Sofía Mora, directora de La hora de la siesta
¿Cómo fue tu aproximación al tema de tu película en Competencia?
Supongo que primero aparecieron las ganas de contar una historia sobre esa edad en que uno no es ni chico ni grande, una especie de limbo bastante incómodo donde ya uno de por sí no sabe bien cuál es su lugar en el mundo. Y también la idea de la muerte cercana como generadora de ese mismo estado de confusión, que es el duelo. Creo que la película habla de eso a partir de los personajes, dos hermanitos bastante particulares atravesando la muerte de su papá, atravesando ese limbo, lejos del mundo adulto y a la vez dejando abruptamente la infancia atrás.
¿Cuáles fueron los desafíos al momento de dirigir el largometraje?
Creo que el trabajo con los actores, primero que nada. Lograr contar la relación entre los hermanos y el recorrido de esa relación que tenía que partir de un punto y llegar a otro, donde ya todo cambió para siempre. También el hecho de que eran dos personajes a los que queríamos construir con pequeños gestos y situaciones, sabiendo que la historia necesitaba un tono seco de actuación y bastante poco realista para contar el estado de duelo. Y además de esta cuestión el desafío era tratar de generar con los planos y la puesta todos los climas que requería la historia, la tensión familiar, la espera, el encuentro casi de pesadilla con el tercer protagonista, etc.
La elección del blanco y negro, ¿se debe a un criterio estético o tiene implicancia con el universo descripto?
Las dos cosas. Por un lado nos pareció que era la mejor manera de contar el estado por el que atraviesan los personajes, algo de la irrealidad y del estar por fuera del mundo. El blanco y negro reforzaba un código no realista y atemporal que buscábamos para la historia. También nos parecía que ayudaba a “hermanar” a los protagonistas, los tonos de la piel y los rasgos se emparejaban y les daban unidad, y a la vez reforzaba algo un poco caricaturesco que queríamos resaltar de los personajes.
¿Qué elementos tuviste en consideración para retratar esta ambivalencia entre el mundo infantil y la muerte?
Los adultos en general estamos más preparados para la muerte y sus rituales, podemos despegarnos del dolor, cumplir con la ceremonia, sociabilizar y comer sándwiches. Para un chico que enfrenta la muerte de un ser querido por primera vez puede resultar hasta agresivo ese desapego. Aunque creo que el estado de duelo genera siempre ese distanciamiento entre uno y lo que lo rodea, incluso cierto extrañamiento de uno mismo. Todos los órdenes se alteran y hay que volver a acomodar las piezas. Supongo que eso es el duelo, además de la falta del que ya no está. Me interesaba contar ese estado a través de la mirada de dos chicos y de cómo la muerte podía marcar en ellos el fin de la infancia y la entrada forzosa a ese mundo adulto que ellos mismos desprecian al comienzo. Volver a la casa para enterrar a su papá es aceptar la muerte, sus ceremonias y hacerse grande.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy trabajando en la pre-producción de un documental de Néstor Frenkel que vamos a rodar a lo largo del el año que viene en Buenos Aires y Entre Ríos, y el tema del documental está relacionado con el cine familiar y amateur de los años 70s y 80s en super 8. También tengo alguna idea para desarrollar un guión de género sobre un caso policial.
Fuente: © Festival Internacional de Cine de Mar del Plata nook diseño web / Big Sur
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