Entrevista a Ciro Guerra, director de Los viajes del viento.
¿Cómo fue tu aproximación al tema de tu película en Competencia?
Yo soy de la región donde ocurre la película, y crecí en contacto con los mitos, las leyendas, las tradiciones, la música en su estado más puro. Siempre quise hacer una película que fuera fiel a toda esta riqueza, y la figura del juglar errante, que va de pueblo en pueblo llevando cantos con su acordeón, siempre me fascinó. Quise que esta película tuviera elementos de las historias antiguas, de los mitos universales que son comunes a toda la humanidad, pero contada desde una perspectiva lo más local posible.
¿Cuáles fueron los desafíos al momento de dirigir el largometraje?
Nada fue fácil en esta película. Filmamos en más de 80 locaciones, a temperaturas superiores a los 35 grados, en lugares de muy difícil acceso, con un elenco de más de 100 actores naturales. Hubo con ellos un trabajo de preparación de un año y medio, después de que fueron escogidos en un casting que duró varios meses. Esta era una película que parecía imposible, pero el esfuerzo de un equipo maravilloso la hizo real.
En Los viajes del viento se hablan al menos cuatro idiomas diferentes. ¿A qué se debe esta elección? ¿Fue muy difícil llevarlo adelante?
Mucha gente no lo sabe, pero en Colombia se hablan 67 idiomas. Es un país de una enorme riqueza y diversidad cultural, sin embargo, esta es la primera vez que una película colombiana es hablada en un idioma diferente al español. Era importante para nosotros ser fieles a esa diversidad, que permanece oculta incluso para la mayoría de los colombianos.
La música parece ser un disparador tanto interno como externo para tu película. ¿Cuál es la importancia que le das a la hora de salir a filmar?
La música vallenata es el género más popular en Colombia hoy en día. Me interesó ir hacia sus raíces, hacia la forma primigenia -que es muy diferente a lo que es hoy-, porque es una música que habla de la esencia de los colombianos. Se interpreta con un instrumento europeo –el acordeón-, un instrumento indígena –la guacharaca de fricción- y un instrumento africano – el tambor-. Es como nosotros, producto de un
profundo mestizaje.
Es una música que habla de lo que nos une, en un momento en que hay tanto que nos separa. Por eso quise ser lo más fiel a ella posible, grabándola en vivo, con músicos tradicionales que le han dedicado toda su vida y la conocen profundamente, tratando de capturar su energía y su vitalidad.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Seguir haciendo películas sin morir de hambre.
Fuente: Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, nook diseño web / Big Sur
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