ese en el que Eastwood flirtea con el fantastique elevando la
cámara simulando una liberación emocional de tintes casi bíblicos.
Y cómo no, ese gran amor que
Eastwood siente por el séptimo arte está aquí más presente que nunca, ya no
sólo por realizar un film a contracorriente dentro de este tipo de películas
academicistas, sino por la cantidad de detalles y guiños al cine, sobre todo en
su tercio final. La espeluznante secuencia del ahorcamiento —excepcional Jason Butler Harner
en un papel muy difícil debido a su extraña locura— recuerda el final de ‘Ángeles con caras sucias’
(‘Angels with Dirty Faces’, Michael Curtiz, 1938), y en cierto momento Collins
escucha por radio la retransmisión de los Oscars siendo su apuesta personal ‘Sucedió una noche’
(‘It Happened One Night’, Frank Capra, 1934), una película cuyo único
paralelismo con ‘El
intercambio’ es la fortaleza del personaje femenino, y que en
cierto modo sirve para terminar de definir el tesón de una mujer luchadora por
naturaleza, que encuentra su último grito de esperanza en ese falso final feliz
en el que escucha el testimonio de uno de los niños desaparecidos.
Eastwood que cuida a la
perfección el punto de vista en sus películas termina el film con esa
inteligente secuencia en la que un flasback nos muestra qué le pasó a su hijo
en la granja, pero más que por el testimonio del chaval por lo que Collins se
imagina en su cabeza, una verdad como tabla de náufrago a la que agarrase y no
sentir esa dolorosa melancolía cada vez que pase por delante del colegio al que
iba su hijo y que tan bien retrata el director con sólo un par de planos. ‘El intercambio’ es
un film que viaja desde el terror hasta la esperanza mostrando la inevitable
crueldad de un mundo cada vez más abocado al horror.
Extraído de Blog de cine.
Extraído de Blog de cine.
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