martes, 4 de agosto de 2009

Anatomia de un asesinato.

El cine de Otto Preminger



Por Fernando De Cea

El teniente Frederick Manion (Ben Gazzara) es
detenido acusado de matar al violador de su
atractiva esposa Laura (Lee Remick). El encargado
de su defensa será el abogado Paul Biegler (James
Stewart).







Preminger consigue atraer al espectador justo antes de
que comience la acción, gracias a una excelente música
de Duke Ellington y a unos famosos créditos basados en
recortes de lo que parece ser un muñeco de papel que
representa al asesinado del título.
Se trata de una película que narra el juicio contra el
teniente del ejército Manion (Ben Gazzara) acusado de
matar al violador de su mujer, Lee Remick, a la que
parece que le vaya a estallar la blusa en cualquier
momento. El fiscal es el también debutante (su segunda
película) y nominado al oscar George C. Scott. Pero,
claro, nada tienen que hacer contra el abogado: James
Stewart, en uno de sus mejores papeles.
Obtuvo siete nominaciones al oscar, pero no ganó ninguno
por culpa de BEN-HUR. Una de las mayores injusticias a
las que nos tiene acostumbrados la Academia. El guión,
también nominado, es una adaptación de la novela de
Robert Traver.
La película es de una ambigüedad extraordinaria, a pesar
de la sentencia el espectador no sabe si el acusado es
culpable o inocente. Nadie parece decir la verdad en
este juicio, empezando por la, digamos "alegre", Lee
Remick y continuando por el barman amigo del muerto o el
propio Teniente Manion. Preminger se limita a exponer el
juicio, con largos y planificados planos secuencia, sin
decantarse por uno u otro lado.
Cualquier otro director habría usado los flashback para
acompañar las declaraciones de los testigos, Preminger
no lo hace, de esta forma consigue dar al espectador una
libertad absoluta para decidir.
También merece la pena destacar el acertado uso de la
profundidad de campo, véanse las escenas del fiscal
preguntando a los testigos y como al fondo el abogado
interviene continuamente en la acción.
Destaca una secuencia en la que George C. Scott se
interpone deliberadamente entre el testigo al que
interroga y el abogado, dificultando de esta forma la
visión entre ambos y el intercambio de señas. Stanley
Kramer repetirá la misma técnica en otra famosa película
del mismo género: "La Herencia del viento" ("Inherit the
Wind", 1960), esta vez con Spencer Tracy como abogado.
De esta película no hay que perderse ni un detalle, las
miradas, los gestos, las actitudes de los secundarios
-la secretaria, el amigo borrachín, el juez Joseph
Welch, que por cierto no es actor, es un abogado de
verdad- enriquecen la trama de tal forma que el
largometraje sale redondo.
En resumen, una obra maestra de Otto Preminger, y del
cine en general, que nos sigue sorprendiendo cada vez
que la volvemos a ver.








Sabemos desde el principio que el acusado es culpable.


Ha cometido un asesinato por celos, unos celos provenientes de la violación sufrida por su pareja, una mujer ligera de cascos de esas que enturbian los pensamientos de los hombres que pululan a su alrededor. Ben Gazzara y Lee Remick forman ese matrimonio, tan peculiar como extraño. Ella, coqueteando con todos, pero sintiéndose pertenencia de aquel que es capaz de matar por ella. La actriz fue elegida por el propio director, quien se fijo en ella después de verla en ‘Un rostro en la multitud’ de Elia Kazan, logrando imponer su nombre al de Lana Turner, actriz inicialmente prevista para dar vida al personaje. No sabemos de lo que hubiera sido capaz Turner con este rol (de sólo pensarlo me entran sudores), pero Remick confiere al personaje una mezcla de sensualidad e inocencia totalmente irresistible. A su lado, Gazzara, haciendo todo lo que su abogado le dice, pero pensando únicamente en su mujer, receloso de todo hombre que la mira, una bomba a punto de explotar.
Otto Preminger no juzga a sus personajes ni establece ningún tipo de moralidad sobre lo que narra. Se limita a exponer los hechos de forma directa, a veces cruel, dejando para el espectador el decidir qué está bien y qué mal. ‘Anatomía de un asesinato’ nos deja perplejos desde el momento en el que James Stewart acepta el caso porque necesita el dinero. Un hombre ha cometido un crimen, es culpable, pero como todo acusado tiene derecho a un juicio justo. Pero ¿existe justicia en el momento en el que alguien que ha matado a otra persona sale en libertad gracias a alegar locura temporal? Sabemos, ya que Preminger nos lo muestra claramente, que el personaje de Gazzara no estaba loco cuando cometió el crimen, ni se dejó llevar por un arrebato que le cegó el sentido común, y asistimos atónitos a la defensa por parte de Stewart de alguien que merece la cárcel. El acierto del Preminger es que lo muestra como algo totalmente cotidiano, sin sumar el aspecto de espectáculo que el cine posee. El más descarando realismo impregna cada una de las secuencias de esta gran película, lo cual hace más terrible su premisa. En los instantes finales, cuando vemos que Gazzara ha quedado en libertad, éste no paga al abogado sus honorarios por el excelente trabajo realizado, aludiendo la misma excusa utilizada en el juicio. Esto puede verse como la parte que tiene que llevarse Stewart por defender algo indefendible. Los hechos tienen consecuencias, y ésa es la que le ha tocado al personaje central del film.





‘Anatomía de un asesinato’ posee una banda sonora a cargo de Duke Ellington, quien aparece en la película realizando un cameo. Stewart además toca el piano en varios momentos, lo cual viste su personaje, definiéndole como alguien culto. Un score de puro jazz que da al film un abierto carácter de cine negro en la mejor tradición del género, con personajes normales y corrientes, tan vivos como las imprevisibles notas de cualquier melodía de Ellington. El ser humano queda perfectamente reflejado en ‘Anatomía de un asesinato’, película tal vez demasiado larga, pero que no deja indiferente. El acierto de Preminger fue darle la vuelta a la tortilla logrando que los buenos defendiesen al malo, y que los que le acusan (con toda la razón) pareciesen malos a nuestros ojos, al menos en lo que nos toca observar en el personaje de un apasionado George C. Scott, el fiscal al que se enfrenta Stewart en varias escenas del film.
¿Y qué queda después de la anatomía? Un mundo peor. Una mujer a las órdenes de un hombre inestable y violento, un asesino suelto, un abogado sin cobrar, y la justicia como el lugar en el que cualquiera con cultura y cabeza puede hacer trampa para poner la balanza de su lado. Todos salen perdiendo.
A continuación, los impresionante títulos de crédito iniciales, obra de Saul Bass, habitual colaborador de Preminger o Hitchcock, entre otros. Y como anécdota resaltar el lenguaje, demasiado atrevido para la época (habiendo incluso algún momento cómico al respecto). Tanto es así, que al padre de James Stewart le pareció la película más sucia que vio en su vida, recomendando en su periódico local el no ir a verla.

Ficha Tecnica

Titulo original: Anatomy of a Murder (Anatomia de un asesinato)

Producciòn y direcciòn: Otto Preminger
Guión: Wndell Mayes
Música: Duke Ellington
Fotografía: Sam Leavitt

Reparto:
James Stewart
Lee Remick
Ben Gazzara
George C. Scott
Arthur O'Connell
Eve Arden
Denver Pyle

Datos y cifras
País: Estados Unidos
Año: 1959
Género: Suspenso
Duración:160 min.
Productora: United Artist


Fuente: Aloha, El criticòn

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