lunes, 6 de junio de 2011

Bafici 2011, tercera parte.

Un hombre de treinta y pocos emprende un viaje hacia el sur de España. Intenta seguir un recorrido que su abuelo, ya muerto, realizó en los años cuarenta, luego de la guerra civil que impuso a la dictadura franquista. Un camino mítico y misterioso, quizá improbable, acaso una leyenda. A diferencia de su primera película, El brau blau (2008), en la que no había diálogos, en La vida sublime (2010) Daniel Villamediana le otorga a la palabra, al relato oral, una importancia fundamental, que en algún punto la emparenta con Historias extraordinarias (2008). Un personaje dice que Sevilla, y no Jerusalem, es la auténtica ciudad santa; otro divaga sobre el anarquismo ("fue el cáncer de los republicanos", sentencia); el protagonista relata una antigua carta sobre una épica pelea de su abuelo y termina lanzando golpes al aire en soledad. Casi una apología de la ficción con forma de documental. En el final del camino el hombre de treinta y pocos habrá derribado un mito para volver a edificarlo [1].





Otro viaje, también por territorios ibéricos, es el que realizan los dos fantasmas de Finisterrae (2010). Sí, fantasmas, y en su apariencia más primitiva, infantil: una sábana blanca con dos agujeros como ojos. Luego de consultar al Oráculo salen a transitar el Camino de Santiago detrás de un deseo: alcanzar una vida, efímera pero real, en el mundo de los vivos. El recorrido, con un solo caballo como transporte y una manga de viento (anemoscopio, explica Wikipedia) como problemático GPS, es por demás delirante, por momentos desconcertante y hasta excesivo, con imágenes tan bellas como poderosas y los mitos griegos -cuándo no- como referencia más o menos difusa. Imposible además no pensar en los reyes magos de Albert Serra [2]. Pero en el final Sergio Caballero abandona la contemplación para transformar su fantasmal road movie en una suerte de fábula clásica. Es, hasta ahora, la sorpresa más agradable del festival.


También en la vieja Europa comienza el tercer recorrido, último de este post. Luego de un comienzo francamente espantoso, en el que se recrea de mala manera una carrera de caballos, la película se pone aún peor con la aparición de un hombre con un casco símil Power Rangers. Y cuando los títulos iniciales aventuran un desastre sin contemplaciones ocurre el milagro: Separado! (2010) cambia el registro y se transforma en un documental muy interesante en el que el extravagante músico galés Gruff Rhys sale en búsqueda de René Griffiths, un cantante de los setenta que, con poncho, guitarra y de a caballo, interpretaba un folclore bien argentino pero en galés. Todo indica que Griffiths vive en Chubut, donde los galeses se asentaron hace más de un siglo. Pero la búsqueda sirve de excusa para que la mirada curiosa de Rhys indague en múltiples cuestiones: la Conquista del Desierto (sin esquivar el rol de la comunidad galesa), la masacre de Trelew, la minería a cielo abierto y una larga lista de etcéteras. Aunque por momentos falta rigurosidad, la película termina siendo otra grata sorpresa.

[1] Es interesante leer la furibunda (como no podía ser de otra manera) discusión que se armó hace unos meses en La lectora provisoria, de la que participó hasta el propio director. Y también la crítica de Cristina Álvarez López en el sitio Transit.
[2] La gestación de la película fue bastante poco convencional. Y parece que su distribución en festivales generó el enojo del director de El cant dels ocells, según contó el crítico español Jaime Pena.


Fuente: Cinematófilos.

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