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Eso es lo que declaró Alfred
Hitchcock después de ver ‘Perdición‘ (‘Double Indemnity’, Billy Wilder,
1944). Considerada una de las películas que inauguraron definitivamente el
género noir, tiene, en mi opinión, la huella inconfundible de su
director. Más allá de cualquier género, como ya se ha dicho, Billy Wilder
es un género en sí mismo. No obstante, rodada el mismo año que otra joya del
cine negro, ‘Laura‘ (id, Otto Preminger, 1944); ‘Perdición’ presenta
muchos de los rasgos definitorios que se le atribuyen a este tipo de
películas. Sin ser consciente de su trascendencia, Billy Wilder aunó en 107
minutos –muchos directores actuales deberían grabarse esta cifra a fuego–,
algunas de las más brillantes representaciones de género y de autoría
cinematográfica.
Una de las claves
del film, la debemos a la suma de tres talentos literarios de
dimensiones estratosféricas: los escritores James M. Cain y Raymond
Chander, dos autores fundamentales de la novela negra –el otro sería Dashiell
Hammett–, y el guionista además de director, Billy Wilder. James M. Cain
escribió la novela homónima en la que se basa la película, que fue publicada
por entregas en la Liberty Magazine en 1936. Tomó como referencia un
caso real, el del crimen consumado en 1927 por Ruth Snyder y su amante, en un
intento de cobrar la doble indemnización de la póliza de su marido. La
aportación de este escritor al género negro es de un valor inigualable pues
fue responsable de las narraciones que dieron pie a films como ‘Alma en
suplicio‘ (‘Mildred Pierce’, Michael Curtiz, 1945) o ‘El cartero
siempre llama dos veces‘ (‘The Postman Always Rings Twice’, Tay Garnett,
1946 | ‘The Postman Always Rings Twice’, Bob Rafelson, 1981), con la que
guarda muchas similitudes. En sus relatos destaca especialmente la
psicología de unos personajes perfectamente definidos y ello se
manifiesta también en ‘Perdición’. La realización del guión corrió a cargo de
Raymond Chandler y Billy Wilder –en una colaboración que no tuvo nada de
idílica–. Entre estos tres autores, consiguieron trasladar al cine toda la
esencia y la atmósfera de la novela negra.
El extraordinario
director de origen austríaco, se asocia indefectiblemente a la comedia
cáustica, como discípulo y sucesor de Ernst Lubitsch –a pesar de que
sus películas contienen una considerable dosis de amargura–. Lo cierto es
que, con la excepción de su primera película ‘El mayor y la menor‘
(‘The Major and the Minor’, Billy Wilder, 1942), su década inicial como
director tiene poco que ver con este género. ‘Perdición’ evidencia este hecho
y, además, destaca su oficio como cineasta. Nos encontramos ante, no sólo un
magnífico guión, sino frente a una puesta en escena que recrea como pocos el
ambiente noir y cuya iluminación otorga características psicológicas y
representativas a los personajes. En sintonía con lo que simbolizaban los
sombreros negros en el western, la oscuridad se cierne sobre los dos
protagonistas de la película; Fred MacMurray como Walter Neff –con dos
‘f’ como en Filadelfia, si conocéis la historia– y la espléndida Barbara
Stanwyck como Phyllis Dietrichson.
En este film,
narrado en primera persona a través de un largo flashback –de manera
similar a ‘El crepúsculo de los dioses‘ (‘Sunset Boulevard’, Billy
Wilder, 1950)–, se establecen muchos de los elementos de lo que, a
posteriori, se denominó cine negro. El más destacado es el del personaje de
Phyllis Dietrichson, una de las femme fatale más recordadas, no
sólo por la grandiosa interpretación de Barbara Stanwyck, sino también por su
inconfundible estilismo. Su peluca rubia –que no acabó de convencer a los
productores de la Paramount–, el característico vestuario de Edith
Head y su sensual pulsera en el tobillo; dan forma a una mujer tan
atrayente como peligrosa. Sin ningún tipo de concesión, su personaje utiliza
el sexo como estímulo para conseguir sus propósitos, siempre va un paso por
delante de su presa. Su trasfondo de maldad y también su vulnerabilidad son
mucho más extensas que en otros personajes de misma índole. La mirada de
Phyllis, sobretodo en ese magnífico primer plano mientras sucede el crimen,
revela todo el dramatismo y la turbación del personaje.
La impronta de
Billy Wilder, como decía, está también muy presente durante todo el film. La
recurrente idea de la suplantación o del cambio de identidad vuelve a
reflejarse en ‘Perdición’. Y es que ya desde sus inicios, este tema se repite
una y otra vez en su filmografía. Es innegable que con ello recoge la estela
de Ernst Lubitsch y de la comedia de enredo, pero más allá de estas
referencias, Wilder sobredimensiona el recurso y le transfiere, en muchos
casos, una magnitud existencialista. Sus mordaces diálogos son las
verdaderas armas de esta cinta, tan abrasadores como el sinnúmero de
cerillas que se prenden –todas ellas encendidas con los pulgares más ásperos
del cine–. Especialmente brillante es el duelo metafórico cargado de tensión
sexual entre Walter y Phyllis que empieza con la memorable frase “En este
estado hay límite de velocidad, Sr. Neff. Sesenta kilómetros por hora”.
Bang. Otro ejemplo de antología es otra línea de Fred MacMurray que recita “No
escuchaba mis propios pasos, eran los pasos de un hombre muerto”. Su
dimensión, no tiene que ver sólo con su carga simbólica, sino con el
posterior desarrollo de la acción. Ínfimas muestras, en definitiva, de lo que
puede acontecer si se juntan el talento de Wilder con el de Chandler.
Para Edward G.
Robinson, ese cambio de orientación fue en el sentido opuesto. Si su
carrera se sustentaba en la personificación de gángsters y villanos, con
‘Perdición’ nos ofrece una magistral versión de un personaje bondadoso y
mundano, al que dota de una capacidades deductivas que poco tienen que
envidiar a los detectives más famosos de la historia. Se podría decir, de
hecho, que interpreta a dos personajes: a Barton Keyes y a su hombrecito.
Ambos, lejos de ser secundarios, resultan ser parte fundamental de la trama.
El carisma de Robinson se apodera totalmente de la película en muchos
momentos y representa, con esplendor, su afecto inquebrantable hacia
Walter Neff, en la historia de amor por excelencia de ‘Perdición’.
La dirección de
Wilder es sumamente minuciosa. Se eligió con precisión desde la casa de
estilo español de Phyllis Dietrichson, hasta el tipo de coche que conduce
Walter Neff. Todos los pequeños objetos que aparecen, como el caso de la
pulsera en el tobillo, forman parte de la definición de los personajes. Se
pretendía, asimismo, retratar con fidelidad el ambiente de la novela de
James M. Cain. Su pasado como periodista, le llevó a utilizar la puesta
en escena como la de un noticiario de la época. La dramática iluminación
también tiene que ver más con esta referencia que con el expresionismo
alemán. Se buscó el realismo con el rodaje en exteriores, algo poco habitual
en ese momento. Las escenas en el supermercado son de una originalidad que
apabulla, realmente son mis preferidas, no sólo por lo que ocurre sino por el
estilo que desprenden. Sólo se le reprochó un pequeño fallo en una de las
escenas, en las que la puerta del apartamento de Fred MacMurray se abre hacia
afuera, cuando en realidad siempre abren hacia dentro –un recurso inverosímil
pero eficaz–. Wilder además rodó otro final distinto del que aparece
en el film, pero lo descartó en última instancia. Una suerte, en cualquier
caso, pues el abierto desenlace que nos brinda lleva indiscutiblemente el
sello de Billy Wilder.
‘Perdición’
trascendió sin duda el género negro. Los criminales, en este caso, eran
personajes corrientes. La decadencia y la perversión, se encuentra en lugares
comunes, de aparente normalidad. Además se añade el aire de pérfida seducción
y la fatalidad de unos personajes que en ningún momento demuestran
arrepentimiento por sus acciones sino una estoica aceptación de un inevitable
destino –una figura clave del cine americano–. Estos fueron los ingredientes
que elevaron esta cinta por encima de los thrillers de la época y que
también marcó la interrupción de las colaboraciones de Wilder y Charles
Brackett, por considerar, éste último, la historia como demasiado
sórdida.
Extraido de Blogdecine | Críticas a la carta | ‘Perdición’ de Billy Wilder |
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