martes, 26 de agosto de 2008
La muerte y la doncella, de Roman Polanski: las venas abiertas de america latina
Ariel Dorfman adaptó su propia obra teatral para la película dirigida por Roman Polanski, en esta nota Sigourney Weaver enferma con neumonía, dialogó desde Nueva York con Clarín sobre su labor en el film y contó que, para preparar su papel, entrevistó a una argentina que estuvo detenida en un campo de concentración.
Por Pablo O. Scholz
Sigourney Weaver: "Uno muere muchas veces cuando es torturado".
Dice estar recostada en la cama, en su casa en Manhattan, lamentando no poder estar en Buenos Aires. "Tengo una neumonía bacteriana y, además, una suerte de colapso en los pulmones, que no es muy grave, pero que me impide subir a un avión. Nunca había estado realmente enferma en mi vida, ni había tenido que cancelar nada. Por eso es que me siento tan mal. Además, hacía mucho tiempo que quería ir a la Argentina. Era la primera vez que con mi marido íbamos a dejar sola a nuestra hija desde que nació. Estábamos tan ansiosos..."
La actriz de "Alien" no sabe cómo se pescó la neumonía que le imposibilitó viajar al estreno de "La muerte y la doncella" en la Argentina y Chile, pero recuerda a alguien tosiendo en un viaje en el subte de Nueva York, la ciudad en la que nació el 8 de octubre de 1949 y en la que vive, con su esposo Jim Simpson y su hija Charlotte.
En "La muerte y la doncella", que dirigió Roman Polanski sobre la pieza teatral de Ariel Dorfman, interpreta a Paulina, una mujer que fue torturada durante un régimen militar en Sudamérica, y que quince años más tarde cree reconocer la voz de su captor y violador en un médico que fortuitamente llega a su casa. Decide raptarlo y enjuiciarlo, atado a una silla.
Weaver sabía acerca de la desaparición forzada de personas en Chile y la Argentina antes de leer la obra, ya que trabaja con un comité de abogados que se dedica a los derechos humanos en Nueva York. "Venía siguiendo el tema, pero de todos modos interpretar a una mujer que ha vivido esas experiencias fue algo mucho más personal, me dio una comprensión mayor del tema. Conversé con varias mujeres latinoamericanas al respecto. Una de ellas había estado detenida en un campo de concentración argentino".
La actriz de "Gorilas en la niebla" cuenta que la experiencia de esa mujer era distinta de lo que le habían contado otras detenidas chilenas. "Había sido acosada, humillada, y estab a destruida desde el punto de vista emocional. Creo que la película se estrena en un momento muy importante para la Argentina, por lo que estoy leyendo en los diario de aquí. Con los militares que se presentan para contar lo que pasó en aquella época".
¿Sabía que los torturadores están libres?
Sí, y me parece algo horrible. Creo que ningún país puede progresar si no se ocupa de estos temas. Alguien debe asumir la responsabilidad por esas cosas.
¿Cómo se preparó para el papel de Paulina?
Trabajé con una profesora con la que ensayaba Polanski cuando era actor, y pasamos muchas semanas uniendo mis experiencias con las de Paulina. Algo dificil, por cierto, ya que crecí en una forma muy segura dentro de nuestra sociedad. Y nunca tuvimos que pasar por un período como el que ustedes vivieron. Mi desafio fue poder presentar su historia, pero con toda la pasión, bronca y desesperación que ella siente.
Weaver asegura que, en tiempos en que los buenos papeles femeninos escasean, no tuvo que pelear el de Paulina. "Me hubiera sentido intimidada por cualquier tipo de competencia. Cuando Roman me preguntó si lo queria hacer, le dije que sí, sin haber visto la obra. Y ahora el film me gusta más que la obra, porque tiene un final bien definido.
¿Cuenteme cómo fue su primer encuento con Polanski?
Es una persona muy interesante. Ese día estaba con su mujer Emmanuelle Seigner y su hijita Morgane, que debía tener diez meses, mientras trabajaba con mi amigo Gérard Depardieu en Roma. Me preguntó si era consciente de que el papel podía resultar muy duro para mi persona. Le contesté que sí, pero que igual queria hacerlo. Quería hacer algo por los derechos humanos desde lo que yo sé hacer, como actriz. Quería involucrarme.
¿Cuando comenzó a comprometerse con los derechos humanos?
Creo que fue en 1987, cuando le dí un premio a Corazón Aquino en nombre de un grupo defensor de derechos humanos. Al poco tiempo me pidieron que formara parte del directorio, y comencé a trabajar con ellos todos los años.
Pero exactamente ¿qué es lo que usted hace por los detenidos?
Reúno fondos para ellos. En realidad, a lo que se dedica el Comité de abogados es a establecer un apoyo financiero o de otro tipo para quienes actúan en derechos humanos en todo el mundo. Podemos colaborar con emprendimientos musicales, como los de Peter Gabriel, cuando se relacionan con las libertades individuales. Viajamos por el mundo y elaboramos informes bastante duros que el Departamento de Estado norteamericano tiene muy en cuenta. Yo no soy abojada. Recibo a los que concurren al Comité y transmito lo que denuncian. Y tratamos de liberar a los detenidos por gobiernos que los encarcelaron sin razón.
¿Sabe de la existencia de las Madres de Plaza de Mayo?
Sí. Tenía muchas ganas de hablar con ellas. Sé que en la Argentina mucha gente todavía está tratando de encontrar a sus familiares.
Weaver entiende que Paulina quiere lo mismo que las mujeres a las que entrevistó: estar cara a cara con la persona que la torturó, o violó y preguntarle: "¿Cómo es que pudo hacerme algo semejante?, ¿Cómo pudo volver a su casa con su mujer y sus hijos?, ¿Cómo puede mirarme a los ojos?, ¿En qué pensaba cuando me hacía una cosa así?.
Polanski dijo que la tortura es algo peor que la muerte. ¿Está de acuerdo?
Bueno, creo que uno muere muchas veces cuando es torturado. Sé que hubo muchas formas de tortura. Uno podía morir todas las mañanas porque existía el temor de que vinieran por uno.
Ariel Dorfman: "Que el arte los juzgue".
Para Ariel Dorfman, el autor de "La muerte y la doncella", que la sociedad argentina haya vuelto en estos días a convulsionarse con el tema de los desaparecidos tiene su lógica. "No me extraña que haya sucedido, porque cuando cosas terribles pasan en una comunidad, el hecho de querer enterrar todo eso sin haber considerado lo que significó nos condena a su repetición constante. La protagonista de "La muerte y la doncella" no puede olvidar lo que pasó con su cuerpo, porque la comunidad le dio la espalda, le negó verificar su historia al quedar impunes aquellos que tanto la dañaron".
Dorfman, un argentino que se nacionalizó chileno y debió exiliarse tras el golpe de Pinochet, cree que la muerte del doctor Miranda no resolvería el conflico de Paulina. "Deshaciéndose del hombre que torturó, su problema no queda solucionado. Creo que estos desmanes, estas tropelías y abusos están relacionados con un arco muy grande de complicidades. Si Miranda no es culpable, alguien lo fue. Pero resulta que la que está ejerciendo la violencia en la pantalla es la víctima... Quería mostrar la ambiguedad de nuestra alma, con la esperanza de que nos ayude a tomar conciencia del horror".
¿No hay que enjuiciar al supuesto culpable?
En el mundo ideal, sí. Habría que juzgar y castigarlos. Pero no vivimos en ese mundo, sino en uno en el que debemos tener en cuenta que muchas veces los culpables son además los vencedores. Por lo menos el arte los puede juzgar.
Polanski, por tres.
No es extraño que Roman Polanski se haya sentido atraído por los personajes de Ariel Dorfman. Es posible reconocer que, en ellos, hay algo que guardan en común con el realizador de "El bebé de Rosemarie" y "Barrio chino". Como Paulina, él estuvo en cautiverio. A los siete años escapó de un campo de concentración de Varsovia, perdiendo contacto con su padre. Su madre ya había muerto en Auschwitz. Como Gerardo, el esposo de Paulina, sufrió el ataque a su esposa. En agosto de 1969. Charles Manson y su grupo satánico asesinaron a Sharon Tate, quien estaba embarazada de su primer hijo.
Y como el doctor Miranda, Polanski también estuvo sentado en el banquillo de los acusados. A fines de 1977 fue acusado de violar a una niña de 13 años, en la casa de su amigo Jack Nicholson. Estuvo casi dos meses en prisión, luego fue absuelto del delito de violación, pero no puede ingresar a los Estados Unidos por una condena por estupro que la justicia le mantiene aún.
Critica de "La muerte y la doncella", la confesión.
Una mujer cree reconocer en un médico, quince años más tarde, a quien habría sido su probable captor. Lo secuestra e intenta sacarle la confesión, ante la reticencia de su esposo abogado.
En conclusión: Polanski vuelve a su mejor cine. Extraordinarias actuaciones de Sigourney Weaver y Ben Kingsley.
Durante la noche que retrata "La muerte y la doncella", la conciencia no deja dormir a ninguno de sus tres personajes. Paulina (Sigourney Weaver) fue torturada durante el régimen militar y, aun hoy, quince años más tarde, en su alejada casa de la costa, tiembla cuando se acerca un coche, por miedo a que se la lleven. Aún pueden verse consecuencias físicas en su espalda y sus pezones, y las psíquicas en su comportamiento.
Su marido abogado (Stuart Wilson), ahora que volvió la democracia a ese país sudamericano indeterminado, presidirá una comisión que investigará los crimenes políticos, siempre que haya un cadáver que lo testimonie. Casos como el de su esposa serán desechados. Y él traga y lo acepta, porque aspira a ser nombrado ministro de justicia. El tercer personaje, el doctor Miranda (Ben Kingsley) esa noche tormentosa en que la casa se quedó sin luz y sin teléfono, no duerme porque no sabe si despertará. Está atado de pies y manos a una silla, ahogado en su boca con las bragas que le colocó Paulina, quien cree que él es el que la torturó. Y decidió juzgarlo por su propia mano.
El escalofrío salta de la pantalla para colocarse en la espalda del espectador. ¿Cómo reaccionaría si se encuentra, cara a cara, con aquel que abusó de usted de la manera más perversa? Paulina reconoce en la voz del amable doctor, con absoluta y aterrorizante convicción, a quien supervisaba sus torturas. A quien la violó catorce veces mientras escuchaba el primer movimiento de la muerte y la doncella, de Franz Schubert. Ella tenía los ojos vendados. Pero cree reconocer su voz. Su olor. El doctor alega ser inocente, que estaba en Barcelona cuando Paulina estuvo en cautiverio. Gerardo, el abogado, desconfía de ambos.
¿A quién debemos creerle? Es lo que se pregunta Polanski durante la tensa proyección de "La muerte y la doncella". Las distintas versiones de un mismo hecho, como sucedía en "Rashomon", de Kurosawa, parecen ser el hilo del que el director quiere tirar para enfrentar al espectador al horror, Polanski, con sabiduría, no se queda en el dilemade si Miranda la torturó o no (aunque, a diferencia de la obra teatral de Ariel Dorfman, incline la balanza hacia uno de los lados), sino que se permite ir más allá y enjuiciar al régimen criminal por elevación.
Pero también se preocupa por reflejar la situación personal del matrimonio, que atraviesa una crisis ya lejana, y para nada resuelta. Polanski habla de un hecho general partiendo de un caso muy particular. Y, como en anteriores films, como en "Repulsión" o "El inquilino", el director encierra al espectador con sus personajes en una atmósfera, y no los suelta más.
Es cierto que se guarda una carta en la manga, y la muestra cuando más le conviene -en el momento en que el interrogatorio a Miranda se vuelve frenético-. Que, en el preciso comienzo, Sigourney Weaver deambula como una neurótica y la puesta parece teatral, pero Polanski luego tensa las riendas y conduce el relato con maestría, orientándolo hacia el thriller más espeluznante del que se tenga memoria. Por cierto que "La muerte... es mucho más que eso. El engaño y la impotencia, y las cobardías han sido temas recurrentes en su cine, aquí potenciados al máximo por un guión exquisitamente elaborado y trabajado para que no sobre una palabra. La violencia estalla cuando uno menos lo espera o imagina. Y las actuaciones están a la altura de las circunstancias.
El talento de Weaver no puede ponerse en discusión tras la escena en el porche en que desnuda su pasado. Es ella quien conduce el relato, y va cambiando de estado anímico con asombrosa versatilidad. Su labor es sencillamente extraordinaria, como la de Kingsley, quien pone en duda cada dos segundos las presunciones que puede tener el espectador sobre la culpabilidad de su personaje.
Seguramente "La muerte y la doncella" tiene ante ojos argentinos una relación menos distante que la que puede tener en otros países. Todo es más cercano y, por ende, verosímil. El problema de fondo con que se enfrenta Paulina surge a medida que va dándose cuenta de cuáles son las consecuencias del juicio que está llevando a cabo. ¿En qué está convirtiéndose ella?.
Polanski no resuelve el tema -es decir, no ofrece una solución en el final, sino que lo deja abierto, siempre para que el espectador se involucre. No hay un final feliz. Básicamente porque este tipo de historia jamás podría tenerlo, siquiera soportarlo. No es una historia de venganza. Sí, una historia que merecía ser contada por el talento de Polanski, que tras algunos banquinazos vuelve al mejor camino que supo recorrer con su cine. El del compromiso.
Ficha tecnica
Título original: Death and the maiden
Origen: Estados Unidos/Inglaterra, 1994
Direcciön: Roman Polanski
Guión: Rafael Iglesias y Ariel Dorfman
Obra Teatral: Ariel Dorfman
Fotografía: Tonino Delli Colli
Música: Wojciech Kilar
Intérpretes:
Sigourney Weaver
Ben Kingsley
Stuart Wilson
Se estreno en los cines Ambassador, Atlas Santa Fe 1, Patio Bullrich, Atlas Belgrano de Buenos Aires.
Fuente: Diario Clarin, sección espectaculos, Jueves 4 de mayo de 1995.
Muy buen posteo!!!…el blog esta muy bueno lo vamos a seguir leyendo y comentando…te dejamos el nuestro para que lo visites y nos dejes tu comentario
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un abrazo!!!!!!