jueves, 1 de julio de 2010

La historia del musical que primero fue película.

Por Cristina Bringas

El cine tiene una breve historia de poco más de cien años, que han sido suficientes para ver una interminable lista de películas producidas. Desde sus inicios hasta ahora, las fuentes para la inspiración y creación de filmes han sido muchas: clásicos de la literatura, hechos cotidianos, acontecimientos históricos, entre un sinfín de otras posibilidades. El cine, al igual que otras artes, se reinventa constantemente y se recrea basado en otros textos. En los últimos treinta años una de las fuentes de donde el cine obtiene ideas es el mismo cine, basándose en películas producidas con anterioridad. El remake[i] no es un fenómeno de estas últimas tres décadas, pero sí ha sido mucho más común en este período de tiempo. Esta "explosión" de reediciones atiende diversas necesidades: 1. La tropicalización o adecuación de textos de otros países o épocas; 2. La posibilidad de mejorar el texto fílmico en sí mismo gracias a los avances en laproducción; 3. La trasposición de textos de otras índoles (TV, cómic, videojuego, teatro) a la pantalla grande; e incluso, 4. La necesidad del director de re-trabajar su proyecto previo.

Remakes hay una infinidad, y cada vez se producen con más frecuencia, sobre todo por los avances tecnológicos que ofrecen más libertades para crear y mejorar lo que en el pasado pudo haber parecido deficiente. Sin embargo, hay otras propuestas para la misma película que no estriban en cambios abrumadores en los efectos especiales o escenografías, sino que están supeditados a una razón de estilo y género. Ahí entran las películas musicales, que en una primera versión no fueron concebidas ni soñadas como tales, y que años después se han convertido en uno.

¿Cómo logra una película cambiar de género? Quizá si la mutación fuera directa, sería complicado de aceptar o comprender. No ha de ser fácil ver tu película favorita de comedia, convertida de pronto en un thriller psicológico. La mayoría de estas producciones que cambian de género, han pasado por un estadio intermedio: el teatro. En esta etapa escénica en la que se gesta el cambio no sólo hay una mutación dimensional, sino que llega al nivel de la esencia narrativa e, incluso, energética del texto.


En esta ocasión no hablamos de películas como Fame (1980 y 2009), que fue escrita originalmente para cine y que recién se ha realizado su repetición el año pasado. Tampoco es el caso de films como Singin' in the rain (1952) o West side story (1961) que del cine han pasado a los escenarios. Ni tampoco de cintas como Sweet Charity (1969), Rent (2005) o Mamma Mia! (2008), que fueron tomadas inicialmente de la puesta en escena, para luego ser transportadas al cine.

Los films que atañen a esta pregunta sobre el género son aquellos como Hairspray
(1988), que partió de ser una comedia acompañada de piezas musicales, para luego
volverse un éxito en Broadway, y luego rehacerse para cine como musical. Ese mismo caso se presenta en Little shop of horrors (1960), que de una película de culto, horror y bajo presupuesto, se volvió un musical icónico creación del fallecido Howard Ashman, en el que el presupuesto no era un inconveniente.

Este par de películas, junto a Nine (basada en 8 ½ de Fellini) y The producers
(de Mel Brooks), fueron pensadas y realizadas meticulosamente para llevar la idea de su realizador a cabo, convirtiéndose en comedias, dramas, aventuras y películas de horror. Sin embargo, su naturaleza fue de interés para alguien más que su director de cine. Así, el productor y/o compositor de teatro musical, en su afán por buscar material para una nueva obra, se toparon repentinamente con estos productos audiovisuales.

Casos como el de Nine o Little shop..., han sido llevados al teatro por ideas
ajenas a sus realizadores originales, previo consentimiento de éstos para llevar
a cabo el montaje de la puesta en escena. En cambio, textos como The producers o
Hairspray, han sido idea de su creador (Mel Brooks) o han contado con el apoyo
directo del mismo en la realización de la adaptación al teatro (John Waters).


¿Por qué estas películas llamaron la atención para ser transformadas en otro
tipo de producto? Las razones pueden ser muy variadas. En el caso de Hairspray,
podría ser que contaba ya con música, lo que la orilló a volverse un musical
brillante y colorido. Little shop of horrors consistía en una historia lo
suficientemente inverosímil como para exagerarla aún más; The producers podía ser mutado a musical, porque en sí mismo representaba uno; 8 ½ fue una fuente de inspiración. Lo que importa es que los productores teatrales han encontrado potencial en ellas para ser explotadas en el escenario.

Todas las obras que atañen a este texto han sido exitosas adaptaciones al
teatro, aunque existen otras como Big the musical, que quizá no han tenido el
éxito de la tan afamada Billy Elliot, de la comedia Legally Blond, Young Frankenstein o Shrek. También hay otras películas que están trabajando su versión teatral como Spiderman de Julie Taymor y U2. Todas estas podrían ser eventualmente retomadas para el cine, quizá cuando ya hayan sido explotadas lo suficiente como obras.

Entonces, ¿qué es lo que lleva a un productor cinematográfico a tomar un musical
que antes fue película, y re-conducirlo nuevamente a la pantalla grande? En parte, la última década del musical ha venido resucitando de un período oscuro, en el que fue opacado por las películas acompañadas de poderosas bandas sonoras, o los documentales de grupos musicales. Quizá también ha sido el éxito obtenido en los escenarios lo que impulsa a pensar en una taquilla asegurada para una producción cinematográfica. A lo mejor, el mundo está otra vez necesitado de producciones coloridas que presenten crudas realidades tamizadas de canciones y "alegrías". No importa las razones que sean, los remakes están hechos y pese a que se han convertido en otros textos, han conservado rasgos de ambas previas producciones.


Hay que considerar que los cambios en las formas de estos productos se hacen
obligados debido a la naturaleza de cada tipo de producción. No hay que olvidar
algunos detalles importantes:

Por un lado está la dimensión. Esto es que en el cine existe una pantalla plana
(aunque presente profundidad de campo su imagen), al pasar al teatro esto se vuelve tridimensional y su volumen puede ser utilizado de múltiples formas, a las que la audiencia se acostumbrará sin mayor problema. Pasar nuevamente al cine, implica aplanar el volumen y transformar la perspectiva.

Por otro, la ambientación. Si bien, una producción teatral podría igualar -con
recursos escénicos- una gran cantidad de espacios o formas, en el cine estos
espacios son más posibles de obtener. El teatro presentará ciertas limitantes,
que no por ello demeritarán una adaptación.

Los actores de teatro están en contacto directo con el público y con éste hay un
intercambio energético, que no hay entre los personajes de la película y los
espectadores. Además, una obra nunca será idéntica de una función a otra. Entonces, cambia el producto y cambia la lectura. En el cine, la película siempre será igual.

Quizá, el punto más importante a considerar para este cambio será la música. No
hay que olvidar que una obra de teatro corre "en vivo" y los músicos están
presentes y casi siempre a la vista del espectador. Para éste es mucho más fácil
asimilar la existencia de música en escena, puesto que sabe de dónde proviene.
En el cine, los músicos no siempre están a la vista. Las convenciones de lectura
de la música no-diegética existen, sin embargo, aún hay a quien le cuesta
trabajo comprender estas manifestaciones.

El musical posee coreografías, personajes muy definidos y música, generalmente,
no-diegética que acompaña los números musicales. Para los personajes, el hecho
de cantar no es una acción real, ellos sólo se expresan pero lo hacen cantando.
En otras palabras, cantar no es un acto consciente para los personajes, sólo es
evidente para el espectador. Esta realidad del canto/coreografía en medio de la
narración y progresión de la historia es la primera característica que permite
romper la credibilidad y lectura de este texto fílmico. El hecho de cantar y
bailar despega al espectador del involucramiento adquirido durante los otros
segmentos del filme.


Por ello, replantear una película como musical, resulta complejo para su realizador, ya que hay que realizarla con la naturalidad suficiente para que el público pueda leerla e involucrarse emocionalmente con ella. El constante rompimiento del compromiso del espectador por la aparición de secuencias de baile y canciones, impide la fácil digestión de la película.

En la mayoría de los casos, las esencias de las películas originales no mutan de
texto a texto; existe un respeto de los productores teatrales por el film inicial, y de los productores cinematográficos por la propuesta escénica.

Ejemplo de esto es Hairspray, en que el personaje interpretado originalmente por
Divine[ii] siempre ha de ser interpretado por un hombre, en las puestas en escena, y en el remake fue llevado a la pantalla nuevamente por John Travolta. Nada tienen que ver ambas visiones del mismo personaje de una película a la otra, sin embargo, ese hecho ha sido respetado. Little shop of horrors mantuvo siempre un armónico respeto por la perspectiva del bajo presupuesto; así, su producción de Broadway y su paso al cine en los ochenta contó con una escenografía acartonada que emulaba un escenario barato, como la película original de Corman. The producers dejó incluso el número musical completo casi idéntico de "Springtime for Hitler" de su versión original. En Nine, hasta el título ha sido emblemático de su relación con la versión original.

En los cuatro casos mencionados, todos han sufrido transformaciones que atañen a
cuestiones de estilo similares. El color, por un lado, ha sido elemental para el
cambio. Las cuatro presentan brillo y una paleta de colores mucho más amplia.
Los cambios más dramáticos son presentados por Nine y Little shop, las cuales
originalmente fueron realizadas en blanco y negro. Hairspray y The producers, si
bien contaban con colores, no eran tan brillantes como lo fueron sus nuevas
versiones musicales.


Los finales han sido modificados de sus versiones originales, al menos tangiblemente en los casos de Hairspray y Little shop. No hay que olvidar que el musical es por naturaleza "feliz" y los finales deben corresponder a la alegría fílmica del género. Eso no exime a algunos musicales de ser tragedias, caso presentado por Bjork con Dancer in the dark (2000).

Por último, cabe resaltar que los presupuestos de las películas musicales siempre serán superiores que sus antecesoras, y quizá en algunos casos, mayores a las puestas en escena.

Los musicales que han acompañado siempre al cine norteamericano, y en general al
mundo entero, son el reflejo de la sociedad que busca distracción, entretenimiento y formas amenas de leer la realidad. El hecho de que canten y bailen no quiere decir que la vida sea una fiesta constante, por el contrario, el musical refleja la inminente necesidad de ocultar y evitar la crudeza de lo que sucede en el mundo. Por ello, el musical ha tenido momentos muy álgidos de éxito durante guerras y depresiones.

Los cuatro ejemplos que se han revisado, hablan de sociedades que se transforman
y de situaciones que deben cambiar. Quizá el mundo necesita volver a ver estos
productos, pero replanteados para poder volver a descubrir aquel mundo que vieron otras generaciones por primera vez, con las aportaciones y visiones de sus creadores. El cine, como la energía, no muere ni se destruye, sólo se transforma.


[i] Remake es el término en inglés que identifica las producciones audiovisuales
que reproducen fidedignamente la trama, personajes, ambientación y prácticamente
cualquier detalle de una obra anterior (http://es.wikipedia.org/wiki/Remake).

[ii] Actor/drag queen llamado Harris Glenn Milstead, que trabajó en diversas
películas con John Waters, entre la que destaca Pink Flamingos.



Fuente: Http://elespectadorimaginario.com/pages/junio-2010/investigamos/el-musical-que-primero-fue-pelicula.phpEl

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