miércoles, 23 de diciembre de 2015

La película olvidada: Perdición, de Billy Wilder, (1944).


 
“Después de ‘Double Indemnity‘, las dos palabras más importantes del cine son Billy Wilder.”
 
Eso es lo que declaró Alfred Hitchcock después de ver Perdición‘ (‘Double Indemnity’, Billy Wilder, 1944). Considerada una de las películas que inauguraron definitivamente el género noir, tiene, en mi opinión, la huella inconfundible de su director. Más allá de cualquier género, como ya se ha dicho, Billy Wilder es un género en sí mismo. No obstante, rodada el mismo año que otra joya del cine negro, ‘Laura‘ (id, Otto Preminger, 1944); ‘Perdición’ presenta muchos de los rasgos definitorios que se le atribuyen a este tipo de películas. Sin ser consciente de su trascendencia, Billy Wilder aunó en 107 minutos –muchos directores actuales deberían grabarse esta cifra a fuego–, algunas de las más brillantes representaciones de género y de autoría cinematográfica.
 
Una de las claves del film, la debemos a la suma de tres talentos literarios de dimensiones estratosféricas: los escritores James M. Cain y Raymond Chander, dos autores fundamentales de la novela negra –el otro sería Dashiell Hammett–, y el guionista además de director, Billy Wilder. James M. Cain escribió la novela homónima en la que se basa la película, que fue publicada por entregas en la Liberty Magazine en 1936. Tomó como referencia un caso real, el del crimen consumado en 1927 por Ruth Snyder y su amante, en un intento de cobrar la doble indemnización de la póliza de su marido. La aportación de este escritor al género negro es de un valor inigualable pues fue responsable de las narraciones que dieron pie a films como ‘Alma en suplicio‘ (‘Mildred Pierce’, Michael Curtiz, 1945) o ‘El cartero siempre llama dos veces‘ (‘The Postman Always Rings Twice’, Tay Garnett, 1946 | ‘The Postman Always Rings Twice’, Bob Rafelson, 1981), con la que guarda muchas similitudes. En sus relatos destaca especialmente la psicología de unos personajes perfectamente definidos y ello se manifiesta también en ‘Perdición’. La realización del guión corrió a cargo de Raymond Chandler y Billy Wilder –en una colaboración que no tuvo nada de idílica–. Entre estos tres autores, consiguieron trasladar al cine toda la esencia y la atmósfera de la novela negra.
 
                                       Fotografía de Raymond Chandler y Billy Wilder.
 
El extraordinario director de origen austríaco, se asocia indefectiblemente a la comedia cáustica, como discípulo y sucesor de Ernst Lubitsch –a pesar de que sus películas contienen una considerable dosis de amargura–. Lo cierto es que, con la excepción de su primera película ‘El mayor y la menor‘ (‘The Major and the Minor’, Billy Wilder, 1942), su década inicial como director tiene poco que ver con este género. ‘Perdición’ evidencia este hecho y, además, destaca su oficio como cineasta. Nos encontramos ante, no sólo un magnífico guión, sino frente a una puesta en escena que recrea como pocos el ambiente noir y cuya iluminación otorga características psicológicas y representativas a los personajes. En sintonía con lo que simbolizaban los sombreros negros en el western, la oscuridad se cierne sobre los dos protagonistas de la película; Fred MacMurray como Walter Neff –con dos ‘f’ como en Filadelfia, si conocéis la historia– y la espléndida Barbara Stanwyck como Phyllis Dietrichson.
 
 
En este film, narrado en primera persona a través de un largo flashback –de manera similar a ‘El crepúsculo de los dioses‘ (‘Sunset Boulevard’, Billy Wilder, 1950)–, se establecen muchos de los elementos de lo que, a posteriori, se denominó cine negro. El más destacado es el del personaje de Phyllis Dietrichson, una de las femme fatale más recordadas, no sólo por la grandiosa interpretación de Barbara Stanwyck, sino también por su inconfundible estilismo. Su peluca rubia –que no acabó de convencer a los productores de la Paramount–, el característico vestuario de Edith Head y su sensual pulsera en el tobillo; dan forma a una mujer tan atrayente como peligrosa. Sin ningún tipo de concesión, su personaje utiliza el sexo como estímulo para conseguir sus propósitos, siempre va un paso por delante de su presa. Su trasfondo de maldad y también su vulnerabilidad son mucho más extensas que en otros personajes de misma índole. La mirada de Phyllis, sobretodo en ese magnífico primer plano mientras sucede el crimen, revela todo el dramatismo y la turbación del personaje.
 
 
La impronta de Billy Wilder, como decía, está también muy presente durante todo el film. La recurrente idea de la suplantación o del cambio de identidad vuelve a reflejarse en ‘Perdición’. Y es que ya desde sus inicios, este tema se repite una y otra vez en su filmografía. Es innegable que con ello recoge la estela de Ernst Lubitsch y de la comedia de enredo, pero más allá de estas referencias, Wilder sobredimensiona el recurso y le transfiere, en muchos casos, una magnitud existencialista. Sus mordaces diálogos son las verdaderas armas de esta cinta, tan abrasadores como el sinnúmero de cerillas que se prenden –todas ellas encendidas con los pulgares más ásperos del cine–. Especialmente brillante es el duelo metafórico cargado de tensión sexual entre Walter y Phyllis que empieza con la memorable frase “En este estado hay límite de velocidad, Sr. Neff. Sesenta kilómetros por hora”. Bang. Otro ejemplo de antología es otra línea de Fred MacMurray que recita “No escuchaba mis propios pasos, eran los pasos de un hombre muerto”. Su dimensión, no tiene que ver sólo con su carga simbólica, sino con el posterior desarrollo de la acción. Ínfimas muestras, en definitiva, de lo que puede acontecer si se juntan el talento de Wilder con el de Chandler.
 
 
Otro de los mayores aciertos de ‘Perdición’ es la subversión de un reparto de actores que cambiaron de registro. Barbara Stanwyck, había aparecido básicamente en melodramas y comedias, algunas memorables como ‘Bola de fuego‘ (‘Ball of Fire’, Howard Hawks, 1941) o ‘Las tres noches de Eva‘ (‘The Lady Eve’, Preston Sturges, 1941). Su reticencia al aceptar este sustancial giro interpretativo, se tornó en triunfo absoluto. Además de sus virtudes como estupenda compañera y actriz disciplinada, se sumó su inteligencia al descubrir que con Wilder hay que dejarse siempre llevar. El caso de Fred MacMurray es muy parecido, un actor eminentemente de comedia ligera, que encarna a la perfección al avispado vendedor de seguros que se convierte en marioneta a manos de Phyllis. Un actor –poco arriesgado a lo largo de su carrera– pero que, sin embargo, demostró con sus papeles en este film, en "Piso de soltero" (‘The Apartment’, Billy Wilder, 1960) o en ‘El motín del Caine‘ (‘The Caine Mutiny’, Edward Dmytryk, 1954), que su ambigüedad debía haber sido explotada con mayor frecuencia.
Para Edward G. Robinson, ese cambio de orientación fue en el sentido opuesto. Si su carrera se sustentaba en la personificación de gángsters y villanos, con ‘Perdición’ nos ofrece una magistral versión de un personaje bondadoso y mundano, al que dota de una capacidades deductivas que poco tienen que envidiar a los detectives más famosos de la historia. Se podría decir, de hecho, que interpreta a dos personajes: a Barton Keyes y a su hombrecito. Ambos, lejos de ser secundarios, resultan ser parte fundamental de la trama. El carisma de Robinson se apodera totalmente de la película en muchos momentos y representa, con esplendor, su afecto inquebrantable hacia Walter Neff, en la historia de amor por excelencia de ‘Perdición’.
 
La dirección de Wilder es sumamente minuciosa. Se eligió con precisión desde la casa de estilo español de Phyllis Dietrichson, hasta el tipo de coche que conduce Walter Neff. Todos los pequeños objetos que aparecen, como el caso de la pulsera en el tobillo, forman parte de la definición de los personajes. Se pretendía, asimismo, retratar con fidelidad el ambiente de la novela de James M. Cain. Su pasado como periodista, le llevó a utilizar la puesta en escena como la de un noticiario de la época. La dramática iluminación también tiene que ver más con esta referencia que con el expresionismo alemán. Se buscó el realismo con el rodaje en exteriores, algo poco habitual en ese momento. Las escenas en el supermercado son de una originalidad que apabulla, realmente son mis preferidas, no sólo por lo que ocurre sino por el estilo que desprenden. Sólo se le reprochó un pequeño fallo en una de las escenas, en las que la puerta del apartamento de Fred MacMurray se abre hacia afuera, cuando en realidad siempre abren hacia dentro –un recurso inverosímil pero eficaz–. Wilder además rodó otro final distinto del que aparece en el film, pero lo descartó en última instancia. Una suerte, en cualquier caso, pues el abierto desenlace que nos brinda lleva indiscutiblemente el sello de Billy Wilder.
‘Perdición’ trascendió sin duda el género negro. Los criminales, en este caso, eran personajes corrientes. La decadencia y la perversión, se encuentra en lugares comunes, de aparente normalidad. Además se añade el aire de pérfida seducción y la fatalidad de unos personajes que en ningún momento demuestran arrepentimiento por sus acciones sino una estoica aceptación de un inevitable destino –una figura clave del cine americano–. Estos fueron los ingredientes que elevaron esta cinta por encima de los thrillers de la época y que también marcó la interrupción de las colaboraciones de Wilder y Charles Brackett, por considerar, éste último, la historia como demasiado sórdida.
Una obra cumbre del cine, de obligado visionado para todo aquél que ame el cine y la literatura. No sólo eso, además debería leerse su guión, pues resulta imposible reproducir en un post todos sus maravillosos diálogos. Si Alfred Hitchcock fue el mago del cameo, Billy Wilder lo fue del homenaje. En esta cinta, un brillante diálogo alude a ‘Historias de Filadelfia‘ (‘The Philadelphia Story’, George Cukor, 1940). Este film va más allá de todo género, de toda disciplina. Rendirse ante tanta magia, es la única opción. Cualquier otra alternativa sólo conduce a la perdición.

Extraido de Blogdecine |
Críticas a la carta | ‘Perdición’ de Billy Wilder

 

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