jueves, 1 de octubre de 2015

Buenas lecturas: Del caminar sobre hielo.

Un amigo parisino me llamó por teléfono a fines de noviembre de 1974. Me dijo que Lotte Eisner estaba muy enferma y que sin duda iba a morir. Le respondí: no es posible. No en este momento. El cine alemán no podía prescindir todavía de ella, no debíamos permitir que muriera. Tomé una chaqueta, una brújula, una bolsa de deportes y los enseres indispensables. Mis botas eran tan sólidas, tan nuevas, que merecían mi confianza. Me puse en camino hacia París por la ruta más directa, convencido de que, yendo a pie, ella sobrevivirá. Además, tenía ganas de estar a solas conmigo mismo.

Mi diario de marcha no estaba destinado a ser leído. Hoy, cuatro años después, al volverlo a tomar en mis manos, me ha conmovido singularmente, y el deseo de hacerlo leer me ha ayudado a vencer el pudor de mostrarme desnudo ante ojos extraños.

Sólo he suprimido algunos pasajes muy íntimos.

Werner Herzog, Delft, Holanda, Mayo 24, 1978.


 
 
"Circulan pocos coches, hay densa niebla, el cielo está cubierto, y en la atmósfera se percibe una humedad permanente. Trepar, siempre trepar. Helechos color marrón, inclinados, pegados al suelo. Bosques de alta montaña, y allá abajo, valles cubiertos de brumas. Nubes y niebla se deshilachan sobre mi cabeza. Por todas partes chorrea el agua del deshielo. En la cumbre sólo ando entre nubes. Todas las piedras rezuman. Y como siempre, la mirada sólo es atraída por las formas vacías: latas, desperdicios. Los pies, bien."
 
 
Ediciones Alphaville, 1981
 
 
 

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