La nueva película de Lisandro Alonso es una reflexión sobre la distancia y el tiempo en un mundo sin sonidos, que ha perdido la capacidad de movimiento.
Por Juan Pablo Cinelli
El 30 de noviembre de 2008, fue el último día, que en la Sala Lugones se proyectó “Liverpool”, cuarto film del director argentino Lisandro Alonso. La película fue presentada mundialmente en mayo, de ese año, durante la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, evento al que Alonso ya había concurrido con sus tres películas anteriores: “La libertad”, “Los muertos” y “Fantasma”. Sumando elementos más tradicionales al estilo narrativo del director y filmada por completo durante el invierno en Tierra del Fuego, “Liverpool” cuenta la historia del Farrel, marino solitario y silencioso que, después de veinte años de ausencia, decide visitar a su madre en su pueblito natal, en las afueras de Ushuaia. Sin embargo su carácter hosco irá distanciando el encuentro en una demora en la que se intuyen el miedo y la culpa que han ido cavando la distancia y el tiempo. “Me parece que hay más elementos, más experiencia y aprendizaje puestos en “Liverpool”, afirma Alonso. “A lo mejor parece una película más clásica a nivel formal porque hay un poco más de información. Aunque no sabría definirla, “Liverpool” se me hace un avance en mi deseo de querer contar de una manera más sólida.”
Lisandro Alonso
-Si “Fantasma” actúa como una suerte de clausura formal a la primera etapa de su filmografía, “Liverpool” consigue no ser ajena a ese conjunto, entrelazándose con el círculo en apariencia cerrado que forman las tres primeras.
Siempre pensé a “Liverpool” como una especie de “La libertad” y “Los muertos” con los ingredientes de “Fantasma” puestos encima. Creo que el resultado natural de esa ecuación es “Liverpool”, en base a la manera del uso del sonido, a la manera de encuadrar, de hacer planos más estáticos, de tratar de generar una experiencia de extrañamiento en el espectador, pero sin jugar con la naturaleza o con determinados recursos que tenían las dos primeras, que ocurren en lugares como el monte pampeano o la selva del Paraná, que de por si generan extrañamiento.
Fotograma de Liverpool
-Pero, sin duda, hay elementos que hacen de “Liverpool” una experiencia novedosa dentro de su obra…
“Liverpool” se hizo más fácil después de haber hecho “Fantasma” donde filmamos en pasillos, oficinas, baños, ascensores, lugares donde no se puede mover mucho la cámara. Entonces se trata de extrañar desde otro lugar: desde el sonido, con el tiempo de plano. Eso fue lo que pasó en “Liverpool”, en especial cuando filmamos en un barco, donde todo es muy chico, calculado para que el ser humano apenas pueda moverse. En esta película sentí que era perfecto aprovechar el témpano de esa naturaleza, diferente de la otra donde se escuchaban pájaros, el ruido del agua; donde había animales y pasaban barcos. Esta versión de la naturaleza era todo lo contrario: ni autos, ni animales, ni gente. No hay vida. Es un set congelado. Salvo cuando cae la nieve no hay movimiento. Filmamos en un aserradero que queda en medio de un páramo, a sesenta kilómetros del pueblo más cercano, por calles de hielo. De hecho, el sonidista salía a tomar sonidos del ambiente y cuando en “Los muertos” escuchaba monos, acá no oía absolutamente nada.
-¿Ha podido mostrar su película en Tierra del Fuego, donde fue filmada?
La quise estrenar en Ushuaia, justamente porque quiero mostrar la película a la gente que vive allá, quiero mostrarle los lugares que filmé, mostrarle su puerto, los actores que son de ahí, mostrar el frio que hace y como vive determinada gente. Hay dos salas: una en Ushuaia y otra en Rio Grande. En las dos me dijeron que hablara con el programador, que es un chico de Buenos Aires que programa para 43 salas. Hablé con él y me dijo: “No Lisandro, la tuya no la vamos a poner porque yo tengo que hacer dinero con las películas”. Le respondí que había hablado con uno de los dueños de la sala y que había manifestado sus ganas de poner “Liverpool” en su cine. “No, el dueño del cine soy yo”, me contestó… Ese es el tipo de diálogo que hay. Le pedí si no tenía la amabilidad de permitirme mostrar la película a la misma gente que filmé en Tierra del Fuego. Allá son 140.000 habitantes, ¿sabes cuántos van al cine por mes? Setenta. Me dijo que no porque tenía que poner la película de Suar.
Fotograma de Fantasma
-¿Por qué piensa que es tan difícil hacer otro cine en Argentina?
No es solo acá, es así en todo el mundo. Lo que no me parece lógico es que en el país no haya lugares para acceder a otras propuestas, a esas otras formas de pensar el cine. Abrir caminos, opciones. Eso hace a que el lenguaje cinematográfico sea, en definitiva, mucho más rico.
Alonso Básico
Buenos Aires, 1975, cineasta
Egresado de la Universidad del Cine, codirigió el corto “Dos en la vereda”, 1995. Fue asistente de sonido en varias producciones del nuevo cine argentino. Su primer film “La libertad”, 2001, presentado en Cannes, descubrió una narrativa original, que se destacaba sobre el resto de su generación. “Los muertos”, 2004, fue éxito de público en la Sala Lugones. Le siguieron “Fantasma”, 2006 y “Liverpool”, 2008.
Fuente: Revista Ñ, numero 270, 29 de noviembre de 2008
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